Una de las novedades del under local es Las Cosas Invisibles. O de la música “subterránea”, como seguramente prefiere decir su cantante y principal compositor, Damián Caputo. Aunque sus integrantes ya tienen una trayectoria nutrida, la banda se conformó recientemente, y el álbum homónimo es su debut discográfico, grabado, mezclado y masterizado en los estudios Camarón Brujo y lanzado este año. Junto a Damián tocan los hermanos José y Daniel Sánchez (guitarra y bajo, respectivamente), Guido González Kerpel (guitarra) y Leo Leonardi (batería). José también compuso dos temas con Caputo, que firma las 12 canciones editadas; y entre los dos trabajaron en la preproducción.
La formación del grupo ya anticipa algo respecto de su sonido: nunca suenan menos de dos violas, y en algunos casos, Damián suma una tercera. Se perciben ciertas reminiscencias grunge, cuerdas distorsionadas y power rock. Las letras expresan distintas inquietudes de estos músicos para nada indiferentes a las injusticias sociales, al individualismo que advierten imperante en la actualidad, a los mandatos de la publicidad, a la represión institucional y el gatillo fácil; al maltrato animal, y a las distintas formas de violencia, entre otros temas. En esa lista, se destacan Los sueños de ser, Ímpetu y El campeón.
El disco tiene aires rockeros y grunge, ¿buscaron deliberadamente ese sonido?
La vinculación con mis compañeros de banda hizo que el sonido fuera para ese lado. Tenemos algunos gustos musicales muy ligados a los 90, al movimiento grunge. Hay puntos en común entre nosotros, por ejemplo, en relación a Pearl Jam. Aunque también compartimos la afinidad por otros grandes grupos como The Who y Radiohead.
¿Esa inclinación por el grunge a qué la atribuís?
Creo que fue lo último interesante que ocurrió en el rock internacional. Pero no me refiero solo al sonido, sino al espíritu, a lo conceptual. De todas formas, es difícil catalogarse y especificar lo que cada uno hace. Me acuerdo de una nota a Boom Boom Kid en la que decía que para espantar a los skin heads difundía lo suyo como “hardcore punk gay”. Yo, por mi parte, jodo con que hago música para gente sin onda: tengo una guerra contra lo cool, la pose, lo vacío de contenido que mata la sensibilidad. Veo que está de moda ser cool, manejar determinadas posturas, ciertos códigos. Me topo todo el tiempo con eso en el rock, la verdad es que no me interesa, no me representa, no quiero que alguien me escuche esperando que sea cool. Me parece que hay paradigmas que hay que dejar atrás, están viejos. Me vínculo con el grunge en ese sentido, es una música hecha con corazón, desde las entrañas. Después, el mercado se lo comió crudo, como pasó con las remeras del Che Guevara en los shoppings.
En lo que respecta al trabajo de hacer el disco, ¿qué implicó, teniendo en cuenta que es una producción independiente?
Es mucho más que hacer música. Por empezar, es necesario conseguir financiamiento, que en mi caso supuso el mecenazgo de un hermano. Hacer un disco en forma independiente puede implicar adquirir deudas. Y para un grupo independiente es mucho lo que se hace aunque no se vea desde afuera: difusión de fechas, armado de la página, diseño gráfico, transporte, ensayos, equipos y más. Es arduo, pero yo lo veo de manera positiva: pienso que no se trata solo de lo que hacés, sino de cómo lo hacés. Me siento identificado con ese modo, aunque a veces me duela la espalda. Es parte de la identidad de un grupo de música, en parte lo define.
¿Cómo armaste la banda?
A José lo conocí en la sala que tengo en mi casa, él venía a ensayar con su banda. Y gracias él se sumó Daniel, su hermano. A los tres nos gustaba mucho Pearl Jam. Leo es el tío de mi novia, ha tocado con las Blacanblus y toca con Cristina Dall. Guido, el otro guitarrista, también llegó a través de José. Me gustaba la idea de desligarme un poco de la viola, y Guido y José son dos bestias. En el disco hubo un violinista y un cellista, tocaron en dos canciones. Me gustaba la idea de buscar distintas sonoridades.
En el plano personal, Las cosas invisibles es el segundo proyecto de Damián, que en 2008 editó, como solista, Canciones pequeñas revoluciones. Esa experiencia lo llevó a girar por todo el país, aunque con un estilo “a contracorriente”, como describe. Cuando todos iban a la costa, Caputo y sus compañeros de entonces iban a tocar al interior de la provincia de Buenos Aires, a pueblos en los que dormían siestas adentro de su auto con el aire acondicionado prendido. Contactaban a pobladores locales para poder alojarse en sus casas. Esa experiencia está registrada en el documental Una gira por debajo de la tierra, que se puede ver en YouTube.
Foto: Matías Encina