«Estas son mis canciones para afrontar la batalla, son mis escudos, mis trincheras». Así presenta Juan Ingaramo a las nueve canciones que hoy da a conocer en su nuevo disco, La Batalla. Producido junto a su par creador Nico Cotton, La Batalla incluye colaboraciones con los argentinos YSY A en «Se Corre La Bola» y Ms Nina en «No Me Llama».
La Batalla es el cuarto trabajo de larga duración de Ingaramo, disco del que destaca el valor del trabajo en equipo. El sucesor de Pop Nacional (2014), Músico (2018) y Best Seller (2018) fue compuesto en giras y viajes. Nueva York, Medellín, Bogotá, Miami y Ciudad de México son algunas de las locaciones en las que nacieron las canciones. «Me tocó componer lejos de casa, fuera del hogar y del comfort de mi propio espacio. Con el aporte de otra gente vi que mi esencia no solo quedaba clara, sino que se potenciaba», celebra.
Detrás del cuarteto de «El Fenómeno del Mambo«, el reggaetón de «Casamiento» o el disfraz que cubre cada uno de sus escudos, hay canciones sinceras, retratos de su vida: «Creo que uno es en la música como es en la vida. Disfruto tener esta experiencia y eso es lo que me gusta transmitir en la obra», comparte.
Por Josefina Armendariz
¿Por qué «La Batalla»?
En principio, «La Batalla» es la primera canción del disco y es de mis favoritas. Creo que resume mucho el espíritu del álbum en cuanto a lo musical, lo armónico, lo rítmico y lo lírico. Después, a raíz de esta situación de crisis global, la canción me empezó a servir de escudo y de lanza. El estribillo dice «Corazón, recién empieza la batalla, por favor no me tires la toalla». Comencé a decírmelo seguido y cuando empecé a pensar en el nombre de disco, pensé: «Seguramente estas son mis canciones para afrontar la batalla, son mis escudos, mis trincheras». Es muy loco porque cuando la hice no estábamos en pandemia, pero todo se va resignificando. Las canciones son como seres vivos, hacen la suya. Al punto que hoy «La Batalla» es el nombre del disco y me representa al 100%.
¿Qué aprendiste de este nuevo disco y su proceso?
Un montón de cosas. El álbum estuvo compuesto durante varias giras, me tocó componer lejos de casa, fuera del hogar y del comfort de mi propio espacio. Escribir en New York, Miami, Medellín, Bogotá, Ciudad de México, en Córdoba, Santiago de Chile y Santa Fe («La Batalla» está hecha y grabada ahí con parte de la banda de Los Palmeras y Leo Mattioli). Esos inputs me pusieron en otro lado. De más jovencito, pensaba que tenía que hacer todo para que mi esencia esté más clara y pura. Pero con el aporte de otra gente, vi que mi esencia no solo quedaba clara, sino que se potenciaba. Los equipos de trabajo, de composición y producción en las giras terminaron dándome otra visión y otro vuelo que, lejos de quitarme identidad, la potenció. Lo que más me aportó el álbum fue esa noción, que también la aplico a la vida: mientras más se comparta, mientras más gente que uno quiere intervenga, más rico va a ser el resultado.
Hay reggaeton, cuarteto, pop, pero todo está en clave de canción, ¿eso es plan o accidente?
Me sirve explicarlo con un sistema gráfico. Cuando uno compone es como si entrara a un cuartito donde solo ingresan la intuición, el corazón y sentimientos que están lejos de la razón y del pensamiento. En ese cuartito sucede la magia, la música, la inspiración. Una vez que salís, ahí ves con la cabeza y la razón qué pasó ahí adentro y ves qué podés hacer con lo que sucedió. En el proceso creativo, yo solo trabajo con la intuición y el corazón. Una vez que sale, pienso qué hacer con eso. No delibero qué tipo de canción hacer, sale. Así quiero que sea, mientras más sincera es la obra del artista, más profundo puede llegar. Cuando ves algo sincero y funciona, no te preguntás nada, llega.
Tu música – tus discos – son súper biográficos
Tal cual. Creo que uno es en la música como es en la vida. Muy probablemente, cuando Maluma escribe que está con cuatro babies, eso sea así. Hoy en día, disfruto tener esta experiencia de vida y eso es lo que me gusta transmitir en la obra. Considero que la sinceridad es clave, es la que más llega al público y la que más disfruto yo. Cuando uno canta algo que no es real, no te mueve. Así que sí, es bastante biográfico. Analizando la historia de la música, a los Beatles se los ve en diferentes etapas en cada uno de sus discos: sus looks, sus vidas, sus formas de pensar el mundo. Uno es en la música como es en la vida.
