A inicios de enero, cuando festivales como Governors Ball de Nueva York, Firefly Music Festival de Delaware y Coachella de California revelaron su próxima grilla, Halsey llamó rápidamente la atención sobre un tema que reaparece año tras año. “¿Dónde están las mujeres? –escribió en Twitter, refiriéndose a Firefly–. Fue uno de mis festivales favoritos en los que toqué, y es una pena que no haya mujeres en el catálogo. Estamos en 2018, ¡pónganse las pilas!”.
Las mujeres están ausentes de los pósteres con letras en negrita que encabezan los próximos festivales –con la excepción de Beyoncé en Coachella, que se encontraba agendada para la edición del año pasado, pero debió bajarse por su embarazo–. Y solo un puñado de mujeres solistas y bandas integradas por mujeres (SZA, St. Vincent, Cardi B, Yeah Yeah Yeahs y HAM) apareció, junto a Halsey, al tope de alguna grilla.
En consecuencia, puede parecer una sorpresa que en 2018 la mayoría de los festivales hayan incrementado la participación de intérpretes femeninas –el más notable es Coachella, que aumentó de 40 a 60 el número de solistas o grupos con alguna integrante femenina para el próximo verano–. Mientras las cabezas de grilla siguen inclinándose al género masculino, los festivales están contratando a más mujeres en el rango intermedio.
“Es un sentimiento contradictorio –afirma Lucy Dacus, que lanzó su segundo álbum, Historian, el 2 de marzo, y que participará del próximo festival Firefly–. Porque, por un lado, cuando escucho decir ‘Tiene que haber más mujeres en los festivales’, yo digo ‘¡Sí!ʼ, pero también, en el fondo, pienso ʽHay…’”.
“Siento que este año la presencia femenina mejoró en la industria –agrega la roquera pop Alice Merton, que en mayo tocará en el Hangout Music Festival de Alabama, como también en Firefly y Governors Ball, en junio–. Muchos números femeninos nuevos se están volviendo más y más grandes”.
Cuando arrancó el Hangout, en 2010, hubo solo seis actos con mujeres en su formación; Boston Calling, que se originó en 2013, al principio incluyó a ocho. Este año, ambos cuentan con 16 (aunque desde luego, las agrupaciones cambiaron). El festival Bonnaroo en Tennessee, que empezó en 2002 y creció con el correr de los años, pasó de tener cuatro mujeres en su inauguración a 30 este año.
Las artistas emergentes que engrosan las líneas intermedias de festivales en 2018 habitan una zona de géneros: Tash Sultana (rock de guitarras), Kelela (R&B emotivo), Lizzo (rap suave), Alex Lahey (rock melódico), Jorja Smith (soul sensual), Maggie Rogers (synth pop), Julien Baker (cantautora melancólica) y Billie Eilish (pop alternativo).
Pero el problema global persiste: las mujeres aún no son contratadas para encabezar festivales, pese al hecho de que en 2017 varias estrellas femeninas dominaron los charts: Kesha, Taylor Swift, Pink y Katy Perry debutaron en el Nº 1 del Billboard 200 (igual que Lorde y Lana Del Rey, que tocaron en varios festivales el verano pasado). También lideran, lideraron y liderarán sus propios tours.
¿Por qué esas mujeres no encabezan festivales? “En esto tiene mucho que ver quién está disponible y quién trabajando”, explica Jordan Wolowitz, cofundador y socio de Founders Entertainment, la compañía detrás de Governors Ball (que contrató a Yeah Yeah Yeahs y Halsey para encabezar el festival este año) y The Meadows (un festival en Queens, Nueva York). Wolowitz señala el conflicto de agendas como un factor clave en el armado de grillas. “Comprensiblemente, hay cosas de la industria que el público desconoce, pero suele haber cuestiones pragmáticas detrás de por qué contratamos a ciertos artistas en el encabezado de una grilla”. (El propio Hot 100 de Billboard tuvo a Demi Lovato encabezando el festival en 2017 y a Ariana Grande el año anterior; la alineación de 2018 aún no se ha anunciado).
Todo esto anima a una pregunta: ¿qué define a quienes encabezan un evento? Para Kelela, la respuesta es simple: “No tiene que ver con quién es el mejor. Cuando se trata de mujeres, lo que aportamos es una sensibilidad diferente. Es esa sensación de intimidad, de meternos en tus sentidos o de estar presentes, yo creo, lo que importa”. Dacus coincide: “No importan los géneros; quienes encabezan las grillas son personas o bandas que tienen un ética”.
Ese es el modo en que Internet y los medios sociales contribuyen a la emergencia de nuevos artistas. “Siempre ha habido mujeres en la industria musical, mujeres muy talentosas que nunca tuvieron apoyo, espacio o una plataforma –dice Lizzo–. Internet está matando a toda esa mierda”. Sean O’Connell, director del festival Hangout, confirma el rol que tienen los medios sociales a la hora de las contrataciones. “Obviamente, miro los números de las ventas, pero eso no es todo –explica–. Escuchamos a nuestra audiencia, que estos últimos años se volvió mayormente femenina, y prestamos atención a aquellos artistas que tienen un lazo con la gente”.
Dejando a un lado los horarios –los actos intermedios suelen llenar la grilla por las tardes–, hay beneficios tangibles para quienes tocan en esos eventos. “(Tocar en un festival) es como tocar en un estadio para artistas sin ser un artista de estadios”, dice Lizzo sobre la exposición. Kelela ve la performance en un festival no solo como la posibilidad de crear una plataforma, sino también de expandir la cultura de festivales como un todo. “Para mí, es importante para que otras chicas negras sientan que pueden tener su momento en un festival, y no sea solo un lugar para gente blanca”.
Kelela agrega: “Vamos directo al fuego; es un campo de juego adverso, pero lo hacemos, así la próxima vez decimos que lo hicimos, fue exitoso y la gente pasó un buen rato. Después tal vez los organizadores se van a sentir distinto sobre nuestro lugar en la grilla y empezaremos a pensar en participar más”.
El deseo de cambiar es compartido por otros. Ellish, por ejemplo, pronto encabezará una fecha: “Quiero que sea algo libre y loco; eso es lo que los chicos hacen en los festivales. Trato de atravesar esa barrera”. Dacus vislumbra un camino hacia esas cumbres. “Si este es el inicio para que esto deje de ser un problema, entonces está bueno reconocer un progreso –dice–. Reconocer el trabajo que debe hacerse”.