Mariano Castro está relajado en un sillón del living de un departamento minimalista, en Belgrano. Sentado lo vimos también pocos días después, cuando Buenos Aires amaneció empapelada con la portada de Caminarás caminos, su séptimo álbum de estudio como Dread Mar I. Hay que aprovechar porque, por lo general, siempre se encuentra en marcha. Está listo para hablar con Billboard durante casi dos horas y recorrer los caminos que lo trajeron hasta aquí: la esquina del barrio en Lanús con los pibes, el sacrificado trabajo en la panadería familiar, el descubrimiento del reggae, los comienzos con Mensajeros, su ascenso y boom como solista. La historia que se está escribiendo es la de Dread Mar I. Y es de vértigo…
Mientras se prepara para su gira más amplia por los Estados Unidos, ceba mate y repasa los últimos shows, por ejemplo, el del pueblo bonaerense de San Andrés de Giles. “Es genial, hay lugares que son muy difíciles para ir, porque no hay estructura para hacer shows. Así que el escenario estaba armado en una calle, con las casas al costado. Eran tres cuadras a tope. La verdad… esa convocatoria, yo todavía la flasheo, no termino de caer…”.
¿Todavía?
-Es que hoy es fácil pegarla con algo. La hiciste, tenías la razón, pero no creo que la tengas siempre. Mantenerse es lo más difícil. Pasaron 13 años de carrera y siempre me fue bien. Cuando dejé Mensajeros, iba a tocar en un lugar para 100 personas y estaba agotado. Después, todo esto que pasó, que lo que hago se hiciera tan popular, no estaba en mi radar.
¿Percibís la renovación de público?
-En los shows hay familias enteras. Veo que muchos son niños, que cuando empecé con Dread Mar I, eran muy chicos. Y si llegaron a mi música, seguro fue por un padre o un primo. También pasa en el exterior. No soy de viajar para hacer prensa en otros países cuando sale un disco. Laburo más por Internet, no me gusta mucho hacer movidas de prensa o televisión, y que se note que estás vendiendo algo.
¿Te quedan recuerdos de esos shows o pasan tan rápido que se mezcla todo? Recuerdo verte en el Lollapalooza en Chile, hace unos años, era muy temprano y sin embargo el público ya estaba encendido.
-A veces pasa como si fuera un sueño. Justo en ese veníamos de muy lejos, y tocamos casi sin dormir. El escenario estaba estallado y recién era la una del mediodía. Fue caótico, pero después vimos los videos y fue genial.
Si la historia se refuerza con imágenes, los dos videoclips que salieron como adelantos también reflejan dónde está parado Dread Mar I y de dónde viene Mariano Castro. “En el seno del amor” es un reggae trap que lo ve en una fantasía entre el desierto y los rascacielos en California. Pero el clip de “La suerte” filmado en un barrio bonaerense muestra una historia circular: la de un niño embelesado por la música, la del joven músico agobiado por las vueltas de la vida, la de una canción infalible (como pudo haber sido “Tú sin mí”, la primera canción de Mariano Castro que rompió todo). La historia es circular, y los símbolos aparecen. Incluso, es el cantante quien ha encontrado otro mensaje al alinear la discografía de Dread Mar I. “Si ponés los títulos juntos se puede leer ʽJah guía, Hermanos, Amor es, Viví en do, Transparente, En el sendero, Caminarás caminosʼ. Ya voy a sacar una edición especial, con toda la caja –comenta y se ríe–. Termina algo y empieza otra cosa nueva. Se nota en el disco”.
En este nuevo álbum, el primero que lanza a través de Sony Music, el reggae por momentos es una vibración que cede: “La idea fue que no sea según el concepto de disco tradicional. Va entre un reggae más dance y después uno roots. Me gusta que sea versátil. Tiene las canciones que quería”.
Si empezamos por el final, la canción que cierra es “Hablar por hablar”, una balada definitivamente más adulta.
-Me gustan mucho las canciones románticas, porque ahí es donde hay que cantar. Y crecí escuchando las canciones románticas de los 80. Me hice una persona que escucha música consciente con eso. Me marcó a fuego, y no me puedo alejar mucho. En las canciones románticas es en donde realmente hay que cantar.
