La gringa aprendió a sonar entre los gringos. En Argentina y más allá de sus fronteras: rozando el pop para permanecer. Trascendiendo su cuna de raíz folklórica, Soledad Pastorutti renueva sus lazos con los sonidos y ritmos latinos. Y de allí se vuelve a proyectar a toda Latinoamérica para garantizar su peso en los oídos urgentes y ansiosos de las nuevas generaciones. ¿Cómo? Con producción del colombiano Carlos Vives estrenará este año su disco La gringa, en el que, sin resignar su impronta madre, acentuará esa veta de latinidad. Sus raíces y su urbanidad.
Ya mostró sus primeros productos: la canción “La gringa”, en la que profesa su identidad santafesina con una impronta de cumbia-pop concebida junto a Vives a modo de carta de presentación. “Yo soy La Sole y llevo el poncho a mi manera, porque mi gente siempre me ha tenido fe, y aunque mi piel adora el sol de mi bandera, a mí me dicen ‘La Gringa de Santa Fe’”. Y “Aunque me digas que no”, “una balada hermosísima”, como la define.
El punto cúlmine de estos anticipos, y de su gira por el país, será con sus conciertos en el porteño Teatro Opera el 5, 6, 11 y 12 de octubre, para presentar su disco. Sus flamantes sonidos de respiración continental.
Allí, Soledad hará su paneo de hits en clave de raíz folklórica en distintos ritmos (zambas, chacareras, valses, chamamés, milongas, etc.) y, desde, ya su nuevo segmento de latinidad, en buena sintonía con los charts digitales de este tiempo, en afinidad con las sonoridades de proyección latinoamericana y mundial. ¿Qué representará, allí y aquí, La gringa? “Siempre me gusta tener el apoyo de un productor. De Carlos Vives o también de Cheche Alara, y de Juan Blas Caballero, quien ahora está trabajando con nosotros. Eso sí, no tengo apuro en que salga el disco. Me gustaría llegar al 12 de octubre, que es mi cumpleaños. Mi público valora mucho esa fecha, que es muy importante porque todos los años hago un concierto en Arequito. Este año va a ser en el Ópera, porque agregamos fechas y sería un lindo auto-regalo. A La gringa lo vengo trabajando hace mucho tiempo y estoy con muchas expectativas. No de éxito, sino de aceptación de mi público. Yo deseo que lo mío perviva, aggiornado a estos tiempos”.
¿Soledad es cada vez más una artista pop latina? “Yo soy Soledad. No sé si hoy pueda encasillarme en un género. Lo que sí es cierto es que vengo del folklore y a eso lo voy a tener toda mi vida”, dice.
Si bien la idea de tradición sigue en constante renovación, la denominación de “folklore” aún tiene para Soledad un fuerte peso a la par de su creciente veta latina. Lo explica así. “El folklore está en mi manera de cantar y de decir. Yo escucho un chamamé y me largo a llorar. No lo puedo evitar, porque también me crié en la Pampa Húmeda. Pero si te vas más al Norte son otros colores y otra identidad. En un punto, por eso saco La gringa ahora. Yo soy una gringa. No tengo la tez morochita. No sé cómo explicarte… Tengo más características de alguien que es hijo de un inmigrante que de alguien que estuvo acá siempre. Sacar este álbum es como decir ‘bueno, yo soy eso y no lo puedo negar. Mis bisabuelos fueron todos italianos”.
Soledad pudo expandir su popularidad dentro de la música de raíz, desde el publicitado “folklore joven” de los años ’90, hasta estos tiempos en que se multiplican las estéticas en la MPA. Su salto paulatino a la música latina hoy tiene otro pie en La gringa. “Yo tengo una ventaja, y que también puede ser una desventaja: soy una artista del campo y de la ciudad a la vez. Y no deja de haber una diferencia entre las elecciones de esos públicos. Siempre digo que para los del Interior dejé de ser, a lo mejor, la chica campera que empezó con 15 años a cantar y que se vestía de gaucho. Y para los de Capital todavía no dejé de ser del todo ‘la del poncho’. Yo siento que pertenezco a los dos mundos, porque así se generó mi carrera y así es mi vida desde que empezó el éxito. El que me trajo a Buenos Aires y el que sostiene mi trabajo. Yo no lo voy a dejar nunca, porque es lo que mejor sé hacer. Y al mismo tiempo, como soy inquieta, me gusta poder superar el paso del tiempo. La gringa es parte de esa búsqueda, que compartimos en lo creativo con Carlos Vives”.
Viviste la transformación de la industria ¿A todas las épocas que pasaron las analizabas como ahora?
-Creo que hoy analizo un poco más. Me preocupa más que antes no meterme en una marea y dejar de ser. Trato de hacer una lectura crítica de lo que ocurre. Y yo, ¿a dónde me ubico en todo eso? No digo que todo lo que viví hasta ahora se vaya a cortar. Pero yo necesito reinventarme. Porque lo más lindo que me pasó a mí es que el abuelo o la abuela me fueran a ver con sus nietos. Hoy tengo al nieto o la nieta de público, y ese abuelo o abuela ya no están. Y esos nietos vienen a verme no sólo por lo que hago, sino porque los lleva al recuerdo de sus abuelos. Pero esos nietos ya tienen mi edad, y estoy por cumplir 39 años. ¿Qué va a pasar con esos nietos y con los que vengan detrás?
¿Qué te dice Carlos Vives al respecto?
