Fecha de lanzamiento: 21 de octubre de 2016
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Lady Gaga no mira hacia atrás, porque si lo hace, descuida el futuro. Para ella, el pasado solo le incumbe a los recuerdos y el porvenir es siempre una coyuntura que le permite probarse como artista. En el autobiográfico Joanne –un tributo a su tía que murió de lupus en 1974–, Gaga cambia sus hojas, pero no sus raíces: si bien desatiende al llamado del pop y apuesta a cálidos pasajes sonoros de soft rock –que en canciones como Diamond Heart, Joanne y John Wayne seducen al rock sureño–, sigue mutando y provocando. La incomodidad no es por sus vestuarios estrambóticos, su desnudez, sus bailes eróticos o la utilización de imágenes católicas en un contexto sexual –como en el video de Alejandro–; esta vez, es una provocación a la industria. En una era donde la EDM es un atajo para ingresar a los charts, la compositora y vocalista demostró que puede debutar en el N° 1 del Billboard 200 con un LP sin hits –el más cercano a serlo es Perfect Illusion–, pero donde su habilidad vocal es protagonista. Sin embargo, el hecho de que se aleje del dance no significa indolencia por el triunfo del álbum, sino un desafío autoimpuesto. Gaga no quiere romper las reglas, ambiciona con consturirlas. Si hubiese un desinterés por el éxito comercial de Joanne, no habría acudido a la fórmula infalible para la victoria: los colaboradores. Es difícil que falle un proyecto en el que participaron Mark Ronson, Kevin Parker, BloodPop, Josh Homme, Jeff Bhasker, Florence Welch, Sean Lennon, Matt Helders, Beck, Father John Misty y Hillary Lindsey.