El escenario puede ser cualquiera, pero la imagen es siempre la misma: segundos antes de que el telón comience a correrse, ya se empieza a sentir esa vibración sónica que dispara expectativas, disipa ansiedades y marca el rumbo en los recitales de El Mató a un Policía Motorizado. Hasta hace poco era una fija el arranque con la plegaria slow de El magnetismo, pero ahora el fuego lo prendió el enérgico instrumental llamado La Síntesis O’Konor, homónimo de su todavía flamante disco.
El show, entonces, estuvo basado en esta novedad, acaso de lo más celebrado en la escena local en lo que va del año: no por nada se agotaron las entradas de las cuatro funciones pautadas para esta serie en el Teatro Vorterix, incluso pocos meses después de haber colmado cuatro veces Niceto Club y con un futuro de estadio techado (¿Obras? ¿Luna Park?) apareciéndose en el horizonte. Son cada vez más los que se van sumando a la ola de El Mató y es cada vez menos secreto el poderío rockero y la sensibilidad pop de las canciones de esta banda platense, que se encuentra transitando otra transformación. Por un lado, la inclusión percusiva de Lucas Rosetto que se agrega al golpe parejo del baterista Doctora Muerte aporta otras texturas rítmicas al “vivo” del grupo: sin su set, no sonarían igual Las luces ni La noche eterna. A su vez, se bajaron un poco los decibeles de la distorsión en las guitarras Niño Elefante y Pantro Puto: el tándem sigue formando un enjambre eléctrico encantador e hipnótico, pero de una manera más orgánica y menos comprimida. Además, Santiago Motorizado, voz líder y bajista icónico, bajó notoriamente de peso tras haber eliminado el alcohol y las harinas de su dieta (“Bajé 45 kilos, un chaboncito”, ejemplificó en una entrevista con Clarín esta semana). Así, se muestra mucho más movedizo y arengador sobre el escenario, aunque sin perder su característica timidez y evitando los clichés del clásico frontman rockero.
Si bien El Mató siempre le cantó a distintos aspectos y dificultades entre los vínculos humanos, muchas veces las metáforas transcurrían en un fondo de polaroids del apocalipsis, catástrofes naturales o árboles navideños prendidos fuego. Desde la lírica, el nuevo repertorio agrega una dimensión más terrenal e introspectiva, con voces que suenan más cercanas y menos fantásticas. Los dos ejemplos más acabados del tránsito por esta etapa son la melancólica El tesoro (uno de los hits nacionales 2017 y que evidenció la cada vez más creciente participación femenina en sus shows) y Destrucción, con la melodía arrastrada por una guitarra slide y acentuada con los golpes electrónicos del tecladista Chatrán Chatrán.
Pero a juzgar por la actitud de la multitud, parece que nada hubiera cambiado, que todo sigue siendo igual. Es que las nuevas están integradas perfectamente al repertorio, que fue y vino por casi toda su historia, y fueron festejadas como si siempre hubieran estado ahí. Como si Ahora imagino cosas formara parte del mismo disco que Un millón de euros o El día del huracán. El coro fue siempre multitudinario, el agite fue constante y llegar a pararse bien cerca del escenario, una misión casi imposible. Una película subacuática, con cardúmenes coloridos y orcas algo temibles se proyectaron en la pantalla de fondo como acompañamiento estético, pero como siempre, lo importante estuvo en lo dicho: amén de las canciones, Santiago Motorizado hizo una única interrupción para preguntar dónde está Santiago Maldonado. “Yo no soy mucho de hablar, pero ante un hecho tan terrible los artistas tenemos que utilizar nuestros canales de comunicación y redes sociales para combatir tanta desinformación”, dijo promediando la noche.
Tras una breve retirada, los bises aceleraron el sprint final y desataron un último y catártico pogo: Yoni B, Chica de oro, Mi próximo movimiento y Chica rutera fueron las que decretaron el hasta luego. Les queda el próximo miércoles 11 para continuar con el viaje.