La búsqueda del sonido de Caminarás caminos lo llevó a la fuente. Gran parte del disco fue grabado en los estudios Anchor y SunPower en Kingston, Jamaica, donde Mariano Castro, acompañado por su fiel ingeniero Emil Cura, fue siguiendo un tema de Gregory Isaac. “‘Room for Rent’ tiene ese toque medio electrónico de los 80. Nos gustaba mucho cómo sonaba. Si te ponés a investigar, Jamaica inventó casi todo, en todos los géneros de música hay un jamaiquino que seguro metió la nariz o hizo algo. En los 80 ya existía el reggaetón, que era el dancehall, la música que se bailaba en los boliches. Así que llamamos por teléfono al estudio donde lo hicieron. No sabíamos con qué nos íbamos a encontrar. Viajamos y allá armamos dos bandas”.
“Conocimos a Kirk Bennett, un número uno que sabe mucho, es baterista de la banda de Beres Hammond. Después vino Shaun Darson, que es el batero de Shaggy, y como habíamos tocado juntos en Chile, había visto el show. También tocó Bowie McLaughin, que graba siempre con Stephen Marley. Es el pianista, el director de la banda. Y en la guitarra estaba Mitchum Khan Chin. No había que decirles nada. No sabíamos qué versión dejar”, cuenta.
Es como venir a grabar tango acá a Buenos Aires.
-O que venga uno a hacer folklore y grabe con El Chaqueño Palavecino. Yo conocí el reggae un día que vi a un primo mío con una remera de Bob Marley. Lo empecé a escuchar y vino Gregory Isaacs, y después Israel Vibration, Peter Tosh, Burning Spears… Estaba como loco. Me tomaba bondis para ir a casa de amigos a buscar casetes de reggae. Era mi música.
¿Para vos Bob Marley es el uno?
-Su música es única, porque todo el reggae es diferente. Y Marley tiene su sonido, que no lo va a tener nadie. Ese groove imposible de imitar. Y sus hijos tienen temas que son muy Marley.
Volviendo al disco, con Matías Zapata, tu tecladista, grabaron unos temas más electrónicos.
-Mati es un productor muy versátil. Hacemos canciones de muchos géneros y después vemos: “Esto lo convertimos en folklore”, “Esto puede ser más dancehall”. A mí me gusta mucho la música en sí. Hacer temas en el estudio. Y después mandárselos a los colegas. Les mandé temas a Los Nocheros, también a Ulises Bueno. Hace poco fui a cantar con él, porque me parece un pibe bárbaro. Me había pasado “Infiel”, una canción muy divertida. Ese día estaba El Chaqueño, y me dijo “Cuando vengas a Salta, hacemos algo”. Para mí, la música no tiene un género, es lo que vos elijas para mostrar. Personalmente, siento que a la gente ya no le interesa tanto si toco o no toco reggae. La gente se copa por cómo canto. Sí, seguro que no les gustaría que saque un disco de cuarteto. Quieren que mantenga mi esencia, y yo no la perdería. Hay un público que lo pone en ese plano de River-Boca: “Si vos hacés reggae, ¿cómo vas a hacer reggaetón?”. Mucha gente tiene prejuicios… Los más fans me piden “Marian, no cambies”, y bueno, en 2003 escribía de una manera y ya cambié, no puedo escribir lo mismo ni a palos.
¿Cómo tomaran esos fans “En el seno del amor”? ¿Bienvenidos al reggae trap?
-Yo hasta este momento no había escuchado un reggae trap. No sé si los más niños saben, pero el trap no es algo de ahora, hace mucho que existe, desde los 90. “Vuela alto” es como un dancehall lento, algo que apareció cuando nos juntamos con Emil Cura, el ingeniero que grabó el disco. Todos los jueves nos reuníamos y hacíamos música desde cero. Solo era para adquirir conocimiento, aprender a manejar las máquinas. Cuando terminaba ese día, algo teníamos. El laboratorio, el estudio, es lo que más me gusta.
