Juanes se siente cómodo con lo desconocido. Es un explorador. Recorre lugares por los que poco anduvo, porque ahí reside la aventura. Es por eso que, aunque asegura no estar ligado a la actitud del reggaetón, pareciera que el género se infiltró entre los beats de sus 12 nuevas canciones de Mis planes son amarte, como El ratico o Bendecido, la más experimental.
En su séptimo álbum de estudio –y el primero en tres años− apuesta a su primera canción en inglés, Goodbye for Now, coescrita con los productores del álbum Alejandro “Sky” Ramírez y Alejandro “Mosty” Patiño, René “Bull Nene” Cano –los tres, hitmakers de J Balvin– y Poo Bear, que trabajó con Justin Bieber en éxitos como What Do You Mean? o Where Are Ü Now. “Además, sumé elementos punk en Ángel”, dice sobre el tema en el que combinó los sonidos orgánicos de la batería con un beat pregrabado. “El álbum trata de eso: la fusión de los sonidos”.
“El pop de hoy es el reggaetón. Antes era de nicho, pero ahora tomó una dimensión enorme. Es mainstream. Obviamente, como todo en la música, son ciclos que después se estabilizan. Pero siempre tiene que haber calidad. Claro que la poesía de un vallenato y la letra de un reggaetón son difíciles de comparar. Igualmente, yo no creo que mi álbum se vea influenciado por eso”, explica.
Entonces, el boom que está viviendo el género ¿no es parte de su consolidación?
En la música todo se trata de ciclos. Si fuera una consolidación, estaríamos todavía escuchando los géneros de antes. Todo va mutando: las nuevas generaciones crecen escuchando buena música y después la reinterpretan de una manera distinta. Y así sucesivamente. En Colombia, por ejemplo, el reggaetón se ha metido con la salsa, con la bachata, con el merengue… Va a seguir transformándose para enriquecerse. Balvin o Maluma son hoy los que antes eran Ricky Martin o Chayanne.
Juanes cambia sus hojas, pero no sus raíces: “Siempre voy a ser un romántico. Demasiado. Soy un perdido. Pero ser romántico no significa que viva en las nubes. El amor también implica el odio, la ruptura, el dolor y el crecimiento personal”. A su vez, Mis planes son amarte evoca a la música guasca de su infancia en Fuego, la cumbia colombiana de los años 70 en Hermosa ingrata mantiene su tradicional estilo pop latino con ritmos africanos e indígenas, y en Un día normal rescata la suavidad vocal que caracterizó su álbum debut, Fijate bien (2000), y que perdió en Loco de amor (2014).
Con loops tartamudos, beats electrónicos, el embrujo de una guitarra roquera que cimienta una oda romántica latina y una voz ablandada que encuentra su lugar entre lo comercial y la honestidad, Juanes vuelve a utilizar la fórmula que lo llevó al éxito: al igual que cuando Gustavo Santaolalla produjo su primer álbum, combinó las programaciones y lo digital con lo orgánico. No teme mirar hacia atrás, pero no descuida el futuro. “Cuando llego a un evento de música o a una entrega de premios, somos contados con los dedos los que tenemos un instrumento. Eso me freakea. Me pregunto si ya no hay gente tocando la guitarra, el bajo o la batería. Me impactó muchísimo cuando fuimos a grabar las bases de mi nuevo disco a Record Plant, que es un estudio mítico en Los Ángeles donde todo el mundo ha grabado, y los ingenieros me decían que era raro que se grabara una batería”.
Juanes está dispuesto a ir a cualquier parte, siempre que sea para adelante. El álbum puede ser considerado su mejor lanzamiento desde su segundo trabajo, Un día normal (2002). Debutó en el N° 1 de Top Latin Albums –fue la quinta vez que ocupó ese lugar–, es Disco de Oro en los Estados Unidos, Argentina, Chile, Ecuador y Perú, y es cuádruple Disco de Platino en su país natal. Asimismo, Mis planes son amarte –un juego de palabras con “Mis planes son a Marte”– es también un álbum visual, el primero que ha hecho un artista latino reconocido. En esta apuesta, se animó a las colaboraciones, con Kali Uchis y Fonseca. “Hoy en día, el tema de las participaciones de otros artistas me parece exagerado. Hay veces que son con cuatro, cinco o seis. Es mucho. Pero siempre está bueno aprender de otros”.
Por los constantes cambios en el mercado de la música, los artistas están en una búsqueda incesante de la forma más ingeniosa para lanzar y difundir sus álbumes.
Me siento superorgulloso de haber podido hacer este álbum visual. Estoy feliz. Fue un trabajo de dos años, muy fuerte. Primero, obviamente la música, que fue lo que nos inspiró a irnos a otro nivel. Pero es necesario en estos días en los que la idea del álbum casi no existe y la música se consume de una manera muy rápida, muy efímera. La gente ni siquiera busca al artista. Yo tengo tres hijos, de 7, 12 y 14 años. Veo el comportamiento de ellos cuando consumen música, y es totalmente distinto a lo que era antes. Entonces, en ese aspecto, pusimos una semillita muy bonita: le apostamos al arte y eso para mí es algo inolvidable.
¿Nunca pensaste en una jugada como la que hicieron Adele o Taylor Swift, que publicaron álbumes no disponibles para el streaming?
No. El streaming es bueno. Yo lo uso mucho. Pero también me encanta poder tener un vinilo, destaparlo y olerlo. Eso casi no existe. O no tanto como antes. Digamos que ambas cosas son buenas. La tecnología al servicio de la música también es chévere, porque tienes la opción de que mucha más gente te escuche.
Hablando de artistas internacionales, Justin Bieber acaba de suspender los últimos 14 shows de su gira mundial. Vos te tomás tu tiempo entre álbum y álbum. Nunca lanzaste dos discos en años consecutivos. ¿Creés que los artistas están sobreexigidos?
Sí, totalmente. Lo que hizo Justin es supervalido, lo apoyo totalmente. A mí me pasó lo mismo hace un tiempo [después de Mi sangre World Tour (2004-2005)]. Cuando estás ahí metido en esa vaina de conciertos y de giras, sientes que vas a poder estar ahí por siempre. Y realmente no. Uno llega a un límite donde te cansas. Te paras en el escenario y ya no sabes ni dónde estás o por qué estás ahí. Ese ritmo acaba contigo.
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