-Él es uno de los pocos ejemplos que puedo citar de gente que, pudiendo recostarse en la suya, no deja de ser quién es. Carlos Vives es Carlos Vives cantando con Sebastian Yatra o con quien sea. A Carlos le pasó lo mismo que a mí y nos sentimos identificados. Él me dice: “Yo tampoco era morochito: era blanquito. Era actor de telenovelas y me puse a cantar vallenatos”. A Carlos le costó, pero logró que su música saliera al mundo. En Argentina, no logramos que nuestra cumbia se escuche por todo el mundo todavía. De donde yo vengo, Santa Fe, tenemos a Los Palmeras, Los Lirios, y nos criamos escuchando esas canciones cantadas por gente de acá. Nos parecen nuestras. De hecho, acabo de grabar “La suavecita” con Los Palmeras , que es un clásico, y es increíble todo lo que pasó con ese tema en las plataformas en sólo dos o tres días.
Soledad busca una pregunta retórica o jocosa: “‘¿Me tendré que dedicar a cantar cumbia?’. No, se trata de la canción. En el caso de Carlos, como digo, él fue siempre el tipo energético, el que le cantó a su gente, al amor, a sus tradiciones. A eso no lo perdió nunca, y es lo que a mí me gustaría lograr. Tampoco lo perdí, pero me parece que los argentinos, con respecto al resto del mundo, tenemos una mayor dificultad. Para mí, el gran desafío de la música argentina es, justamente, despojarnos de tanto prejuicio y ver cómo abrir fronteras. Por ejemplo, con la española Rosalía o con otros cantantes de su país es un poco más fácil, porque ya el flamenco es la madre y la raíz de muchas de las músicas globales. Incluso de la nuestra. El flamenco está mejor visto que nuestro propio folklore en el mundo, salvo por Mercedes Sosa y otros pocos”.
Aquí conecta con Raíz, el disco que hizo en 2014 con Lila Downs y la Niña Pastori. Recuerda Soledad: “Ellas se ponían a cantar y te morías, y no había discusión de que el flamenco era lo más. Aunque hay otras canciones o músicas populares a las que les cuesta un poco más resonar afuera. De hecho, nuestro folklore tiene una división interna, que existió toda la vida, entre lo que es popular y lo que no lo es. ¿Qué fui y soy yo? Popular. ¿A dónde está mi fuerte? En que amo profundamente el estar en contacto con la gente. Yo encontré en esta música una manera de hacer un ida y vuelta”.
Al principio parecía que lo que hacías no tendría una chance de exportación…
-Para nuestra manera de pensar, supuestamente no. Pero yo sigo creyendo que es posible. Yo pienso a la música como una rueda: la rueda de la fortuna. Hay gente que está todo el tiempo en el mismo vagón. La rueda va girando y en algún momento le toca estar arriba o abajo. Y luego hay gente que se va cambiando de vagón para ver si logra seguir ahí arriba. Ojo, en ninguno de los dos casos eso te asegura el éxito. Creo que el verdadero éxito de un artista es ser genuino y feliz con lo que propone. En que haga lo que le gusta, sin tener que preocuparse en agradarle al resto.
¿En algún momento eso te pasó?
-Claro que sí. Me pasó y me sigue pasando, porque cuando ya entrás en un nivel masivo hay estrategias que tienen que ver con la actualidad. Hoy ocurre que lo que se ve pesa más, muchas veces, que lo que se escucha. Yo digo “está todo bien, hay que ser visibles”, porque no me puedo atrincherar. Porque vivo de esto, soy mi propia industria y tengo un montón de gente detrás. Pero hay cosas que yo no cambiaría, por más que me aseguraran lo que fuera. Doy un ejemplo: sé que hay determinadas fotos en Instagram que pueden generar tanta cantidad de likes. Pero a mí me sirve que eso se traduzca en que me quieran ir a escuchar en vivo. A lo mejor estemos frente a un cambio de paradigma, porque hoy también importa cuánta cantidad de gente te sigue en Instagram y cuál es el negocio ahí. Aún no lo tengo tan claro. Pero cuando lo traduzco a la televisión, ya que estuve en varios realitys, lo capto mucho mejor. ¿Por qué si un programa como La Voz fue número uno de rating, en 2018, todos los artistas que salieron de ahí no tuvieron una mejor posibilidad de sostener una carrera? ¿Por qué les cuesta tanto después? Porque el fuego no está en el artista: está en el producto televisivo.
La Voz los validó mucho a ustedes, los del jurado.
-Sí, pero porque tenemos un background y venimos de otra época, lo cual es favorable. Nos generó una vigencia. A eso sí lo tengo muy en claro, y por eso decido estar ahí. Pero hoy creo que hay gente que quiere ser protagonista desde ese lugar. No lo critico. Es lo que está pasando.
¿Cómo percibís a este presente de la industria?
-Siento que es un momento de mucha presión para la música. Todo es más efímero. De todas maneras, sigo pensando que lo que es bueno, lo que tiene algo para decir y nace de un sentimiento verdadero, permanece. Toda la vida fue así. Desde que tengo uso de razón hubo productos más volátiles que otros, porque estuvieron pensados y dirigidos a un público que después crece y cambia su gusto. Es natural. Aunque yo no soy de las que se pongan a criticar o a señalar con el dedo, porque yo fui de las que más sufrió esa crítica cuando empecé en 1996. Me dolió muchísimo, entonces, todo lo que se decía de mí: que mi música era efímera o que era un producto de una compañía discográfica. Y se decía porque fui enseguida un fenómeno de ventas: con el folklore sonaba hasta en las FM, y eso que tocaba acompañada sólo con dos guitarras y con un bombo. Era una cosa rara, y hasta hoy digo “no sé cómo lo logré”. Pero porque eso mismo sucedió, siento que todavía hay muchas oportunidades para nuestra música. Creo que no hace falta camuflarse para llegar. Sí hay que darle con todo dentro de lo que uno es. Y jamás perder la autenticidad.