Francisco Bochatón está en boxers. Grita algunas estrofas, golpea de a ratos su bajo y se pavonea poseído mientras una masa de personas poguean en estado de ebullición. En una fiesta organizada por el canal Much Music en Cemento, en 1996, Peligrosos Gorriones toca Escafandra, una de las canciones seminales del nuevo rock argentino.
No sería ilógico suponer que el despojo ocurría por el calor sofocante, habitual en aquel antro. Pero no fue por eso. Tal como recuerda en el libro Cemento, el semillero del rock, el cantante había salido casi desnudo de su casa en La Plata, manejando así hasta el histórico boliche de Omar Chabán y subiendo al escenario de la misma forma. El contexto lo hacía posible. Esa noche compartían fecha con bandas que hablaban un idioma similar: Suárez, Massacre, Juana la Loca y Los Brujos.
Veinte años más tarde, tres de los cuatro Gorriones se entretienen –vestidos– en una sesión de fotos en su sala de ensayo. Sin Martín “Cuervo” Karakachoff, ausente para esta entrevista por conflictos de agenda, el hecho de ver juntos a Guillermo Coda, a Rodrigo “Rocky” Velázquez y al propio Bochatón propone entrar al debate interno del porqué de una reunión.
La banda se formó en 1991 y hasta su separación dejó tres discos: Peligrosos gorriones (1993), Fuga (1995) y Antiflash (1997). En ellos se comulgaba la poesía fracturada de Bochatón con guitarras furiosas, teclados cerebrales y una base adusta. Algunos los clasificaron cómo grunge y varias circunstancias los arrimaron a la “movida sónica”; pero lo cierto es que Peligrosos Gorriones siempre fue una bestia –deforme, incómoda, hermosa e intrigante– operando en sus propios términos.
Hubo más incomprensión que gloria y algunos buenos recuerdos previos al estallido interno del proyecto en 1999. Contrariamente a muchos de sus artistas contemporáneos, no hubo páginas en Facebook reclamando la vuelta, covers artesanales en YouTube ni canciones sonando continuamente en la radio. Hasta que en 2009, un simple asado de amigos en lo de Rocky y una zapada informal en un show en La Plata cambiaron las cosas. Sin presiones ni demandas, la banda volvía a operar, los planes de un disco en vivo se consumaban (Vivo, grabado en el Teatro Vorterix en 2014, editado en 2015) y algunas canciones nuevas empezaban a tomar forma. Eso hace que Microbio (2016) aparezca como una progresión natural capaz de borrar la distancia del tiempo. En él hay momentos que recuerdan el pasado noise (Esto!, KM 0), baladas hi-fi (Hueco universal, Práctica, Brillantes y Verónica) y hasta un llamado británico (Penuria). Detrás de su esquema prístino, el cuarteto entra en sintonía con lo que fue, pero a través de un renovado sentido de madurez y un enfoque compositivo. Su sola existencia hace pensar que, después de todo, había resto de cartuchos por quemar.
“Si a los dos años de separarnos me decías que nos juntáramos, te decía que no. Pero que después de diez años los Gorriones sean parte de mi vida es muy importante. Ahora lo doy como algo hecho, pero al principio, entre 2009 y 2011, no. Es loco. Y volvimos bien, con temas, con ganas”, dice el guitarrista Guillermo Coda.
Y recién ahora sacaron un disco nuevo…
– Guillermo Coda: En 2013 Pirca nos propuso trabajar con ellos. Teníamos temas nuevos y dijimos: “¡Disco nuevo!”, y ellos respondieron: “No, disco en vivo. ¿Tienen disco en vivo?”. “No”. Y fue una buena idea.
– Francisco Bochatón: Íbamos a tocar igual en Vorterix, la fecha ya estaba armada y grabamos el vivo. No fue en tres o cuatro noches, fue una toma con muy pocas correcciones. Mientras tanto seguíamos trabajando Microbio. Hubo un montón de temas que no tocamos ese día y estuvo bueno ese ejercicio. Después, cuando entramos al disco, toda la onda estaba puesta ahí. La batalla de los temas nuevos la dimos en estudio.
– Rocky Velázquez: No es lo mismo Gorriones en vivo que en estudio. Hay una realidad, y bueno, nos propusieron eso también como una estrategia de marketing, de reinsertarnos en el circuito comercial, y a nosotros también nos servía. Nos gustó.
¿Sirvió como puente entre una época y otra?
– FB: Claro. También tenemos que controlar la onda de tocar temas acorde al público viejo. Convivir con el pasado [risas].
¿Cuándo se dieron cuenta de que tenían un disco?
– FB: De entrada. Me acuerdo de un ensayo que hubo una frase del Cuervo: “¿Qué vamos a hacer? Temas nuevos, ¿no?”. Nos juntamos y ya estaba armándose. Había varias posibilidades de formato disco, pero con Verónica, Puertas adentro y Práctica se terminó una idea más concreta de Microbio. Cuando entramos al estudio, la lista estaba bastante clara. Grabamos 17 temas.
– GC: Pero hacer un disco de 17 temas, como se escucha hoy la música, ya para el 16 no lo escucha nadie [risas]. Este es de 11 en 29 minutos, y decís: “Bueno, lo escucho otra vez”.
– FB: Tiene un equilibrio. Está hecho eso de elegir temas concretamente, pero no estaba pensado como una obra conceptual. El grupo es conceptual desde la forma de tocar nosotros con nosotros.
¿Cómo fue el proceso de grabación?
– FB: Como se tiene que grabar los Gorriones: como un grupo de rock. Técnicamente, lo que está grabado en vivo sería la guitarra base y la batería. Después, track por track, no hay edición. Las bases están cerradas ahí en estudio, pero la previa la hicimos en la sala. Los cambios en estudio son sonoros. Ese es el vivo al que yo me refiero, soltar al azar.
