Su agenda está repleta de viajes y proyectos con ansias de innovación. Mientras termina de producir el último disco de Café Tacvba (ya conocimos los adelantos Futuro y Un par de lugares), anticipa para mayo un nuevo espectáculo de danza basado en la música de Bajofondo, bautizado Arrabal, que se estrenará en Boston junto a la American Repertory Theater. Ahí coordinará una orquesta con la expectativa de saltar posteriormente a Broadway. “Es una historia sobre la Argentina posdictadura militar”, destaca.
¿Cuán importante es la política en tu vida y obra?
Más que la política, que está tan manoseada, me interesa la ideología, por eso la tomo con pinzas. La mayoría de los políticos son oportunistas o corruptos; y los que no lo son, y hasta los mejores intencionados, forman parte de un sistema que los supera. De ellos, lo importante en realidad son las ideas que implementan. Es un tema delicado. La gente ya no aguanta más y por eso vota a Donald Trump. Suceden ese tipo de deformidades. Han instalado estos sistemas como la democracia, pero la verdad es que no la veo. Igual, tengo esperanza porque soy un tipo superoptimista. En mi obra hay ideología. Es cómo vos te parás frente al universo, a la sociedad, al mundo que nos toca vivir, a la desproporcionada distribución de la riqueza, que está en manos del uno por ciento de la población, lo que es ridículo. Eso es lo que me preocupa. Siempre digo que mi “ista” es de artista.
Siempre indagaste en preguntas y cuestiones existenciales. ¿En qué creés ahora?
Creo que Dios está en todo, en cada partícula al mismo tiempo. No creo en la casualidad, sino en que todo pasa por algo. Me encuentro interesado en el paradigma del hombre frente al universo y como ser de este planeta. Creo que se avecinan grandes cambios en nuestra sociedad. Cambios de conciencia hacia una nueva realidad. Confío en que se viene un mundo más justo y armónico. Yo creo, como marcaron con el calendario maya, que estamos en un momento de transición. Estoy bastante interesado en el mundo de Jean Pierre Garnier Malet, que habla del desdoblamiento del universo y cómo lo interpreta a partir de la cuántica. Creo que todo posee una forma dual y que nosotros tenemos un cuerpo físico y otro energético, que se mueven en espacios y velocidades distintas. Pienso de alguna manera que todos somos uno, parte de una misma cosa, y que todo lo que hacemos afecta a los demás.
¿Cómo fue trabajar con Leonardo DiCaprio?
Before the Flood [Antes que sea tarde] fue un proyecto maravilloso. Me encantó la convocatoria de Leonardo, porque es un tema que me atrae muchísimo. Me interesan los planetas en general y el universo, y entiendo que nuestra casa es nuestro planeta y debemos preservarla de la mejor manera. En ese sentido, creo que estamos en problemas. Él está comprometido con el cambio climático y le preocupa desde chico. No es una cosa inventada. Las Naciones Unidas lo eligieron como embajador para que recorriera el mundo con este tema. A mí me dio la oportunidad de trabajar con Trent Reznor y Atticus Ross, y salió una música alucinante.
Después de haber ganado dos premios Óscar por Secreto en la montaña y Babel, Santaolalla recibe a menudo ofrecimientos de todo tipo, incluso fuera de la pantalla grande. De hecho, ya compuso en conjunto con John Williams (Star Wars, Indiana Jones, Superman, Tiburón, E.T.) más de 20 canciones para El laberinto del fauno, el musical que Guillermo del Toro realizará junto al Cirque du Soleil (se estrenará en Londres, en 2019); está terminando la música del videojuego The Last of Us 2 para fines de 2018; y se entusiasma con la gira que encarará con su propia banda (“Espero viajar con el grupo por toda la Argentina, Latinoamérica y Estados Unidos”, afirma). La energía creativa de este hombre nacido en Ciudad Jardín es materia de estudio y probablemente sea una de las razones de su éxito. “Yo grabo todo el tiempo. Hago cosas para películas o para lugares específicos. Si tengo material, si tengo ideas, voy desarrollando música a la que después le encuentro lugar, ¿entendés?”, explica pacientemente en los Estudios F de Saavedra, donde cada vez que viene a Buenos Aires registra ideas junto a su amigo y socio de siempre, Aníbal Kerpel. “Lo lindo del proceso de creación es que te conecta con un mundo energético, lo que está más allá del mundo físico, y te permite mover más allá del tiempo y el espacio. Esa etapa creativa es un lugar de luz, de energía máxima donde se pierde la noción del tiempo y el espacio”, describe.
