Wayne Coyne está dentro de una burbuja de plástico transparente. Mientras canta Space Oddity, de Bowie, se arroja del escenario al público que lo ataja con sus manos y lo pasa como si fuera una pelota de volley gigante. La escena, que puede resultar algo sorprendente para cualquiera que los ve por primera vez, es un acto frecuente en las presentaciones de Flaming Lips, llenas de luces de colores, muñecos inflables, disfraces y maquillaje fluor. A las 21:15 Wayne apareció vestido con un tapado de peluche rosa, celeste y naranja, un chupín plateado y unas zapatillas hechas de pelota de goma de colores. Arriba del escenario colgaba un telón doble de luces led blancas, que con los primeros golpes de la batería empezaron a destellar.
Como si fuera el director de una orquesta, Wayne dirigía el ritmo con sus manos, mientras que las pantallas mostraban un arcoiris que se expandía, y el cielo se llenaba de de humo, papel picado y globos enormes. En una hora, el universo imaginario que existe dentro de la mente de Wayne tomó forma y se concretó en un show de delirio psicodélico que repasó la trayectoria del grupo con temas como Yoshimi Battles The Pink Robots, Pt 1, Race For Prize, The Observer, What Is The Light y Do You Realize. Para complementar el viaje al que invitan melodías de sus canciones la banda incluyó un cartel inflable que decía «fuck yeah BUE«, disfraces de Chewbacca, Papá Noel y un arcoiris de goma gigante.
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