A las 20.43. se levantó el telón. Charly García estaba apostado en un sillón-trono de color negro, rodeado por sus cuatro teclados, anteojos oscuros y un sombrero. En el centro del escenario la bobina electromagnética de Nikola Tesla lanzaba rayos y centellas (el inventor austríaco inspiró el título para su regreso, “La Torre de Tesla”), sus músicos tapados por guardapolvos de científicos, y dos pantallas en la parte posterior que acompañarían con imagenes a las canciones a lo largo de la noche.
Instituciones, de Sui Generis, fue el primer shock eléctrico. Sin respirar, el músico puso sus dedos largos en v apunando hacia el público y tocó los primeros acordes de Cerca de la revolución. La platea saltó excitada por primera vez, y no sería la última.
Con La máquina de ser feliz, Charly pasó por «Random», su última criatura artística. “La tenes vos, la tengo yo”, expresó. También se fue al 2010, con King King, del disco «Kill Gil», donde hizo reir al público contando que se la escribió a una chica gorila que lo abandonó.
La banda que eligió Charly fue contundente. Kiug Hayashida Soiza (guitarra), Toño Silva (batería), Carlos González Vásquez (bajo) y Zorrito von Quintiero (teclados), acomparañon al genio del rock nacional, y Rosario Ortega tuvo, tal vez, la mejor presencia vocal y escénica desde que está al lado de Say No More. Notable alquimia.
Por momentos, la voz raspada de Charly emergió como en sus mejores épocas en Rezo por vos al tiempo que en las pantallas religiosos, curas y monjas, quedaban desnudos.
Sorprendía ver a un Charly comprometido con su obra, un Charly que hizo más de lo que habló. “Qué público civilizado”, ironizó. Cuando tomaba aire, entre tema y tema, bebía té de una taza ubicada en su lateral izquierdo, debajo del set list. Una lista de 19 canciones que tuvo el clásico Yendo de la cama al living, donde nuevamente Charly llenó de aire sus pulmones para escuchar su voz. Intercaló otros dos hits, Me siento mucho mejor y Demoliendo hoteles para cerrar la primera hora del concierto. Nadie se movió.
“Esta es la banda de Say No More”, gritaban eufóricos en la platea. A las 21.50, otra vez desde el trono, Charly inició el final ante 1700 personas que agotaron las entradas en media hora. Imagenes de la última dictadura provocaron silvidos que se mezclaban con el coro de la platea al sonar Dinosaurios, luego continuó con No Importa y Rock and roll y yo. Charly, encendido con lo que estaba pasando, hizo un enroque, según la lista iba a cerrar con Fanky pero la cambió por Nos siguen pegando abajo para darle la última descarga musical a su público. Fanáticos, amigos, grandes y chicos, familias enteras agradecidos, emocionados. Nadie se fue. Mucho menos Charly, ayer quedó bien clarito.