En una tarde de verano salpicada por la lluvia en Oxford, Inglaterra, Billy Joel entra en una habitación con paneles de madera y libros de cuero para conocer a algunos estudiantes fanáticos. Calvo y robusto, con la barba de color claro y un gruñido neoyorkino, Joel remite a un promotor de boxeo con el discurso de un comediante de Catskills. Una admiradora, posando para el fotógrafo, le dice que ella fue influenciada por él. “Yo también”, le responde inexpresivo. “Toda mi vida he sido influenciado por mí”.
Dentro de ocho días, Joel se presentará ante un público muy diferente: aproximadamente 58.000 fans en el Estadio de Wembley en Londres. Pero hoy, responderá las preguntas de unos 450 estudiantes en la cámara de debate del Oxford Union, en la histórica universidad cuya lista de ex presidentes cuenta con tres primeros ministros británicos. Joel trae una energía más terrenal a la habitación: cuenta historias, interpreta canciones para ilustrar un punto y hasta bromea con chistes autocríticos, como un cómico haciendo su rutina de stand up sobre la carrera de Billy Joel.
¿Qué hace que un cover de una canción de Billy Joel sea bueno? “El hecho de que me paguen por ello”. ¿Cómo cambió la industria de la música desde el apogeo de la grabación? «El hecho de que ha desaparecido”. ¿Por qué no escribe la segunda parte de “We Didn’t Start the Fire”? “Porque no me gusta tanto la primera parte. Además, tendría que escribir sobre Trump”. Incluso cuando una mujer en el balcón se desmaya, él no vacila. «Esta es la primera vez», dice. «Nunca he hecho desmayar a una chica antes».
Joel ha estado llevando a cabo estas «clases magistrales» universitarias desde la década del noventa. Son presentaciones no pagas. Dice que no necesitó hacer nada por dinero por un buen rato, así que lo hace tan solo por diversión. “Porque he cometido cada error que puedes cometer y he sobrevivido de alguna u otra forma, y aquí estoy, con 70 años, y esto es más grande que nunca”, me dice antes de la sesión en Oxford, sentado en un magnífico estudio, tal como lo es su vestidor. “Es una locura. Debo saber algo, aunque no sepa bien qué” .
Hay muchas cosas relacionadas con su aún vital carrera que Joel dice no saber. No entiende por qué sus éxitos más queridos incluyen un vals de Maudlin («Piano Man»), un pastiche de Frankie Vallie (“Uptown Girl”) y una melodía sobre la historia del mundo que Joel compara “con el sonido de los mosquitos zumbando en tu oreja” (“We Didn’t Start the Fire”). Ajeno a Spotify y a las redes sociales, (“La tecnología se ha salido completamente de control”, clama a la audiencia de Union), no está muy seguro de dónde vienen sus fanáticos más jóvenes. Más que nada, no sabe por qué, 26 años después de su último álbum de canciones nuevas, el acto final de su carrera como artista es un éxito de taquilla. «Lo que está pasando ahora está más allá de mi comprensión», dice. “Se supone que las cosas deberían estar yendo cuesta abajo. Y vamos cuesta arriba”.
Desde enero de 2014, Joel viene presentándose a modo de residency show en el Madison Square Garden al menos una vez al mes, superando a aquellos artistas que tienen contratos extendidos para presentarse en Las Vegas indefinidamente. En julio de 2015, ya había superado el récord de vida de su compañero de giras Elton John, con 65 shows en el MSG. Tres años más tarde, el número de presentaciones llegó a 100 y todas las fechas están reservadas hasta el 11 de diciembre, que será la 71ª fecha del residency show y su número 117 en el Madison Square Garden.
Al mismo tiempo, se ha convertido, por primera vez en su carrera, en un atractivo que desborda consistentemente los estadios: este año tocará en Denver, Boston, Arlington y en Texas. El 26 de julio debutará en el primer concierto de rock en el estadio de béisbol de Camden Yards, en Baltimore. Con ingresos de $896 millones dólares de 13,1 millones de entradas vendidas, Joel es el artista N°13 que más recauda en la historia del Billboard Boxscore, justo por delante de Paul McCartney. También se posiciona en el noveno lugar en la lista del Billboard’s 2019 moneymakers. Para un artista que ya no graba discos y experimentó el retiro hace una década, no simplemente es inesperado sino que no tiene precedentes: un cálido verano sin final a la vista.
«Es un milagro», dice Joel. “Mi padre era mejor músico que yo, y no pudo hacer nada. Algunas de las personas que admiro, como la gente del jazz, nadie realmente compró sus discos. En el escenario pienso: ‘¿Me están jodiendo? ¿Cuándo me van a descubrir? ¿Las mujeres me están gritando?’”, dice con cara burlona. «Sé cómo me veo en el espejo».