– GC: Ese fue el desafío. Pero en mi caso, muchos arreglos, no las bases, se resuelven ahí adentro. Tuve unos días solo, muy tranquilo, en que iba temprano, y había unas acústicas que metí en mis temas y en otros más. Después hice unos overdubs en lo de Tucán [Martín Bosa, ex Juana la Loca y Attaque 77, actual La Franela], en otro momento. Fran hizo algunas bases de piano en su casa.
Microbio tiene una novedad: Práctica y Brillantes, canciones que canta Guillermo.
– GC: Fue medio sin querer eso. Le dije a Fran: “Te anoto la letra, cantalos vos. Vos sos el cantor”. Y él me respondió: “Cantalos vos, son tus temas”. Entre yo como cantante y Fran existe una diferencia, pero no quedó mal en el disco. Para mí fue un honor que estén y que hayan salido bastante decorosos. La banda, impecable, ¿no? Son los Gorriones 2016 como me los podría imaginar.
– FB: A mí me encanta tocar temas de él o de otros, pero me parece lindo que se abra a hacer todo lo que el grupo pueda. Un buen funcionamiento tiene que ser amplio. No creo en el grupo liderado, me parece que es de otra época en mi vida. Es muy fácil ser un tirano, pero luchamos contra eso porque lo divertido es que no ocurra. Ese es el crecimiento para mí. Me gusta Práctica, es de los Gorriones. Está bueno que el grupo tenga algo nuevo.
¿Cuáles fueron esos nuevos catalizadores?
– GC: Nosotros mismos. Cada uno lleva sus ideas y se termina plasmando en esos temas. Algunos están más cocinados, otros no. Algunos salen con más ensayos, otros con uno. No hay un master plan.
– FB: Pero tampoco está dejado.
Entonces, ¿está pensado o está dejado?
– FB: Está más cuidado de lo que hablamos, pero me viene bien escuchar lo que él está diciendo. No me estoy contradiciendo [risas].
– RV: Es sana la contradicción.
– FB: Más vale. Me estoy dando cuenta ahora de que está más hablado que dejado al azar, pero hay una parte que sí. Y bueno… Si suena contradictorio, lo dejamos [risas].
-RV: Es más un fluir.
– FB: Claro.
– RV: No tiene parámetros ni directivas.
– FB: Yo funciono más fluyendo. Si fuese profesional y nada más, sería muy fácil decir: “Nosotros elegimos el concepto, lo ensayamos todos los días”. – RV: “Estuve durmiendo una noche y el concepto apareció en mí” [risas].
– FB: ¿Viste Talking Heads? David Byrne se encerró una semana en la cocina de su casa, compró alimentos, se acostó en el piso y dijo: “Tengo que hacer unos temas, un grupo”. Hizo Talking Heads. Eso no nos pasó a nosotros.
Pero Byrne terminó peleado con sus compañeros y no volvieron a reunirse –salvo esa única ceremonia del Hall of Fame en 2002–, cosa que con ustedes no pasó.
– GC: Solo tardamos diez años, pero volvimos.
– RV: En ningún momento forzamos la situación. Lo que pasó tenía que pasar en ese momento. Quizás sea la madurez. Hacer música y tocar en los Gorriones es muy motivante y tiene muchos canales de disfrute. Pero para eso tuvieron que pasar diez años.
¿Añoran algo de los 90?
– GC: ¡La juventud, la juventud!
– RV: ¡El sánguche de chinchulín!
Expliquen eso, por favor.
– GC: Cuando íbamos de La Plata a Buenos Aires en un flete, tardábamos una hora cuarenta, y en el camino había un tipo que hacía sándwiches de chinchulín. Buenísimo. No habíamos visto nunca eso.
– RV: Además lo hacía crocante y lo cortaba bien. Lo tenía a punto.
– FB: Me parece importante tu pregunta. Yo no extraño nada de los 90, ni el funcionamiento de los estudios. No extraño eso de si se entiende o no qué dice el estribillo o si el grupo tiene ese corte a propósito. Disfruto mucho cómo está el mundo ahora, es distinto. El grupo no estaba acorde tampoco a una situación muy coherente de los 90. No es entrañable para mí lo que le pasaba a Gorriones. No sé si tendría que ser al revés. ¡Podría haber sido muy provechoso!
– RV: La gente tiene fantasías de que nosotros podamos tocar Escafandra y sentirnos igual, y muchas veces me cuesta un montón entrar en esa sintonía. No me pasa con Microbio.
– FB: En el primer recital en que volvimos a hacer Escafandra me acuerdo de que Guillermo vino y me dijo: “Estamos actuando de nosotros”. O sea, no tengo un switch para cuando viene alguien y me pide Siempre acampa. Es difícil esa sensación. Entonces empieza a funcionar algo de profesionalismo que es: “Si quiero, la toco de taquito”, pero a la vez quiero darme el lujo de sentirlo de nuevo. Es un aprendizaje fuerte para mí como cantante. Lo reinterpretás y pasa a haber una nueva comunicación con la gente. Hay una devolución del público que también es legítima. Por eso, Gorriones tarda un tiempo en rearmarse de nuevo.
¿Vos decís que fueron incomprendidos?
– FB: Pfffff… ¡Hola!
– RV: Yo creo que sí. En Fuga, sobre todo. Fue como un ninguneo terrible. El disco no colmó las expectativas. Esperaban Escafandra 2, y no somos así.
– FB: Nadie tiene la culpa. Este momento tiene una comprensión que pasa a ser más amigable. Mía, nuestra, de cada uno con la gente y la música. Hay una comunión más grande con eso. Yo estoy en paz con Gorriones.