Con raíces jamaiquinas y un abordaje propio del reggaetón, Gala Brickles es una de las caras del crecimiento del neoperreo en Argentina. Entre el dub y el meneo como reivindicación, una invitación a bailar sin prejuicios.
De algún tiempo a esta parte, la música urbana se instaló como una variable capaz de atravesar a toda la cultura pop argentina. Desde referentes de la cumbia del conurbano hasta figuras mainstream como Lali o TINI incorporaron poco a poco cadencias más caribeñas y repiqueteos rítmicos propios de puertorriqueños, dominicanos y otros antillanos. Sin embargo, lo que muchos experimentaron como una necesidad de estar al día con el mercado, otros (y otras) lo abrazaron como una expresión asociada al baile y a la cultura del soundsystem. Es el caso de Galanjah, que años atrás supo ser tecladista del grupo Nairobi y hoy representa la marca y la filosofía Neoperreo (como fiesta y como género) al 100%.
Entre uno y otro extremo no hay tanta distancia. Gala Iglesias Brickles asegura haber bebido del manantial del dancehall jamaiquino, que primero la llevó a formar parte de una banda (como tecladista) y luego le indicó otro camino posible: un proyecto solista más anclado en música con intención de ser explícitamente bailable. En ese recorrido, la artista encontró un elemento fundamental para expresarse. El cuerpo en movimiento, la cultura del twerking y el feminismo se fundieron en una propuesta que encontró el mejor de los acompañamientos posibles. La chilena Tomasa del Real (algo así como la «inventora” de la idea de un neoperreo) sumó a Galanjah a su crew, al punto de incorporarla en su participación en el último Lollapalooza trasandino. En ese gesto, además, le dio visibilidad dentro de un circuito en plena expansión.
Luego de un primer disco mucho más ligado al dub (I, de 2016, editado por el sello Casa del Puente), la artista porteña comenzó a experimentar cada vez más con el reggaetón digital, hijo indiscutible del género puertorriqueño pero abordado desde una óptica mucho más outsider, incluso “tercermundista” y de bajo presupuesto. En ese proceso, Galanjah parece haber encontrado una nueva voz. Si “Dancehall Queen” o “Su talento”, ambas canciones publicadas en 2018, coqueteaban con una estética mucho más cercana a la acción que a la contemplación, sus últimos lanzamientos (“Mira mira” y “Shh!”) son una invitación concreta a menear hasta abajo. “Me pongo física en el escenario”, dice en su track más reciente. Más allá del poder de la frase, esas palabras parecen cobrar vida. Entre sus raíces jamaiquinas y su presente más anclado en la música urbana, Galanjah se da el gusto de construirse como artista bajo sus propias reglas.