En un Circo Romano donde todos sobreviven pero pocos triunfan, Dozer se abrió paso, rima a rima, hasta llegar a ser Campeón Argentino de Freestyle en 2018.
Creció en el barrio Don Orione. Dos hermanos, uno cose zapatillas, el otro se dedica a cuidar a su hija de pocos meses. La mamá es costurera. El marido de la madre, ex policía, electricista. ¿El padre? Bien, gracias.
«Mi papá es tachero. No estuvo casi nunca en mi vida. Ahora está un poco más cerca. Como empezó a funcionar esto del rap, muestra interés. De repente se involucra, quiere saber cómo está su hijo, pero también quiere mostrar que es mi papá, ahora que me va bien. Es un interés doble».
Su primera competencia, a los 14 años, fue en una plaza de Adrogué. Llegó a la final. Cuando aterrizó en El Quinto Escalón, en Parque Rivadavia, entonces paso previo a la Batalla de Gallos pro de Red Bull, Dozer contraatacó: «Hablás de mi apariencia, de granitos… Mi apariencia no define la paliza que te doy». Aunque no ganó, la plaza, explotada, coreaba su nombre.
«Me impulsó el deseo de ser diferente. Solté esa frase y reventé todo. No lo sabían, pero para mí fue un desahogo. Me bardearon por los granos, me hizo acordar al bullying en el colegio, y saqué eso de adentro. Hermoso».
Cansado de sufrir bullying desde jardín de infantes, abandonó la secundaria en el último año. Dice que no quiso saber mas nada. Lo cargaban por negrito, petiso, con granos. Tenía tan baja autoestima que no podía comunicarse. No se le acercaba nadie. No se animaba a hablar con varones, mucho menos con chicas. «Sufría, lloraba, pero me guardaba todo. En esa epoca mi mamá cosía monederos por cinco centavos cada uno. El medio kilo de pan costaba entonces setenta y cinco centavos. Pagaba la comida del día y nada más».
Aunque escuchó reggaeton, eligió el mensaje del rap, de la vida real, para expresarse. «Hay cosas más importantes que la plata, que uno tiene que transmitir, alguien lo tiene que hacer».
Antes de convertirse en freestyler profesional entrenó durante años en los vagones. Junto a quien se conoce como El Rapero del Tren, soñaron con el infinito y mas allá: «Eramos Pinky y Cererebro. ¿Qué hacemos para conquistar el mundo? ¿Hoy es navidad? Listo, vamos a tirar rimas de Papá Noel». «Como está señor, tiene barba con nivel, si se tiñe de blanco puede ser Papá Noel». Así».
¿Cómo es la vida del freestyler callejero?
«Me recorrí todas las líneas de trenes. El que mejor me rindió fue el ramal Tigre. Rapeaba para turistas que no me entendían pero igual la pasaban bien. La mafia siempre complicó las cosas. Cuando empecé, como ganaba bien, los vendedores y músicos veteranos me querían sacar. Te encaraban para pegarte. Aunque tenía miedo, no lo demostré nunca. Me sacaban del tren entre varios. «Voy a volver mañana. Si me queres pegar, pegame, pero voy a volver porque tengo que pagar el alquiler, la ropa, la comida», les decía.
Dozer había perdido las ganas de vivir. No daba más por el bullying. Entonces se animó a hablarle a dios: «Le dije que no me amaba porque todo me salía mal, por todo lo que me pasaba. Siempre fui muy depresivo. Estaba resignado. Fui a dormir y soñé con dios. Me aparecio en sueños, me dijo que amaba. En el sueño, lloraba. Cuando desperté me puse a llorar desconsoladamente. En ese momento empecé a creer en dios, a ir a la iglesia».
Desde que es Campeón de la Batalla de Gallos Dozer recibe ofertas para recorrer el país, llevando su mensaje. Las iglesias se lo disputan, no siempre con las mejores intenciones: «Me toman el pelo, los pastores. Como creo en dios quieren que trabaje gratis. Uno me llevó a rapear a Moreno, a un lugar re heavy, me dijo que me iba a pagar por evento y no lo hizo. Creen que me dan una oportunidad a mi cuando en realidad yo se la doy a ellos».
A Claudia, su novia, la conoció en Chile. Fue a rapear a las iglesias durante un mes: «Era amiga de la hermana del organizador. Lo más copado es que ni me conocía. Un amigo de ella le pidió un saludo mío, entonces se lo mandé a través del celular de ella. Ahi aproveché para hablarle por whatsapp».
Se casan el año que viene. Ya pusieron fecha. Pero el padre de la novia también lo discrimina: «Es medio clasista. Cuando me vio puso cara de «Noooo ¿con quién te vas a ir?»
Claudia vivía con el padre en un barrio privado. Cuando le dijo que se iba con un rapero… «¿Queeé?»
«Queria un gringo para ella. Hoy ya me acepta… ¿no? El día que nazca nuestro hijo… o hija, vamos a decirle: «Fuimos lo más sanos posible. Dios nos ayudó mucho«. Darle un ejemplo que transmita algo lindo».
Dozer intenta practicar lo que predica. Cuenta que la gente gente se siente representada por él, porque ganó defendiendo sus convicciones, batallando sin insultar. Invierte el dinero en su propia organización, que llama Ministerio: «Hicimos remeras con versos que tiré yo y las vendemos en los eventos. Compré un buen celular. Quiero mejorar mi apariencia. Fui varias veces al dentista. Es mostrar que se puede. La gente en las batallas es re cruda, re tóxica, te bardea mal. El bullying me ayudó porque decidí que no quería ser como ellos, marcar la diferencia. En las batallas pesa la facha, la actitud. Me pasaba en el Quinto Escalón. Si el otro era más conocido, más fachero, más influencer, no me daban las batallas que merecía. Perdí tres veces con Lit Killah. Es muy fachero, muy influencer, y la gente quiere verlo ganar a él. Gané yo pero lo votaron a él».