Las colaboraciones son muy de esta época. Hace unos meses grabaste “Fama” con XXL Irione y Sergio Sandoval, dos jóvenes raperos…
-Es que me lo pasó Sando, a quien conozco desde hace muchos años. Y me dijo “¿Te gustaría cantar este tema?”. Claro que lo quiero cantar, si está buenísimo, bro…
¿Por qué en Caminarás caminos no hay invitados?
-Quedó para más adelante. Quiero hacer un disco entero de feats. Espero el momento para eso.
Ahí podría estar la colaboración con J Balvin…
-Tengo la mejor con él. Le escribo para el cumpleaños, me llamó, hablamos. Le va como le va y es superhumilde. Fui a tocar a Los Ángeles, y cuando nos estábamos yendo, me dicen “Che, está Balvin, ¿cómo no lo invitaron a tomar algo?”. Me dio una vergüenza, fui, lo saludé y pegamos muy buena onda. Después nos vimos en Nueva York. Él estaba filmando un videoclip y me llamó para que lo visitara.
¿Cómo ves este momento en que prevalecen los simples en lugar de los discos?
-Es muy de esta época. Hoy funcionan las canciones. Fijate, Bad Bunny no tiene disco. El Duki, tampoco. Es lo mismo que las colaboraciones, son de ahora.
J Balvin había tocado con Cardi B, el domingo, y el sábado con Beyoncé en Coachella.
-Él no para de trabajar, todo el día. Qué loco, cuando veo que trabajás los siete días de la semana, creo que la pifiás, porque no te queda otra opción que terminar mal. En ese proceso, lo que te estás perdiendo es la vida. Imaginate lo que es ser Maluma…
Está en la cresta de la ola, editando un video atrás de otro.
-Hace poco le mandé un texto: “Una vez que hayas hecho tu parte, lo mejor que puedas, relajate y esperá a lo que venga. Lo que hiciste, actuaste responsablemente, diste los pasos pertinentes. Ahora dejá que el poder superior se encargue de conducirte a donde tenés que llegar”. Lo escribió un abogado de Nueva York que se quemó y un día vendió todo y se fue al medio de la nada, a encontrarse con unos monjes… Al pibe [Maluma] lo veo desesperado por seguir siendo el número uno, por continuar en ese foco. Esa presión no la quiero y no la voy a tener nunca.
Pero te pasó, cuando fue el boom del reggae, digamos entre 2008 y 2012…
-Durante esos cinco años hacía 130 shows al año… Fue la peor época de mi vida. Te lo juro. Me fue remal, tuve malas experiencias, shows que ni sabía dónde estaba. En un momento me dije “Amo mucho lo que hago y lo que va a ocurrir es que no ame más esto”. A veces pienso que lo más difícil es encontrar lo que te gusta hacer. Una vez que tenés esa idea, ya podés emprender ese camino como una flecha.
Mariano Castro quería cantar, lo supo desde que su papá le regaló un walkman y unos casetes de Phil Collins y Pink Floyd. Cuando su amiga, “la Negra Gaby, una piba más grande”, lo llevó a los 11 años a Metro, un boliche de Lanús. Y ahí escuchó todas esas bandas relocas que oía en radios como la Z95 y la Rock&Pop. “Ella sabía que yo quería escuchar música fuerte, y me llevó al boliche. Me paré junto a una caja y me volví loco”. Cuando se encontró con el reggae, su primer amor fue Mensajeros, la banda con la que empezó a caminar escenarios. Y el camino se ponía difícil. “Yo podía dejar todo, mi pareja, mis amigos, mis viajes. Pero la música no, no podía. Mis viejos se fueron a vivir a Mar de Ajó, habían comprado una panadería, y yo me quedé por la música. No tenía nada, solo una caja con mi ropa. Durante meses viví en un departamento medio abandonado, que era de la tía del batero. Esa fue mi prueba de fuego. ‘¿Te gusta cantar? Bueno, esta es la difícil’, pensé. Tenía mi bici, mi mochila era mi casa. Durante seis meses comí arroz con provenzal deshidratado y galletitas. En el lugar había una pila de discos de reggae. Y el 30 por ciento no los había escuchado. Agarraba el bajo y tocaba sobre esos discos, o cantaba. Así fue todo ese tiempo en esa sala de Boedo”.