Se te ve feliz con tu nueva banda…
Encontré unos compañeros increíbles para laburar. Con Javi [Casalla, violín] vengo hace mucho por Bajofondo, y ahora se sumaron otros músicos buenísimos. A Barbarita [Palacios] le produje un disco y quería contar desde siempre con el tema de las armonías y poder cantar a tres o cuatro voces. Ahí apareció Nico [Rainone], que tocaba el cello y el contrabajo con ella, y a mí me encantaba como músico, porque además toca la guitarra y canta muy bien. Después aparecieron la batería y los teclados. Me gusta mucho Acá Seca Trío, y ahí vi a Andrés [Beeuwsaert], a quien, además del piano, hice tocar el vibráfono y el Hammond. Y bueno, a Pablo [González] lo conozco de Illya Kuryaki y por lo que hace con Ramiro Flores, un saxofonista y vientista que tiene un álbum excelente llamado El jardín de Ordóñez. Se dio perfecto, enganchamos bárbaro, no solo musicalmente, sino humanamente. Hay una sincronía total. La idea con este grupo es girar, sacar un DVD y un álbum con cosas nuevas. Por ahora, no sé qué vamos a hacer exactamente. El 21 de mayo tocamos en Montevideo, en el Teatro Solís. Quiero grabar en el futuro canciones pensadas con la banda. Con esta gente me muevo muy a gusto y muy tranquilo.
¿Cómo fueron los primeros shows y volver al escenario después de tanto tiempo?
¡Debutamos en el Colón! [risas]. Los primeros tres shows fueron experiencias bien distintas, maravillosas y con una respuesta del público increíble. El Colón tiene un montón de carga. Teníamos la presión de que era la primera vez que tocábamos juntos y encima en un espacio como ese. De todas maneras, fue increíble el nivel de tranquilidad que tuvimos, a nosotros nos llamó la atención haber estado tan cool. Después vino el CCK, que fue mucho más relajado, y luego el programa de televisión [se presentaron en Encuentro en la cúpula, conducido por Lalo Mir].
¿Te importan los aplausos?
Conozco esto desde muy chico y sé distinguirlo. Me gusta que la gente aprecie lo que uno hace. Me siento útil, siento que hago algo que sirve. Me gusta afectar positivamente. Ya sea con la música mía, con los discos o con las películas. Son objetos artísticos que de alguna manera van a tocar a la gente y la van a ayudar a pasar mejor el día o hacerla pensar. Me gusta esa sensación. Creo que el artista proporciona un servicio, reorganizando la realidad de una manera peculiar. Los artistas se acercan a la realidad de otra forma y eso a la gente le hace bien. De alguna manera, desordena y cambia de lugar las cosas, y eso libera. Por eso, las personas van a un concierto o escuchan música, y se sienten bien. Cuando oís el aplauso, en cierta manera has logrado eso, la audiencia te está diciendo “Me hiciste sentir bien”.
¿Respetás los hits? ¿Cómo te relacionás con la música masiva?
¡Totalmente los respeto! Siempre hay talento en algo que toca a la gente de forma masiva. Después podemos analizar qué tipo de talento es ese. No podés discutir a la gente o explicarle que un artista que llena diez Luna Park no sirve. No podés decir que eso no es válido. Eso es faltarles el respeto a un montón de personas que encuentran en ese artista algo que reverbera en ellas. En todo caso, podés pensar que esa música no te llega o no sincroniza con vos, ¡perfecto!, pero no despreciar lo que hace otro porque no te gusta o no te llega. De ahí a creer que esa música no debería existir, me parece ridículo y medio facho como concepto. Hay distintos tipos de talento. Mi viejo, que era un tipo increíble, siempre decía que el tiempo ecualiza todo. Ahora, a los 65 años, tengo una relación con el tiempo diferente que a los 18, y me doy cuenta de eso. Cuando tenés una canción y perdura a través de los años, es porque obviamente posee algo que conecta a los seres humanos de manera inequívoca. Es siempre interesante ver y apreciar eso. Y cuando las canciones son buenas, se van a poner de pie perfectamente. Si una canción es reconocida por tanta gente, es porque algo tiene.
¿Existe la música más sofisticada? ¿Qué diferencias encontrás entre las canciones más sencillas, las más complejas o las frívolas?
A veces, una cosa sencilla puede ser superdifícil. Cuando en la música algo es fácil, ¡guarda! Cuando alguien te dice de grabar un tema “fácil”, olvidate, es el beso de la muerte y van a estar tres horas tratando de grabar eso. Me encanta el trabajo minimalista, lo uso mucho en las películas. El espacio, el silencio… Hay una música más intelectual, sí, pero el hecho de que tenga más acordes o más notas no la hace más o menos sofisticada ni determina si es más intelectual. Podés tener algo resimple, que parece cero intelectual, y a la vez estar diseñado como algo comercial. Eso es totalmente mental y no tiene nada de corazón, está hecho para matar. Es intelectual de otra manera, porque fue concebida con la cabeza y no con el corazón. Después podés tener algo sumamente complicado o complejo, y que no sea intelectual y esté lleno de corazón. La gente no analiza, escucha y percibe con todo su ser. Es la carga que vos le ponés. Hay cosas de Arco Iris que son muy sofisticadas, a nivel armónico con acordes extraños, sin embargo, suenan frescas y modernas porque son de corazón. Mi música tiene inteligencia y mucho sentimiento.
¿Reapareció el Gustavo cantor?