¿Te hubiese gustado vivir y hacer música en otra época?
Para haberla vivido, me tienta esta. Me resulta un desafío apasionante, pese a lo complicado que está vivir en sociedad en los últimos tiempos. Soy consciente de que esta es mi era y eso es una responsabilidad.
¿Qué es lo que más te gusta de hacer música?
Lo que más me gusta es hacerla. Si bien es mi trabajo, es un privilegio muy grande dedicarme a esto que me apasiona. De algún modo, también es una misión, un servicio a la comunidad. No creo que el músico sea un ser sobrenatural, elevado o diferente. Somos iguales al resto, pero tenemos suerte de poder hacer algo hermoso como la música, que genera felicidad y sensaciones a la gente. La música cumple una función, no dejan de llamarme la atención los mensajes de la gente emocionada, contenta, siempre agradeciendo. Ahí se cierra el círculo del privilegio que es poder hacer música.
No será sobrenatural, pero los artistas tienen un «podercito» de conmover, ¿te sigue sorpendiendo la reacción de la gente?
Me conmueve, total. Claramente implica una responsabilidad. En mi caso, creo que tengo una responsabilidad por tener un canal al que accede gente. Mucha gente escucha mi música y no deja de sorprenderme, nunca. A veces, cuando uno entra en la vorágine – shows, giras, premios – se enrosca y olvida lo que es. Pero ahora que el mundo está en pausa o cámara lenta, lo puedo disfrutar y agradecer más. Soy más consciente de lo que significa ese privilegio. De haber podido estudiar; como pasaba en mi barrio, de chico volvía de mi clase de guitarra y jugaba al fútbol con otros pibes que venían de vender medias. Por eso, no creo que el músico sea un ser extraordinario, sino alguien con un privilegio muy grande y con un marco que le permitió hacer esto. Cada uno lo ve como quiere y puede, pero yo lo siento así. Lo agradezco como privilegio, poder y responsabilidad.
¿Cómo es Juan más allá de la música?
Soy una persona que intenta cada día ser mejor persona. En el mundo como está, creo que es más importante hacer el bien y disfrutar las pequeñas cosas: la familia, los amigos, el cariño, la música. Los seguidores y todo eso no están cuando se me acaba la batería del celu. Quizá eso se nos está desfigurando de a poco con los nuevos mandatos de éxito. Esta vida es un surfing constante.
Hace dos años dijiste en una nota que recién estabas entendiendo si te gusta hacer esto o no, ¿hoy cómo lo ves?
La verdad que hoy, que no se puede como antes, me doy cuenta que lo amo y que no puedo hacer otra cosa. La música es realmente mi vida y estoy feliz de que así sea. Me genera muchas sensaciones, enriquece mi yo y para afuera también, me resulta bueno poder convidar sensaciones.
¿Algo más que destaques de esta nueva normalidad?
Estoy aprendiendo día a día, todavía no sabemos si esto va a durar uno o diez años. Creo que el hoy es lo más importante. Como dice Julieta Venegas en su tema: «El presente es lo único que tengo».
«Casamiento» tiene todo para ser un hit latino, ¿cuán cerca te sentís de lo latino?
Me encantaría llevar un cartel que diga «Viajemos a la playa» a Plaza San Martín (Córdoba) y hacer que la gente lo diga. Nadie va a decir la «ese» y van a decir «plagga». No son cosas que yo me cuestione al hacerlas, sino después. Yo nací en Córdoba, en una ciudad mediterránea, con una música provincial de origen europeo e influenciado por música isleña y del caribe, dominicanos, puertoriqueños, hablamos en español, somos nietos de italianos y españoles. Se cree que para ser latino hay que hablar diferente, pero somos latinos. Me siento latino, lo soy y me di cuenta en las giras. Está claro, pero uno es lo que se siente y eso ahora está más claro que nunca.
Sale La Batalla, ¿qué querés que pase?
Primero, que salga. Después, pienso que mi poder existe hasta que la música sale. Una vez que sale, no puedo controlar nada. Por eso he aprendido con el tiempo a generar expectativas solo de lo que puedo hacer. Lo otro no depende de mí, así que es como tirar una botellita al mar con el disco adentro, enrolladito. No sabés a quién, cuándo, ni dónde va a llegar. Eso es lo mágico: una vez que sale, ya está. Ojalá que pase lo mejor, que lo escuche la mayor cantidad de gente y guste, pero no depende de mí. Eso hasta me gusta y me entusiasma.