Con casi 53 años de edad y 30 de trabajo en la música, Gilles Peterson se construyó a sí mismo como un jugador versátil. Mitad francés, mitad inglés, se desarrolló en ese epicentro cultural que es Londres y se cargó al hombro todas las etiquetas posibles. Es productor, DJ, conductor de radio, coleccionista de vinilos, jefe de su propio sello y, desde hace unos años, papá.
Según confiesa desde su casa/estudio/compañía intitulada Brownswood, “los discos y los chicos no funcionan”. Por eso tiene otra casa a un par de metros de distancia en donde vive su familia. “Allá no necesito los discos, acá tengo una buena cantidad. Siempre estoy ordenándolos, es como mi pequeño museo”, asegura Peterson.
Como en todo museo, siempre está la pieza más valiosa. El santo grial que vale mucho más que dinero. Si hubiera un incendio en Brownswood y tuviese que salvar tan solo un disco, Peterson se iría corriendo con What Colour Is Love (1973), del cantante estadounidense de soul y folk Terry Callier. “Me lo regaló el propio Callier hace muchos años, cuando trabajé con él. Primero sacó una copia en álbum doble, pero cuando se los hizo escuchar a los de la compañía, le dijeron que era muy largo, que tenía que acortarlo. “Esa copia única está en mi casa, es como mi Picasso”.
Cuando no se encuentra en su casa es porque alguna gira lo llevó como DJ a algún país del mundo. O porque está conduciendo su propio programa en la radio BBC 6, lo que lo obliga a estar atento a las nuevas tendencias musicales. Según explica, lo que está ocurriendo desde hace dos o tres años y a nivel mainstream es el ascenso del grime.
“Es la primera vez que el Reino Unido tiene su propia voz en el hip hop, y finalmente la encontró en el grime. Estos últimos años, la juventud se dedicó a desarrollar esa música que antes solo se escuchaba en el underground. Pero el Reino Unido siempre se está reinventando, por eso lo quiero tanto. Nada permanece ahí arriba durante mucho tiempo, siempre hay alguien cerca que lo está haciendo de una manera diferente y cambiando las reglas del juego”.
Para Peterson, el contexto sociopolítico alimenta el movimiento artístico. Desde que el Reino Unido votó por su salida de la Unión Europea (Brexit), algo cambió para siempre. “Hay confusión, la gente no sabe qué va a pasar –explica–. Nunca había visto algo así, algunos jóvenes están pensando en irse de Londres. Es cierto, los últimos años fueron difíciles, hubo terrorismo y cambios muy fuertes en la política mundial. Pero creo que por eso es un gran momento para la música. La sociedad está empezando a reaccionar contra eso a través del arte. Es un momento interesante, hay mucha música”.
La experiencia en su propio terreno lo llevó a transformarse en referente y también a entender la lógica de su trabajo, a encontrarle un método. “Llega un punto en el que ya no tenés nada que demostrarte a vos mismo. Hace unos años comencé a sentir que estoy llegando a la línea de meta, pero no en el sentido más extremo. Estoy en ese lugar en donde me siento un poco menos inseguro, estoy seguro cuando hago mi trabajo. Pero todavía me gusta encontrarme en situaciones difíciles”, afirma.
Difícil fue cuando pasó cuatro días seguidos en un estudio de grabación en La Habana, Cuba, sin aire acondicionado –según recuerda muy bien–, junto al pianista Roberto Fonseca y otra docena de músicos locales de todos los géneros. El primer resultado de esa combinación antropológica fue editado en 2009 bajo el título de Gilles Peterson Presents Havana Cultura (New Cuba Sound), y se trata de una de las obras cumbres del DJ que por aquel entonces comenzaba a dar sus primeros pasos como productor.
“Es muy importante hacer discos en otros lugares, trabajar con colegas de otras culturas, escribir artículos, hacer mis programas –enumera Peterson–. Nunca tenés que estar satisfecho con tu propio éxito, en el juego de la música no podés dormir. Bueno… ahora puedo dormir un ratito, pero igual no quiero”.