Estoy cantando mejor que nunca. Es el momento más grande de mi vida como cantante. Con los años amplié mi registro. Ahora canto más agudo y más grave, y tengo un manejo de la voz que me llevó todo este tiempo. Pienso ahora que cuando hice Santaolalla [1982] no pude presentarlo. Cuando hice G.A.S. [1995], tampoco. Después de Arco Iris, Soluna y Wet Picnic, dejé de cantar y me dediqué a producir [trabajó en más de 100 álbumes]. Con Bajofondo, recién canto en el último disco. Pasó todo este tiempo y siento que ahora es el momento de cantar esas canciones que nunca se habían presentado en vivo. Algo en la vida me hizo esperar a este momento.
¿Cuán importante fueron en tu carrera Arco Iris y tus primeros pasos en el rock nacional?
Dentro de la movida en esa época, Arco Iris fue enorme. Por momentos, fuimos la banda número uno. Tuvieron su momento Los Gatos, Almendra y Manal, y después seguimos nosotros. Luis se fue a Europa y empezó a armar Pescado. Manal se había separado y se armó un espacio que nos hizo muy populares. Tocábamos muchísimo por el interior. Vivíamos una vida muy particular, estábamos aislados del resto del rock, incluso artísticamente. Fuimos los primeros que incursionamos en la fusión con el folklore, y la “intelligenza” del rock no nos miraba con muy buenos ojos. No les parecía bueno eso de tocar una chacarera con guitarra eléctrica o de meter charango. Por eso, nuestro reconocimiento en aquel entonces fue distinto. Fuimos el primer grupo que tocó en la cancha de River, donde presentamos el LP Sudamérica [1972]. Capaz que la gente ni sabe eso, pero así fue. Después nos separamos, vino Soluna y apareció la generación de Sui Generis y León, que eran fans nuestros.
Después, el reconocimiento te llegó como productor…
Sí. Comencé a trabajar como productor, y cada cosa que hacíamos era un boom. Siento que soy responsable de una movida que penetró en los Estados Unidos y otras partes del mundo como un movimiento de rock alternativo latino. En cierta manera, creamos el rock en español. Ahora leí que Juanes volvió a usar los conceptos de loops que aplicamos en aquella época. Trabajé mucho en México con Café Tacvba, Caifanes, Julieta Venegas y Molotov. Ahí armé mi sello (Pirca). Eso me dio el reconocimiento de los Grammy, y después pasó lo del cine, que es algo gigante. A veces pienso en todas las cosas que hice y son tantas… Arco Iris, Soluna, Wet Picnic… volví de los Estados Unidos e hice Santaolalla, que fue el primer disco en la Argentina con la impronta new wave, punk, hice De Ushuaia a La Quiaca, viajando por todo el país, haciendo grabación móvil… la gente pensaba que estábamos locos. Fue 15 años antes que Playing for Change o Buena Vista Social Club. Eso fue un hito. Ahora, con lo del videojuego (The Last of Us I y II), que es algo enorme, me encontré con un universo nuevo y puedo llegar a otra gente y a chicos de 13 años que no pueden creer cuando les digo que yo hice la música. Ahora siento que acá hay un interés en mí como artista y me gusta, porque nunca recurrí a cantar Mañana campestre para continuar mi trabajo. Siempre preferí hacer cosas de vanguardia, como Bajofondo. Entonces, es un lindo desafío armar esta agrupación y poner acento en mi concierto en material que la mayoría de la gente no conoce. Tengo gran cantidad de canciones que quiero dar a conocer. Siento que tocando ¿Quién es esa chica? (1970), Abre tu mente (1970) o Canción de cuna para un niño astronauta (1970) estoy haciendo vanguardia otra vez. Son cosas que compuse cuando tenía 18 años y me doy cuenta de que son recontramodernas y que podrían ser de Tame Impala o cosas de hoy.
¿Qué estás escuchando?
Escucho de todo. Del palo rock, Tame Impala me encanta. Me gusta este pibe King Krule. Trato siempre de estar actualizado. Me gustan mucho Kendrick Lamar, Kamasi Washington –un músico nuevo de jazz–. Estoy muerto con un disco de él que se llama The Epic. También estuve escuchando bastante de acá: Ramiro Flores, el grupo Román, Los Espíritus, Él Mató, Loli Molina…
¿Sentís que la música en general está atravesando un buen momento?
La música está pasando un momento increíble. Más allá del negocio y de que no se sabe bien de quiénes son los derechos y esas cosas. Hay cambios en todo sentido. Cada vez hay más posibilidades de conocer lo que hace otro, intercambiar, enriquecernos musicalmente. Lo veo muy positivo. Igual, Internet es un arma de doble filo. Tiene sus lados positivo y negativo. Es muy útil, sirve muchísimo. Sin embargo, creo que hay una red más sutil, energética, con la gente que está en sintonía con la misma cosa y que genera otro tipo de red. Esa red existió siempre, cuando yo era chico también estaba.
¿Qué te falta hacer?
Viajar a Marte y, por supuesto, hacer música en el espacio exterior.