Siempre con un pie en lo cósmico, hoy Rodrigo Lalli (ex Aloe y Plexo Rleaxo) apuesta a Galean con El Mago, 9 canciones hechas en casa. Es su primer trabajo solista desde el EP Primera puerta del alma y el LP Tejiendo la marea, ambos en 2016. Personal, esotérico y viajero traza un mapa que nos pasea del indie al realismo mágico.
Con Aloe osaban tocar temas que no estaban grabados o armar fechas muy separadas entre sí. Tocaron en Lollapalooza, Niceto, el Konex, el Ópera y el Vorterix, pero grabaron un disco y ahí se terminó. Ahora, Rodrigo concentra sus energías en Galean (su apellido materno), un proyecto que lo tiene al frente y lo obliga a sentar cabeza en la búsqueda de nuevas combinaciones voladoras.
El Mago le hace honor al título con temas impredecibles y notas que quedan resonando en el ambiente. Genera clima. No desiste. Inventa baterías con chapas o golpeando mesas. Usa frascos, agua y roces. Pitchea como Portishead. Usa guitarras híper procesadas, coros, beats downtempo y hasta toques hindúes. Inventa algo donde antes no había nada. Y, de repente, dice Rodrigo, “nace una canción”.
‘Salís de tu casa a buscar la sensación que estaba desde antes, antes de nacer’. Sitúa los miedos, quiere trascender. En sus temas, narra fragmentos del cotidiano y los lleva a un plano más elevado. En “La canción que guía” hay un jarrón que se parte sobre la paciencia y una poesía que crece como hiedra tierna. Es un ser que mira desde afuera. Observa la tierra y quiere encarnar en alguien. Mantra 1: saltar de sueño en sueño. Mantra 2: pasear sin miedo en un mundo sin forma.
Agudo, fragmentado y poético, es imposible no linkearlo con “El Flaco” Spinetta. “Compartimos un imaginario, venimos del mismo planeta o tenemos un alma en común, pero la verdad es que es una influencia inconsciente porque no lo curtí tanto”, dice desde su home studio. Para el arte de tapa se inspiró en el Arcano mayor del Tarot y le agregó toques renacentistas. Mientras sostiene una daga del gauchito gil y enciende una vela, sus objetos más preciados se despliegan sobre una larga mesa: desde una pintoresca calabaza que le regaló un luthier amigo hasta un puñado de tomillo que cosechó su abuela.
Convencido de que la textura de los temas está influenciada por el hip hop y lo fi, el estudiante de astrología toma lo que más le gusta de los sesenta y lo trata de actualizar.
Bañada en melancolía psicodélica y lírica sensorial, su música exige atención. Rodrigo salmonea contra la corriente. No quiere complacer a nadie pero tampoco quedarse afuera. Con 26 años y los astros a favor, dice que se la juega toda y que está dispuesto a dar batalla desde su individualidad.