Es difícil tratar de describir a Gauchito Club. Desde su nombre, el grupo comandado por los hermanos Gabriel y Sasha Nazar (también bajista de Usted Señálemelo y Cien Peces Piensan) es desconcertante en cada paso que da. Felizmente, su música sigue esa motivación y no duda en combinar ritmos caribeños con momentos que remiten a la explosión del rock latino de mediados de los 90. “Chaparrón”, por ejemplo, incluye un fragmento de la tradicional canción infantil “Que llueva, que llueva” (la de la vieja que está en la cueva), pero termina linkeando con los vientos extasiados del último Chance The Rapper. En el otro extremo, “La pibita” describe una realidad que en la mayoría del rock y el pop argentino está ausente, y regala una de las mejores versiones de Bruno Beguerie Petrich y Simón Saieg, de Perras On The Beach.
En un caso o en otro, y a lo largo de todo Guandanara, la fortaleza de Gauchito Club recae en sus coloridas composiciones. Este primer álbum está cargado de postales contemporáneas con toques absurdos, un sentido del humor bien marcado y hasta una versión propia de la tonada mendocina. La seguidilla de hits (sí, hits) en potencia como “Ay chinita”, “La comunidad”, “5 medicinas” o “The king of achuras” (con una parte final que repite “comamos asado” en plan de soul latino) garantiza la continuidad de la experiencia, con toques ibéricos y ADN de cumbia como parte de la receta. En definitiva, una verdulería musical que mezcla raíces tradicionales con referencias de todo tipo y un ingrediente fundamental: la falta total de prejuicio.
“Tengo que comprender que abrir la puerta / es más fácil que salir cuando estaba abierta”, dicen los hermanos Nazar en su himno a la parrilla, cuyo video protagonizó el auspicioso debut en las redes de Gauchito Club hace dos años y medio. Eso parece confirmar un primer disco que arriesga en cada hueco y no se guarda nada. Los mejores momentos de grupos como Bersuit Vergarabat y Calle 13 aparecen aquí y allá, en ese espíritu de fiesta que atraviesa al disco sin condicionarlo. Canciones como “La montaña” sintetizan la búsqueda de un grupo que, ante todo, elige el baile, la risa, la épica de las pequeñas cosas. Desde esa base, la banda mendocina es capaz de animar cualquier celebración sin perder la sensibilidad y el filo de todo buen cancionero popular.