Imagine Dragons llegó a nuestro país con todo para ganar, y la sensación luego del recital que dieron en Tecnópolis es que apenas empataron. Después de conquistar el mundo con su álbum debut, Night Visions (2012) anoche presentaron su segundo trabajo, Smoke + Mirrors (2014), con la energía que los caracteriza pero con un sonido deficiente y todavía bastante que pulir en la interpretación de las nuevas canciones.
Uno de sus grandes aciertos fue comenzar con la canción Shots, de las mejores de su segundo disco, que conmocionó al recinto en saltos y gritos de alegría. Pero continuando con Trouble, It’s Time e It Comes Back to You, de a poco el recital fue cayendo en una meseta producto de la combinación entre el pésimo sonido con una banda que quizás se siente mucho mas cómoda jugando de punto que de banca.
Cuando vino el año pasado al festival Lollapalooza, Imagine Dragons tuvo que ganarse su lugar de preferencia entre varios artistas de interés, y en aquella ocasión la banda salió a comerse cruda a la audiencia para demostrar por qué tenían que quedarse a escucharlos. Anoche, sin embargo, se los notó un poco más aburguesados, una actitud bastante jugada para una banda cuyo fuerte es la entrega en vivo.
En la segunda mitad del concierto, quizás atentos por todos estos detalles, el sonido mejoró notablemente, sobre todo en la batería y percusión, y el cantante Dan Reynolds transpiró un poco más interpretando el rol que más resultado le dio a la banda: el de la entrega total. Estas mejoras, combinadas con la seguidilla de los mayores hits del grupo (On Top of the World, I Bet My Life, Friction y Radioactive) dieron como resultado una segunda mitad mucho más enérgica, cerrando el show en lo más alto, como se merece una banda del calibre de Imagine Dragons.
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