Hay una dualidad que atraviesa a las canciones de Ignacio del Pórtico. En su álbum debut, Regalos del sosiego (Celiac Discos, 2015), lo que atrapa es el tejido armónico generado por notas arpegiadas y un sinfín de pequeñas melodías. Pero si buscamos en YouTube las versiones íntimas que Ignacio interpreta en solitario, las mismas piezas muestran a un cantautor austero y con una capacidad expresiva descomunal. A la hora del vivo, el formato de la banda (con integrantes que van y vienen, pero con tres guitarras, bajo, batería y teclado permanentes) inclina la balanza en favor del entramado de texturas y sonidos; no obstante, la imagen de una habitación de adolescente tomada por instrumentos y cables forma parte del ADN de esta música tan delicada y ensoñadora, que tiene una lírica cargada de nostalgia dominguera.
En noviembre de 2016, Ignacio cumplió un sueño al abrir el show de Mac DeMarco en Niceto. Su mayor mentor (no solo a nivel musical, sino también en cuanto a imagen e interacción en las redes) lo invitó a cantar y confirmó una comunión que resultaba previsible. Nada mal para un joven misionero sub-20 que, de entrada, fue comparado con grupos como Wild Nothing, Real Estate o, más acá, Jaime Sin Tierra. Todo gracias a esas diez canciones grabadas en un parate de su banda de cabecera, La Otra Cara de la Nada, que prepara su debut a través del naciente colectivo Yolanda Discos. Una carrera solista que empezó por accidente, pero que mantiene una idea madre: la música es un bastión generacional, algo que puede tomar forma de banda, de álter ego, de sello autogestionado o de proyecto con amigos. Todo como parte de una misma cosmovisión.
En abril, Ignacio del Pórtico tocó por primera vez en Chile. En los planes asoma un viaje a México y, aunque él no diga (o sepa) nada, más de un festival con grilla internacional. En ese contexto vertiginoso, la ansiedad por seguir creciendo como productor no cesa: “El segundo disco lo vengo componiendo e imaginando desde hace casi un año y medio, ya está todo maquetado. Lo pienso de una manera muy alejada del primero, por más que tengan similitudes en esto de ser canciones viejas y adolescentes: ahora veo la música –y especialmente mi música– con otro enfoque. Me quiero zambullir en las ideas y en la producción, en la sonoridad y todo lo que eso conlleva. Kilómetros de diferencia de calidad de audio y un enfoque más conceptual”.