En Buenos Aires llueve desde hace aproximadamente quince días y la mayoría de las personas ya está un poco cansada de la humedad. “A mí me gusta, es como Londres, pero más cálido. En todo sentido”, comenta el bajista William Cashion, mientras toma una taza de café por la mañana, en el lobby del hotel palermitano en donde se hospeda la banda. Han pasado pocas horas desde que tocaron por primera vez en Argentina: el 9 de mayo, Future Islands cerró una noche a puro ritmo en Niceto Club, en el marco del primer Walkman Festival.
El trío liderado por Sam Herring –y que se completa con Gerrit Welmers– es uno de esos raros casos en los que, si bien se puede decir que tenía todo para triunfar desde el principio –un frontman carismático; un sonido sólido, y moderno y retro en simultáneo; una historia para contar–, tuvo que valerse de muchas giras con más de cien shows por año, y una aparición estelar en el Late Night de David Letterman para hacerlo.
Es un grupo con trayectoria: doce años los separan desde su formación y cuentan con un sentido claro en su dirección artística. Hacen lo que siempre hicieron: componer y escribir sin alejarse de sí mismos, con respeto a esas personas que formaron la banda. Porque Future Islands le teme un poco al cambio y cada uno de ellos procura que nada de su entorno los afecte. Tanto quieren mantener los pies sobre la tierra que no temen pedirle a una periodista desconocida que les diga, con honestidad, cuál cree que fue la mejor canción del show.
¿Cómo sintieron el show en Buenos Aires?
William Cashion: Definitivamente sentimos una conexión con el público. Lo cierto es que cuanto mejor es la audiencia, mejor es el show que damos. Hasta el momento, todos los conciertos que dimos en esta gira en Sudamérica fueron muy buenos. Además, nos encanta conocer nuevos lugares e inspirarnos en ellos.
Gerrit Welmers: Sí, nos alimentamos de lo que sentimos por parte del público, y anoche sí que lo hicimos.
WC: Estamos por irnos a Europa, pero prefiero Sudamérica y no lo estoy diciendo porque sí, es en serio. Tal vez no se den cuenta, pero lo que pasa acá es diferente.
Ustedes dos componen la música, y sobre eso Sam escribe una letra. ¿De dónde viene la inspiración?
GW: La vida en general nos inspira, pero tampoco nos gusta pensarlo tanto, ¿no?
WC: Sí, es mejor no pensarlo tanto porque, si lo hacés, podés delimitarte un montón; sobre todo a la hora de hacer algo que es tan expresivo como el arte. Es importante mandarse y equivocarse, construir sobre los errores. Y con “mandarse” me refiero a que nosotros empezamos con un beat cualquiera. Sobre eso, Gerrit empieza a tocar alguna melodía y yo lo acompaño con el bajo. De un momento a otro, se transforma en una canción. Pero a veces nos toma años en convertirlo en algo. Sam tiene una lista de muchísimos demos en los que “nos mandamos” y los guardó; si siente la inspiración sobre alguno, escribe. Por ejemplo, nos pasó con “Through the Roses”, que escribimos la música de esa canción un año y medio antes de que saliera, cuando estábamos de gira con Singles. Sam vino un día y dijo: “Listo, terminé esta canción. Acá está”, y hoy es lo que es.
GW: Sí, nos pasa bastante de sacar canciones sobre viejos archivos. Solemos grabarnos mientras estamos de gira, por ejemplo, en una prueba de sonido. Tal vez, unos meses después, volvemos a esos audios para ver qué hay y sacamos una canción. Está bueno.
Después de haber pasado la barrera de la exposición, sobre todo con lo del show de Letterman y Singles, ¿creen que cambiaron?
GW: Nuestro alrededor cambió, pero a un nivel personal seguimos siendo los mismos. Creo sentirme de la misma manera que hace diez, doce años. Trato de que lo que nos pasa no determine quién soy. Es probable que alguien de afuera diga otra cosa, pero la verdad es que creo ser la misma persona. No sé, siempre trato de ser el mismo ser humano humilde que fui, sin importar el contexto.
WC: Sí, tratamos de que todo eso no nos afecte cómo encaramos un escenario o una gira o una grabación. Hacemos lo que hacemos desde hace años, y seguimos siendo los mismos. La verdad es que, con lo de Letterman, por ejemplo, no hicimos, ni tuvimos la intención de hacer, algo diferente a lo que siempre hicimos. Eso que se vio, éramos nosotros siendo nosotros, no lo forzamos. Lo que cambió fue el alcance de la llegada, pero éramos nosotros, nada más. Además, una de las mejores cosas de vivir en Baltimore es que nadie nos reconoce; podemos caminar tranquilamente, ir al supermercado, y nadie nos mira. ¡Es una buena lección de humildad!
¿Se imaginaron alguna vez este presente?
WC: Sam y Gerrit pensaron desde un principio que nos íbamos a separar, que no funcionaríamos. Pero yo no, siempre nos tuve fe. De alguna forma sabía que nuestra música era diferente, que la banda era distinta.
G: Yo pensaba que no llegaríamos a nada porque, en su momento, vivíamos todos en ciudades diferentes. No nos juntábamos a ensayar, casi no tocábamos, de hecho, hablábamos relativamente poco. Me imaginaba que sería una anécdota para contar en un futuro: “¿Se acuerdan de aquellos años en los que tuve una banda y obviamente no funcionó? ¿Qué habrá sido de esos tipos?”.
¿De dónde viene el grito característico de Sam?
WC: Cuando nos juntamos y formamos Future Islands teníamos un baterista. Tocar en vivo con una batería requiere que el resto se esfuerce mucho más: las guitarras tienen que sonar más fuertes, los teclados también y ni hablar que con la voz pasa lo mismo. Y Sam, que tiene un tono más bien grave, a veces tenía que esforzarse para escucharse por encima del sonido de la batería. Y así empezó a gritar, pero a gritar en serio. Finalmente, decidimos no tener a un baterista en vivo, pero Sam se quiso adueñar, en algún sentido, de esa energía que sentía al hacerlo. Y como reacción a eso también yo empecé a hacer más distorsión con la guitarra.