Sus ideas musicales sobrepasaban el contorno de su banda. “Del primer disco, nueve canciones y media eran mías. Si yo traía una idea para un show, no se realizaba. Una vez casi llenamos Niceto con Mensajeros, pero todo pasaba por otro lado, no me enteraba de cosas. Pero si llevaba una canción, todos me prestaban atención. Y pensé: ʽSi armo algo, voy a poner esto así y asáʼ. En ese entonces, no sabía cómo era lo del dinero de la música. Yo cantaba porque quería cantar”.
En el cuentakilómetros está su paso por Los Cafres, las invitaciones de referentes como Hugo Lobo para girar con Dancing Mood (“Me ayudó mucho a tener confianza, a ponerme a prueba”), con Bahiano (“La primera vez que tomé un avión tenía 29 años, y fue porque me había invitado a un show y llegábamos tarde”). Hasta que en 2005 tomó las riendas de su destino: “Al principio hice todo yo, componía, fabricaba los discos, tocábamos de jueves a domingo. Desde que arrancó Dread Mar I, toqué todos los fines de semana. Pero a partir del primer show con Dread Mar I, ya cobré. ‘Listo, si hago dos o tres shows de estos por mes, ya estoy feliz de la vida, me puedo pagar el alquiler y no jodo más a nadieʼ. Y después, pasó todo lo que pasó”.
En junio estará girando por los Estados Unidos: “La primera vez que fuimos a tocar a Nueva York no me podía dormir. Me tenía que ir retemprano. Estaba prendido fuego. Diez años antes, mientras ensayaba con los pibes en una sala en Castelar, les había dicho: ‘Nosotros vamos a tocar en Nueva York, y después de tocar vamos a ir a caminar por Times Square. Esto va a pasar’. Terminamos de tocar en el BB King, nos fuimos a caminar, y vino el trompetista Lucas. Me agarró de los hombros y me dijo: ‘Boludo, me acuerdo perfecto de cuando dijiste que íbamos a tocar acá’. Es muy fuerte cuando la idea se hace realidad”.
Y ahora, ¿cuál es tu ambición?
-La de ahora es un poco el reconocimiento, porque a todos nos gusta que nos reconozcan el laburo después de tanto tiempo. No le doy mucha importancia, si no pasa, no me vuelvo loco. Pero lo que estoy haciendo es para entrar a lugares a los que no entré. Ya hice todo, toqué en teatros, en estadios… bueno, en River no, ¡pero sí en All Boys!
¿Qué te interesa más para el futuro, el desarrollo en Latinoamérica o ese tipo de giras costa a costa en los Estados Unidos?
-Mirá, yo a donde voy, toco para latinos. Eso es lo que se siente, las ganas de estar con nuestra sangre, divirtiéndonos. En toda Latinoamérica la gente se parece, no somos muy distintos. Por lo menos, nos entendemos. Ahora quiero llegar a los lugares más lejanos que te puedas imaginar. Me gusta cuando me llega un mensaje desde Tailandia: “Loco, estoy escuchando tu música”. Tengo un amigo en la selección argentina de judo que me manda audios tipo “Loco, estoy en Croacia, nadie te conoce acá y mirá lo que suena”. Eso es lo que me entusiasma ahora. Este es el primer disco que hago con Sony, pero hasta acá lo hice a pulmón, contra viento y marea. Ahora me están llegando unas invitaciones para festivales increíbles.
Y hay una atención por la música latina como nunca.
-Sí. Hoy, gracias a J Balvin, Maluma, a estos locos que hacen esto. Que la gente diga: “Eh, todo es reggaetón, meh”, yo te aviso que la música latina no estuvo en el mundo como ahora. Eso se lo debemos a esta gente que está haciendo este trabajo. Es de respetar ese esfuerzo. No te gusta, no lo escuches. Pero el laburo es zarpado. Que Beyoncé te invite a cantar en su show. Que estén mirando lo que hacemos, no pasó jamás en la vida. Hoy tenemos un lugar en el mundo. Hago una gira en Estados Unidos por eso. Gracias a Internet, hoy creo que la música latina es la más fuerte del mundo. Trap, reggaetón, en todos los boliches del mundo. Como todas esas bandas relocas de cuando yo era chico, que solo sonaban en los boliches.