Entre los chupines, la remera del FaCaff con la estrella roja y el pie del micrófono, a Luis Aranosky se le ve la clásica mano de goma saliendo de su pelvis. Es una marca registrada que el performer, presentador de esta noche de sábado en el CAFF, arrastra desde las épocas del off más under de la ciudad. “Es un cacho de underground”, dice Tape Rubín antes de comenzar su show. Pero antes, Aranosky es el responsable de empezar a desarreglar la programación y presentar a un amigo. Encargado de comenzar con los shows del anteúltimo fin de semana del festival. Es el Negro Fontova que, por supuesto, sale haciéndose el gracioso. Se hace el miedoso y su oralidad comienza a divagar. “Todo esto es para calentar la gola”, dice uno de los fundadores del Expreso Imaginario (director de arte) para luego desplegar su repertorio que se desliza impoluto como la personalidad de un padrino contracultural del lugar.
Unos días más tarde, Fontova explicará a Billboard: “El FaCaff es un lugar de apertura a las nuevas voces, fundamentalmente del tango. Y un lugar de verdadera resistencia cultural. Para mí es un gran placer formar parte de esta movida y sirve de ejemplo para saber que hay maneras de salir de una crisis como la que está viviendo nuestro queridísimo país”.
Luego de su primera edición en 2017, durante el mes de agosto se realizó el FaCaff II, un encuentro autogestivo, completamente organizado por los mismos músicos que forman parte de su programación, que muestra la escena del tango contemporáneo, alejada de estereotipos del pasado y del tango for-export. Como el año anterior, el FaCaff hizo pie en el Club Atlético Fernández Fierro (CAFF), sala cooperativa, gestionada por músicos para músicos. Además de música, en efecto, hubo danza, proyecciones temáticas sociambientales, feria de libros, venta de productos orgánicos e intervenciones a cargo de Fundación León y Augusto Ferrari. Con una entrada a precio popular, era necesario asistir con un alimento no perecedero o un útil escolar que fueron donados a diferentes organizaciones sociales.
De jueves a lunes, las fechas fueron 21 en total. Pasaron por el escenario del CAFF más de sesenta artistas. Hubo orquestas consagradas, orquestas infantiles, grupos que presentaron material nuevo y solistas con diversos proyectos como el nuevo dúo de Agustín Guerrero y Juan Manuel Scalerandi que acaban de editar Nueva música argentina. Un recorrido por algunos géneros criollos de la Provincia de Buenos Aires.
Parte del manifiesto del festival de tango underground más grande del país, establece: “El FaCaff convoca nombres consagrados pero también propicia los conciertos de orquestas escuelas y agrupaciones de alta calidad artística pero que no poseen aún un circuito propio de difusión en el ambiente musical porteño. No es únicamente un festival de tango, centrado en la idea musical. Representa el trabajo y la autogestión musical, artística y laboral. Apoya a toda manifestación y producción artística que se encuentre fuera de los canales tradicionales de comunicación masiva”.
El FaCaff se realiza durante el mismo mes que el Festival de Tango de Buenos Aires. Sin embargo, son muchas las diferencias que hay entre ambos eventos. Es mínima la participación de un mismo artista en los dos festivales. Mientras el que se organiza a través de una gestión estatal está orientado al intercambio institucional, tanto nacional como extranjero, el festival autogestionado se corre del centro de la ciudad e invita a los siguientes cordones urbanos a intercambiar ese otro conocimiento. Mientras el Festival de Tango de Buenos Aires utiliza las salas más luminosas del centro de la ciudad, el FaCaff se realiza en el barrio del Abasto en un club convertido en refugio y sostén. Ambos festivales no se tienen en cuenta ni siquiera para compararse, son dos circuitos totalmente distintos. Antes, un género musical generaba pertenencia. Ahora, en tiempos de música urbana liberada de prejuicios, una ciudad puede ser testigo de dos eventos que, en efecto, nunca se conocerán. Hay un tango que está vivo y otro que se mantiene en formol, continúe su propia aventura.
La circulación de una música de tradición popular tan argentina, y rioplatense, como lo es el tango también trae a cuestas el reflejo de la vitalidad de la música urbana actual. Los debates giran en torno, generalmente, en base a la cultura rock. Sin embargo, un festival como el FaCaff es un fiel reflejo (otro más) de que el rock independiente, o el crecimiento exponencial del Freestyle, o el impacto masivo del Trap, o las convocatorias numerosas del rock en tono barrial no están solas. Por otro lado, el tango argentino del siglo XXI no completa el mundo de la cultura rock sino más bien otorga un elemento más al mapa de la música de tradición popular de corte urbana. El fin de las bateas es un hecho hace tiempo.
Walter “Tano” Coccaro es el iluminador histórico de La Fierro. Además se encarga de las llaves del Club y ahora también es el responsable de la interesante programación anual de los shows del lugar. Si bien el FaCaff se organiza en asamblea y la división de roles es enorme y equilibrada, varios responsables del evento lo señalan a Coccaro como a uno de los motores más importantes. “Veo al tango crecer cada día más, y con expresiones diferentes. Con especímenes que nos honran y que hacen, justamente, al tango. ¿Eso será un tango alternativo o directamente el tango actual?”, advierte desde la tarima de sonido que está pegada a la pared opuesta al escenario del CAFF.
Agustín Guerrero es uno de los puntales más importantes del tango actual. Picante, además, como la obra que está componiendo junto al cantor y compositor Pablo Marchetti. En esa sintonía reflexiona sobre el FaCaff: “Es un resumen de la función de resistencia que está cumpliendo el tango, y los músicos del tango, en contra de la cultura del neoliberalismo que se accionó en el país. Y es simplemente porque va en contra de todo lo establecido. Va por fuera de cualquier mercado instalado manejados por empresarios e incluso por instituciones; en algunos casos tomados por el orden político que también representa el neoliberalismo”.
Las mesas no alcanzan en la mayoría de las fechas. Cuando pasa eso en el CAFF, las paredes que te llevan a la barra y al fondo del galpón conviven con grupos de personas que inventan círculos y rondas para presenciar los shows. El mural de Pugliese se pierde a la mitad de los artistas. Hay otra postal que se repite: el público circulando con los discos nuevos de este año. La cosecha del tango en 2018 fue por demás fructífera. Un hombre de campera de cuero guarda su edición de Cambiando cordaje (Rubín, Lacruz, Heler, Nikitoff), a la joven rubia no le entra su vinilo de Ahora y siempre en la mochila y el niño de campera roja observa atentamente el arte de Sie7e (Altertango).
Guerrero raspa la garganta cuando afirma que el hombre es un ser social. “Yo creo que se puede construir de manera conjunta, soy de esos. El FaCaff es un reflejo de ese colectivo, de ese hacer; es una manera de hacer tango. Hacer tango es pensar colectivamente. Hacer tango hoy es resistir al neoliberalismo agarrados de nuestra cultura, de nuestras expresiones artísticas más genuinas”, explica.
Aranosky lee de su propio libro versos que se estampan en la hipocresía moderna y después se pone visceral porque le toca presentar a la Orquesta de la casa que sigue mostrando Ahora y siempre, su nuevo disco. Cruda, rítmica, misteriosa. Es el turno de La Fierro y la voz de su cantante, Julieta Laso, se pudre en compañía de la mejor luna de agosto.