A las orillas del Río de La Plata les falta registro. La historia, aún, repasa la música de nuestra región con los manuales de las fórmulas anglosajonas. Necesarias, trascendentales, fundacionales, pero no las únicas. La película Charco llega con una propuesta estética e ideológica: ensaya la música del río bravo con sus otras influencias, los géneros criollos del contexto real e ilumina una canción posible despojada de algunas hegemonías genéricas. Charco es nuestra Tropicalia.
Este documental musical es una idea de Andrés Mayo. Ganador de dos Grammy Latino y seis premios Gardel, el ingeniero de audio especializado en masterización y posproducción de audio más importante del país fue también el productor del proyecto. Para dirigirlo llamó a Julián Chalde (trabajó en Las ciudades invisibles, de 2007) y para la realización periodística convocó a Martín E. Graziano. Luego de leer Cancionistas del Río de la Plata (Gourmet Musical, 2012), Mayo aseguró que Graziano era el indicado para ese trabajo.
Charco funde Montevideo con Buenos Aires a través de la canción criolla, con más de 50 artistas (desde Fito Páez hasta Hugo Fattoruso, desde Fernando Cabrera hasta Pablo Dacal, que funciona como hilo conductor), el relato llena de miel un panal imperial. En esa dulce colonia de mixturas musicales hay historia, actualidad, polémica, emociones encontradas (Vera Spinetta canta ayudada por el piano de Fer Isella una canción de su padre a 20 días de su muerte), originalidad (aparecen músicos geniales y desconocidos como Mandrake Wolf, El príncipe, Manuloop, Gnomo Reznik) y revelación: Acho Estol (La Chicana), Terán y Pablo Lescano (Damas Gratis) realizan comparaciones y vinculaciones de apreciación musical que todavía no están en los libros.
“La película es fiel a su propio proceso. Una deriva donde los colores y las voces dialogan desde tiempos diferentes: una gran conversación que, por un brevísimo momento, parece ordenarse para la pantalla”, explica Martín E. Graziano. “Candombe, tango, rock, cumbia, murga y el núcleo indivisible de la milonga. Los géneros importan, pero son eso: géneros. Trajes. Vestuario. Estética. La identidad hay que buscarla en el aire: es un dibujo que hace la melodía entre las dos orillas. Un perfume que, cuando lo querés atrapar, se te escapa de las manos”.
Andrés Mayo, que está detrás de una edición de lujo para el arte final de Charco, explica: “Para mí, llevar adelante este proyecto fue una necesidad. Hace más de 25 años que trabajo con artistas del Río de la Plata y entendí que tenía que existir una manera de reflejar la potencia de lo que somos y tenemos, desde un punto de vista musical. Creo que llegamos al final con un documento, mucho más que un documental”.
Sofía Viola protagoniza uno de los momentos más originales del film. Empalma con el testimonio de Pablo Lescano para cantar Fuiste, de Gilda, y luego charlar con Dacal en una icónica pizzería de la avenida Corrientes. Cuando cuenta la experiencia a Billboard, aparece una reflexión sobre la cantante de cumbia: “Para este perfume rioplatense estaba bueno integrar la parte tropical, y en ese sentido apareció Gilda. También es cultura popular del Río de la Plata. No podía estar fuera de esta secuencia. Encima Gilda componía, así que cerraba por todos lados”. El músico, arreglador y director Alejandro Terán es una de las voces del tráiler de Charco. Allí ofrece una potente línea sobre el foco de este ensayo audiovisual: “Uno no hace la música que le gusta, hace la música de la que uno está hecho”.