El título de Mis Américas y el arte del disco, en el que se te ve como un mochilero, te muestra como un viajero musical entre cowboy y porteño.
– Sí, medio ekeko también. Esos ekekos del norte que tienen todo encima. En un momento aparezco fumando un cigarro cargado de muchísimas cosas. Pero te diría que fue hasta medio inconsciente. En sí, Mis Américas tiene eso de ser muy folk country del norte –que yo debo haber escuchado desde la cuna–, y a la vez una raigambre de rock argento con folk argento, con folklore por algunos momentos. Pero sí, es verdad, ahora que lo pienso, la camisa cuadriculada y el chaleco de flecos que me pusieron es medio country western.
Lográs una dualidad perfecta de idiomas, y no es fácil que una canción quede bien en formato bilingüe. ¿Con cuál te sentís más cómodo para cantar?
– Son como un solo idioma para mí. Cuando sale una música o una letra, es mucho más fácil aproximarlo en inglés. Debe ser porque fue mi primer entorno, lo primero que escuché cuando nací. Pero se desdibuja rápidamente porque también me puede pasar con el castellano, y hay temáticas que es mejor abordarlas en esa lengua. No me gusta traducir, por ejemplo. El tercer track del disco es bilingüe por naturaleza. Interesting Little Thing lo terminé con Cachorro López y queríamos hacer dos versiones en ambos idiomas para después elegir una. Finalmente las mezclamos y quedó un mix de ambas. Como siempre digo: “El primer idioma es la música”.
Trabajar con los hijos es una cosa lógica
El disco tiene colaboradores llamativos como Pity Álvarez, ¿por qué se te ocurrió incluirlo en Folky?
– Pity le metió una impronta maravillosa, roquera, quemada y a la vez luminosa. Fue un milagro tenerlo y calzó perfecto. Unos amigos ya me habían dicho: “Ojo que oficia misa, tenés que ir a verlo en vivo, este pibe tiene un aura”. Entonces, pensé que sería lindo sumar esa voz cantando “mirando al fuego nos entendemos”, y él se prestó maravillosamente. Yo tenía como un feng shui de frases, se las mostré y finalmente lo escribió él. Hicimos coros juntos en el estribillo. Eso también tiene mucho que ver con el eje del disco. Creo que vuelve mucho a ese sonido de fogón que buscaba la aplanadora del folk. Otro con el que trabajé y me pareció increíble fue con Ricardo Mollo en Zambaguala del viajero, un cierre impecable que aparece como una oda al mochilero.
Además del sonido folk, rock, latino y hasta country, escuché un acercamiento a beats electrónicos en Amor Telepathic Love, ¿es así?
– Ese también fue producido por Cachorro López y Sebastián. Les dije que tenía un tema medio onírico con un beat electrónico más balaible, así tal cual. Se coparon y salió algo muy bueno, este también es bilingüe, jugué mucho con eso. Realmente partió de un sueño que tuve que decía algo así como “I have a dream, I have a dream, I have nothing to do”.
¿Cómo fue la experiencia de trabajar por primera vez con tus hijos?
– Miranda canta en Es como el día. Fue la que más participó porque ya tiene 18 años. Salió orgánicamente, no lo planeamos. Solo le mostré el tema, le gustó mucho y nos lanzamos a cantar. Tiene una voz muy armónica. Kim (12) metió coros en el estribillo de Folky, y por último, Tom (8) canta en el estribo de Torcer a favor. Faltó Roy, pero tiene un año y medio recién… Trabajar con los hijos es una cosa lógica. Ahora está pasando con los Cadillacs, por ejemplo. Nos influenciamos mutuamente. Ellos me muestran música nueva, como temas de pop superglobal y mainstream, pero a su vez cosas muy teen y oscuras, hay de todo. El de 8 años está a full con Bailando de Enrique Iglesias o con The Weeknd.