“Y hablando de Human Sadness, que bajón lo de Santiago”, dice Julian Casablancas −antes de tocar esa canción que forma parte de Tyranny, su disco debut junto a The Voidz− y el público estalla en aplausos. “Más allá de todas las ideas del bien y el mal hay un campo. Te encontraré ahí. El entendimiento es más importante que el amor, si no, el dinero siempre triunfará sobre la justicia”, canta Casablancas al final del tema, que a horas de las elecciones legislativas y después de una semana dolorosa para la conciencia colectiva de los argentinos parece cobrar otro significado. Es la noche del sábado 21 de octubre.
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¿Por qué Casablancas mencionó a Maldonado? ¿Alguien le dijo que iba a quedar bien si lo hacía? ¿Fue pura pose? ¿Leyó sobre el tema? No. Esta tarde, previo a su show, tenía pactada una serie de entrevistas con varios medios −Billboard era uno− en el Hotel Madero, donde se hospedó. Pero decidió suspenderlas y se fue a jugar a la pelota a un complejo de canchas en Puerto Madero. Ahí organizó un partido junto a los integrantes de The Voidz y de Rey Pila, el grupo mexicano que lo acompaña como una de las bandas teloneras en esta gira por Sudamérica. Como les faltaban jugadores, invitaron a algunos chicos que pasaban por ahí. “Armamos un Argentina contra México y voy a mentir, ganó Argentina”, dice Casablancas en referencia al partido. Después, todos se quedaron conversando, y en medio de una charla sobre política una fan le contó a Casablancas la conmoción que generó en el país el caso de Santiago Maldonado.
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Faltan diez minutos para las 22. Las luces se apagan. Una melodía in crescendo suena por los parlantes y acompaña a los miembros de The Voidz, que aparecen uno por uno en el escenario. Casablancas sale último y sin decir una palabra canta Wink, un tema nuevo que estrenó la semana pasada en un programa de televisión brasilero. Su voz casi no se escucha. Siguen We´re Where We Were −otra de las nuevas− y Father Electricity, que delinean la ruta que recorrerá la lista de temas, un mix de canciones de Tiranny y nuevas composiciones que serán parte del segundo disco con The Voidz. El volumen y la nitidez de la voz de Casablancas mejoran un poco con el paso de las canciones. Pero nunca llega a entenderse del todo.
La banda está más afilada. Se nota el paso del tiempo y la práctica. La química entre ellos aumentó desde aquel debut para el olvido en el Lollapalloza 2014. Esa tarde en el Hipódromo de San Isidro muchas personas terminaron alejándose del escenario. Es que lo que hace Casablancas con The Voidz es difícil de digerir. Crea una atmósfera de cuelgue psicodélico post punk, con una distorsión sucia que por momentos te empuja y te saca del mismo trance en el que intenta sumergirte. Es como hacer la plancha en el mar y que de repente una ola te de vuelta. En las canciones nuevas hay una búsqueda por crear un sonido más amigable.
En medio de M.utually Assured D.estruction, Casablancas apoya el micrófono en un amplificador y se va del escenario por unos segundos. Es una acción que repetirá en casi todas las canciones. Es raro. Eso podría pensar alguien que lo ve por primera vez. Balbucea, casi no habla y se tropieza varias veces. Suenan Aliennation y Where No Eagles Fly. El pogo llega a su clímax. Casablancas parece algo perdido. Pero a sus fans no le importa si su voz no se escucha, o si parece estar en otra. Le tienen un cariño incondicional. Le gritan “Genio”, “Te amo”, lo corean y celebran hasta el final, especialmente en Instant Crush −ese temazo que hizo para Random Access Memories, el último disco de Daft Punk−, y en Crunch Punch. Casablancas se deja ser. Mostrar su esencia es su disfrute. Permitirse ver desprolijo, espontáneo, aunque suene mal. Y su público festeja. Avala esa libertad que le da su proyecto paralelo al grupo que lo convirtió en una estrella de rock.