En la calle hay un ruido que aquí no llega. Florencia Ruiz está presentando su nuevo trabajo en una disquería spinetteana del centro porteño. Serán cuatro o cinco canciones, una guitarra criolla sin amplificar, algunas historias entre cada una de las tonadas. Spinetta, su halo: ese que sigue amontonando gente. Ella nació en Buenos Aires en 1977. Es guitarrista, música, compositora, docente. Su pelo, color cenizo. Debieran decirse, sobre todo, tres palabras: “hacedora de canciones”. Toda su obra arborece a partir de allí. Desde su debut, con Centro (2000), hasta su nuevo trabajo, Rumiante: todo toma forma de canción. A veces tanto más experimental, otras más acústica o apoyada en la imperfección del registro en vivo. En su derrotero –que incluye una docena de discos– puede señalarse lo hecho a dúo junto a Ariel Minimal (Ese impulso superior, 2007, un trabajo a puro latido folk) y el imprescindible Luz de la noche (2011): producido por Carlos Villavicencio, quizás su momento de mayor cercanía a un sonido de rock donde, entre los 15 músicos que colaboraron, se destacan el propio Minimal, Hugo Fattoruso y Jacques Morelenbaum. Enorme, hermoso, nocturno. Y hay que señalar, sobre todo, el trabajo a dúo que editó junto a Mono Fontana en 2016: Parte. Aquella edición fue hecha en una toma en vivo, con apenas unas pocas grabaciones encima, y a la par del ladero y tecladista preferido de Spinetta. Esto enlaza directamente con el flamante trabajo que está presentando y que la tiene por estos días en Buenos Aires, para luego partir de gira por un mes a Japón.
En Rumiante, la presencia de Mono Fontana no es solo instrumental –aporta teclados y sintetizadores en cuatro canciones–, sino que produjo casi la mitad del disco. “Es un encuentro completamente natural. A veces nos hacemos uno. Y con los años fuimos desarrollando un lenguaje común. A su lado he crecido y aprendido muchísimo: soy puro agradecimiento”, cuenta. Seba Landro, viejo conocido suyo, completa la tríada musical-compositiva y de producción; además de encargarse de guitarras, baterías, bajos y más, fue el productor del resto de las canciones. Todo el disco tiene un aire, un brillo experimental. Hasta deforme, por momentos. Y allí puede trazarse una línea con, por ejemplo, Björk. Ella sigue: “Rumiante tiene mucho de todes y creo que lo experimental es parte fundamental de Mono, de Seba y de mí. Eso es lo que nos une y le dio al disco un relato, una continuidad, un guion. El modo de encarar la canción de ellos dos es bien distinto, pero ambos buscan, exploran lo sonoro al máximo. Seba Landro y su modo de mezclar y darle a cada sonido una identidad. También, todo lo construido con el Mono es parte de mí hoy y no puedo ni quiero dejarlo de lado”.
Bien a su tiempo, Ruiz ha ido ensanchando su creación musical. Bajo una independencia casi a ultranza, cuenta con ediciones en México, Estados Unidos y, sobre todo, Japón. “No está bueno forzar la música, pedirle de más. Más bien siento que hay que darle, dedicarle tiempo y amor, y no permitir que se meta nadie entre vos y la música”. “Lugar nuevo”, “El árbol da” (“Si en el viento me ves, dejas de hablar, si repudio la piel, dejas de hablar / ¿Sabés quién soy? ¡sabés quien soy! / Dejar de hablar, dejar hablar para decir / Si en un cuento crees, abrís el mar / Si se cae tu ley, el árbol da, el árbol da”), “Canción de domingo”, “Pensó”, “Sal de la piel” son algunas de las canciones donde se despliega ese universo musical tan propio: su canto y su guitarrística personal apoyado sobre el colchón musical de teclados, texturas, ruidos.
“Posiblemente sea la imposibilidad de hablar de lo que duele, de lo que queremos cambiar, que te obliga y te lleva a la conversación con una misma, que te vuelve maquinaria. Están el amor, la amistad, la maternidad, cuestiones de género, luchas cotidianas, deseos. Preguntas, siempre preguntas. No creo que haya respuestas en este álbum”. Eso que se rumia, lo que se dice despacio, como para uno, como rezando, pero también para el otro. Como afirma en una de estas nuevas canciones que ya tienen su espacio en el universo: al cantar, resto al silencio de lo nuevo.