Cuatro años pasaron desde el primer disco de Las Ligas Menores, de tapa pastel y clara, una foto de una ciudad industrial sobre una cordillera nevada. Esas 13 protocanciones, por su sonido tímido, se fueron transformando desde 2014 durante cada show en vivo. Uno detrás del otro, hasta llegar a escenarios tan grandes como el Coachella en Los Ángeles en 2017. Ahora la banda sacó su segundo disco, Fuego artificial, también 13 temas que hacen 36 minutos de una identidad construida en los kilómetros de shows en vivo.
La luz del artificio es un reflejo en el agua, en un cauce de noche, en una noche despejada y solitaria. Alguien en un bote y un fin de año. La tapa es una pintura de Anabella Cartolano, voz principal y guitarrista, basada en una foto de una película que vio Micaela García, baterista. “Cuando lo terminé de pintar, les preguntamos a nuestros amigos qué veían, y muchos decían que lo rojo era sangre, y en realidad es el reflejo del fuego artificial. Esa confusión nos gustó”, dice Anabella. Quería hacer lo opuesto a lo que diseñó para el primer disco. Quería algo más noise.
Después de ese primer LP que los disparó al éxito de la escena indie rock, Las Ligas Menores se tomó su tiempo para grabar nuevas canciones que reflejaran lo que aprendieron en estos años. Lo oscuro de esta tapa también se demuestra en el sonido, maduro, temas más cercanos al tempo de sus shows, donde hay pogos bailados y mosh sensibles. Melodías simples, repetitivas y dulces. “Tocar tanto en vivo fue consolidando un sonido que es bastante diferente al del primer disco, es menos tímido. Fuimos buscando algo diferente, que estén más al frente las guitarras, que el teclado tenga mayor protagonismo desde la composición, porque en el disco anterior, lo último que pusimos fueron los teclados, y en este, muchos temas arrancaron con la melodía desde ahí”, agrega Pablo Kemper, voz y guitarra.
La maquinaria de Laptra, el sello discográfico platense, se escucha en cada canción. Una gran influencia de Él Mató a un Policía Motorizado en las guitarras y los teclados, y la producción de Tom Quintans (Bestia Bebé) y Lucas Rossetto (sonidista de Él Mató…) le ponen el sello.
La banda nació el 16 de agosto de 2011 en Buenos Aires y está integrada por Anabella Cartolano en voz y guitarra, Pablo Kemper en voz y guitarra, María Zamtlejfer en bajo y voz, Nina Carrara en teclados y Micaela García en batería. “Fuego artificial” sonó en vivo por primera vez en Niceto Club el viernes 25 de mayo.
En su primer disco homónimo, Las Ligas Menores se lanzaron como una aventura, casi sin saber tocar. Cuatro años y muchos escenarios después, Anabella cuenta que esta vez trabajaron mucho más las canciones, porque no las tocaron en vivo, y las grabaron a lo largo de un año en pocas sesiones. “En este disco teníamos guitarras nuevas, pedales nuevos, en el disco anterior yo no hago ni un punteo. En este, sí hay más arreglos”, dice ella, y Pablo agrega: “Fue como ir aprendiendo y animarnos a más”.
Durante un año tuvieron que hacer coincidir su agenda con los dos productores musicales –que a su vez giraban con sus propias bandas–, con las fechas de Las Ligas Menores. Las sesiones de grabación fueron pocas, y quisieron evitar la presión de tocar en un estudio muy grande y caro. Prefirieron algo más pequeño. Pasaban tantas semanas entre una sesión y la otra que cada instrumento grabado tuvo una escucha muy profunda antes de grabar la capa siguiente. “Al principio no me gustaron mis guitarras y las quise grabar de nuevo, pero pasaron los meses y entendí que estaban buenísimas”, se ríe Pablo. En el medio, salían de gira a recorrer el país, viajaron por Latinoamérica y tocaron tres veces en México, cerraron el Lima Popfest en Perú y el Festival Huracán en Santiago de Chile.
La cantante cree que los recursos que tuvieron en cada momento determinaron el resultado sonoro, que las herramientas con las que contaron para grabar Fuego artificial les permitieron explorar y experimentar un sonido nuevo. Si antes había batería, bajo, guitarra y voz, y por último el teclado, las nuevas canciones son una capa sobre la otra de sonido e instrumentos, pedales y efectos nuevos. Cada uno es mejor músico que en el primer trabajo, y eso lo notan. “Somos abiertos, no es que tenemos un sonido definido –dice Pablo, pero después se arrepiente–. Bah, sí lo tenemos, pero porque nos salió así. Yo me imagino grabando otras cosas, discos todos de guitarras. Podemos hacerlo de distintas maneras”.
Siempre con sus referencias presentes, como Weezer, The Flaming Lips y, por supuesto, Él Mató, Las Ligas Menores salen con un disco que sus fans van a amar: una cadencia lenta en la voz, guitarras más fuertes pero contenidas, la batería más al frente y el teclado de indie pop. Con tres cantantes, cada cual trae a la sala de ensayo una composición en guitarra y voz, ahí todos la construyen en conjunto, pero respetan la autoría inicial. No hay una única voz compositora y, desde lo musical, todos trabajan en conjunto. El guitarrista señala que en el disco hay diferentes tempos correspondientes a cada autoría, pero en conjunto construyen un matiz que respeta la identidad de Las Ligas Menores.
“Es el primer álbum en que salimos de lo improvisado, que muestra cómo es la banda, esto somos nosotros”, cuenta Pablo, en un evento de lanzamiento del disco para periodistas en Niceto Bar. Un disco compacto, con alguna canción en la búsqueda de un sonido particular, como es “Luces y carteles”, los 13 temas nuevos nacieron para dialogar en una dinámica de show en vivo, ajustados a todo lo que evolucionaron sus primeras composiciones.
“Ya llevamos siete años juntos, aprendimos a tener paciencia, empezamos con 22 años, vamos creciendo con cuatro personas al lado, tuvimos experiencias que a mí no me hubiera gustado vivir sola. Fuimos creciendo y eso se nota en lo musical, cada cual domina mejor su instrumento”, cierra Anabella. El disco lo confirma.