“Hicimos el primer festival post pandemia” nos cuenta José Palazzo feliz, y tiene razón. El esfuerzo valió la pena. La incertidumbre ante una realidad cambiante día a día, el aumento de casos a principios de enero y las posibles restricciones sanitarias fueron un riesgo constante y el fantasma de la cancelación amenazó más de una vez; sin embargo, primó el trabajo y la organización para coordinar 9 escenarios y cientos de artistas a lo largo de todo el fin de semana.
Mucho se habló en la previa sobre el line up y su apertura a nuevos géneros. Pero lejos de quitarle espacio al Rock, el festival amplió de manera considerable la oferta musical de calidad, con una presencia importante de bandas de rock combinadas con una saludable variedad artistas y expresiones.
Dicen que no hay Cosquín sin lluvia, pero también cada regla tiene su excepción: El fin de semana tuvo un excelente clima para disfrutar de la música en las sierras. Desde temprano la amplia oferta hacía difícil la elección de escenario. Ainda en el escenario sur daba el puntapié inicial mientras en el otro extremo del predio Nagual y Ciclonautas entregaban su cuota de rock en el escenario Norte.
En esta edición se desplegaron dos nuevos escenarios: El Paraguay y El Boomerang (pirámide homenaje a Glastonbury incluida) ideal para propuestas intimistas. En este último se presentaron los coloridos Gativideo con una propuesta refrescante e innovadora: “Gracias por venir a vernos, en vez de ir a comprar un pancho” dice Renzo Montalbano, vocalista de la banda, ante las risas del público que bailó sus canciones. En el campo, algunos integrantes de los Bándalos Chinos se acercaron a ver el show, hasta que alguien del público descubrió la presencia de Goyo Degano, que muy amablemente se sacó fotos con todos los que se lo pidieron.
El power rock de Airbag fue uno de los primeros golpes fuertes en el atardecer con un show demoledor que dejó a todos con ganas de más. Una de las perlas fue la inclusión en su lista de un cover de Balada del Diablo y la Muerte, festejada especialmente por los fans de la Renga. En el escenario sur, era el turno de Fito Páez, uno de los shows más esperados del fin de semana: El rosarino arrancó su presentación con Vamos a Lograrlo y El Chico de la Tapa, continuando con un set con alternó clásicos: 11 y 6, El Amor Después del Amor, Brillante sobre el Mic, Circo Beat, A Rodar Mi Vida, Mariposa Tecnicolor y el cierre con Dar es Dar y Dale Alegría a mi Corazón.
Con la llegada de la noche, Divididos, hizo gala de su apodo de aplanadora del rock, mientras en los escenarios alternativos el espectro musical seguía ampliándose: el ascendente Dillom en el Nuevas Tintas, la dulzura de Chiara Parravini en el Boomerang y lo mejor de la cumbia cordobesa llegaba al escenario Paraguay con Sabor Canela.
Maria Becerra confirmó en Cosquín su popularidad ascendente y se llevó todas las miradas en el escenario sur, mientras en el norte la Kermesse redonda hacía saltar y cantar a la comunidad ricotera. En el otro extremo del predio, Bándalos Chinos y su Paranoia Pop hacía lo propio con un show bien hitero que incluyó Demasiado, Vámonos de Viaje, Departamento y Mi Fiesta entre otros.
El esperado cierre ocurrió poco después de las 12 de la noche, con la presencia de la Mona Jiménez que montó un espectáculo único: las clásicas banderas cedieron su lugar al cuarteto y el campo de Cosquín rock se transformó en una pista de baile. Pero había más. Luego de cambios de vestuario y bises, Juanse, Micky Rodriguez y José Palazzo se unieron a la mona para interpretar Quien se ha tomado todo el vino en un épico final. Parecía todo, pero Juanse insistió “Quiero bailar Mona, no quiero tocar” seguido de una versión de Beso a Beso con el Paranoico corriendo y bailando en cuero por todo el escenario. Y después dicen que al Cosquín le falta rock.