Apenas trece días después de la caída de las torres gemelas en 2001, Jimmy Eat World lanzó el single Bleed American. La canción, que también daba título al disco, no podría haber llegado con peor timing; no solo por la lógica sensibilidad que produjo el ataque del 11 de septiembre, sino también por la propia historia que venía acarreando el grupo.
Luego de que Static Prevails (1996) y su sucesor, el seminal Clarity (1999), no cumplieran con las expectativas de Capitol Records, el sello había decidido cancelarles el contrato. Bajo sus propias reglas y financiando ellos mismos la grabación de nuevos temas, la fortuna –no sin algunos baches– parecería cambiar. Bleed American logró capturar un espíritu revanchista que, con enormes capítulos de punk emocional y baladas, parecía decir “Estamos en nuestras propias manos. O nadamos o nos hundimos”. Pero así como ocurrió con otros artistas en aquellos meses, una razzia cultural obligó al sello a cambar el título al disco. Y entonces llegó The Middle, aquel himno upbeat que MTV y las radios abrazarían con todas sus fuerzas.
A 16 años de eso y a 24 de su formación, Jimmy Eat World vivió de todo. Desde la experiencia anómala de compartir sótanos con bandas como Christie Front Drive, The Get Up Kids y The Promise Ring –aun siendo editados por el sello de los Beatles en Estados Unidos– a ser celebrados por Taylor Swift, pasando por tener un disco de platino a vender cada vez menos; el cuarteto de Arizona nunca perdió su credibilidad.
En toda su carrera colaboraron con productores de un mindset variado como Mark Trombino, Butch Vig, Alain Johannes y Gil Norton. ¿Qué fue lo que le dio Justin Meldal-Johnsen a Integrity Blues?
Yo veo el hecho de trabajar con un productor como una enorme oportunidad para aprender. Especialmente con esos que nombrás, todos lo hacen de una manera distinta, y el colaborar con ellos es un proceso fascinante. Para Integrity Blues, quisimos mantener esa rueda en movimiento. Es genial porque esa diferencia de approach y método se traslada a las decisiones creativas y a cómo va a terminar sonando el disco. Así que era importante para nosotros trabajar con una persona nueva. La decisión de hacerlo con Justin fue basada en las ideas que él tenía. Fue importante para nosotros estar pendientes de nuestro proceso y no tener miedo de probar cosas nuevas o incómodas en un principio, y Justin también quería eso.
Hace poco te referiste a la creación de este disco como “una maldición de tres años”. ¿De qué se trata eso?
Hay cosas buenas y malas. La gente quizás lo ve como: “Se toman tanto tiempo entre disco y disco, que cuando sale su nuevo material quizás pierden la expectativa que construyeron desde el disco anterior”. Pero creo que eso es liberador porque ese impulso deja de estar ahí. Cuando desapareciste por tres años, es como volver a darte a conocer y es también una oportunidad para hacer lo que querés sin la necesidad de impresionar a quienes ya tienen una idea formada sobre vos.
Es un desafío…
Claro. Especialmente ahora que es tan fácil hacer un disco que suena bien y que lo podés editar rápido. Sacar eso de la mesa y no competir en esa carrera es un sentimiento increíble.
¿Trabajar en el estudio de ustedes también ayuda a ese proceso?
Hay cosas buenas y malas en eso también. Tenemos nuestro lugar y ahí hicimos varios discos, pero somos el tipo de personas que necesitan una fecha límite, sino podemos seguir trabajando sin parar [risas].
Con tu proyecto solista, el emprendimiento de Rick con CaskWerks y los otros miembros haciendo sus cosas, ¿contribuyó en algo ese tiempo libre de Jimmy Eat World al nuevo disco?
Creo que sí. Venimos operando bajo este plan desde hace muchísimo tiempo: escribimos canciones, hacemos un disco, nos vamos de gira. A eso le sigue escribir canciones, hacer un disco y salir de gira. Sentimos que teníamos que hacer algo distinto, distanciarnos y hacer otra cosa. Dejar que la vida nos inyecte con otras perspectivas.
Pero antes lo habías hecho con Go Big Casino y no como Jim Adkins.
Es que sentí que era interesante salir solo. Con la banda estás escuchando lo que los otros hacen y contribuís en eso. Es una mezcla rara entre manejar y ser el acompañante, al mismo tiempo. Pero no siempre depende de vos el hacer ambas cosas, y cuando tocás solo, sos el único responsable de la dirección y de la expectativa de lo que ocurre. Y podés cambiar eso instantáneamente si querés, basado en cómo te vas conectando con la gente, cómo te sentís en tu espacio mental individual. Yo sentí que eso me iba a servir para ser un mejor músico y aportarle mejores herramientas al grupo. Suena contra indicado, pero el alejarnos de nuestra banda por un año fue la solución.
Sorprende que hayas emprendido esa búsqueda luego de que JEW haya pasado la marca de los veinte años.
Siempre tenés que estar buscando. No importa si llevás veinte años en una banda u ocho meses. Ponernos en una situación incómoda y desafiante, eso estaba en nuestras cabezas al hacer Integrity Blues. Ya sabíamos lo que íbamos a obtener si hacíamos las cosas de la misma manera. ¿Y qué razón tenía de existir nuestro noveno disco si no probábamos cosas nuevas?
Desde afuera algunos se refieren a ustedes como los sobrevivientes de una escena y de otras cosas capaces de destruir a cualquier grupo. ¿De qué forma mantuvieron el enfoque y la salud de la banda?
[Piensa] Somos muy conscientes de lo afortunados que somos. Y a medida que pasa el tiempo, es cada vez más fácil encontrar cosas por las cuales sentirnos agradecidos. Eso alimenta nuestro deseo de hacer más música. Al día de hoy, sigo teniendo la sensación de que tengo una enorme ventaja en el hecho de poder hacer lo que me gusta.
Vienen a Sudamérica por primera vez en un momento distinto al de “Bleed American”, donde quizás tenían mayor exposición. ¿Cuáles son las expectativas?
¡Veremos qué pasa! Antes de cualquier show, ya sea en un lugar donde tocamos bastante o en una ciudad nueva para nosotros, tratamos de correr a un costado la expectativa. Eso nos permite conectar con la gente, darle frescura a lo nuestro y estar ahí presentes en lo que ocurre en ese momento.
Podés conseguir tus entradas para el Lolla acá: $2750 el pase por los dos días y $1750 el pase por un día.
Después de ver a Jimmy Eat World en Lollapalooza debería simplemente morir porque ya habré visto en vivo a todas mis bandas favoritas.
— fran (@fffroni) 1 de febrero de 2017
Ojalá que Jimmy Eat World toque Dizzy en el Lollapalooza. O mejor no porque fijo lloro.
— fran (@fffroni) 9 de febrero de 2017
Único motivo por el que iría al Lollapalooza sería Jimmy Eat World
— LU