Una semana más tarde, Joel está arriba del escenario en Wembley disculpándose con su audiencia. Sentado frente al piano, les dice sin vergüenza: “No tengo nada nuevo para ustedes”.
Una multitud que abarca tres generaciones lo aclama fervorosamente.
«Es básicamente la misma vieja mierda…» continúa.
Otro clamor por parte de la audiencia.
Joel sonríe y se encoge de hombros. «Eso es lo que pienso», responde. Él sabe que este truco siempre funciona.
Detrás de escena, en el día, le pregunté a Joel dónde pensó que estaría a los 70 años. En persona, es más reflexivo, utilizando un gorro de baseball del Club of Oyster Bay y agarrando gomitas de caramelo de un bowl. “Pensé que seríamos el diario de ayer, que es lo que estoy tocando, esencialmente. No quería ser un acto antiguo, pero creo que lo somos”.
El show de esta noche se convertirá en el mayor concierto de Joel de una noche. Pero una década atrás, él estaba listo para darse por vencido. Él había acortado su ‘Face to Face Tour’ con John, sus caderas fueron reemplazadas y perdió por completo el entusiasmo. “Simplemente estaba cansado. Ya no me estaba divirtiendo y eso no es una buena forma de trabajar. La audiencia lo nota”. Allí fue cuando le dijo a su banda y equipo que deberían buscar algún otro show. Todos creyeron en él excepto por Dennis Arfa, el agente de booking de toda la vida de Joel, quien comenzó a trabajar con él un tiempo antes del lanzamiento del exitoso álbum The Stranger, en 1977. Joel no trabaja con managers.
“Me ha hablado de no trabajar desde que tiene treinta y algo. Es tan solo su estilo”, dice Arfa. “Muchas veces, cómo te sientes con tu trabajo refleja cómo te sientes contigo mismo”. Aún así, el equipo cercano de Joel sabía que no debía tratar de persuadirlo para que continuara. “No es una persona a la que puedes convencer fácilmente”, dice Mark Rivera, el saxofonista de Joel por 37 años.
“El consejo que obtuve desde el primer día fue ‘Nunca lo vas a lograr. Olvídalo’”, dice Joel. “Si le hubiera hecho caso, jamás habría logrado todo lo que hice.
Entonces, ¿de qué sirve tu consejo? Yo sé de lo que estoy hablando”.
Fue un huracán lo que lo hizo pensar dos veces. Cuando Joel accedió a tocar en el 12-12-12, un concierto de beneficio ofrecido por artistas para las víctimas del huracán Sandy, él se encontraba en el medio del lineup, entre medio de Kanye West y Chris Martin. Joel pensó que su set de seis canciones estaba bien, pero el público y las críticas coincidieron en que fue una sorpresa a destacar. (El diario The New Yorker expresó que cuando Joel se subió al escenario, “el estado de ánimo de la gente se relajó, como si alguien que realmente supiera cómo tocar en un estadio estuviera a cargo”). “New York State of Mind” y “Miami 2017 (Seen the Lights Go Out on Broadway)” sonaron como himnos: primero hits, luego oldies, ahora estándares de la música.
«Ese fue el núcleo de este renacimiento», dice el director creativo de Joel, Steve Cohen, un miembro del núcleo de decisiones de las operaciones en vivo. “Él pasó de ser este cantante pop de los 80 a ser tomado en serio solo por la magnitud de su éxito, y después de repente era cool ser fanático de Billy Joel”.
El éxito de Billy Joel (tiene 42 ingresos en el Billboard Hot 100, incluyendo 13 hits en el top 10) jamás fue predicado sobre lo cool. El artista se volvió famoso como un tipo mainstream con gustos mainstreams y un talento por expresar las aspiraciones diarias y, más aún, las decepciones diarias. Se parecía a los personajes de sus canciones que frecuentaban restaurantes italianos del vecindario o trabajaban en las fábricas de Allentown. «Cuando las personas vienen y cantan, piensan que son él porque no están mirando a una estrella de rock», dice Cohen. Durante años, los críticos sostuvieron notoriamente que todos los hombres apelan en su contra, y Joel, quien era muy consciente de su voz, su forma de tocar el piano y su apariencia, destruiría las malas críticas sobre el escenario.
“Yo era mi peor enemigo”, dice. “Podía obtener cinco buenas críticas y una mala, y me volvía loco. ‘¿Viste lo que dijo este tipo? ¡Ese maldito!’”, ríe. “Y la audiencia diría ‘OK. Creo que alguien piensa que apestas’. Yo era algo tonto”.
Para el 2012, sin embargo, estaba lo suficientemente bien adaptado como para prestarle más atención a aquellos a los que no les importaba lo que The Village Voice había dicho sobre él en 1976. Durante su pausa, Joel buscó el consejo de amigos que giraban intensamente como Bruce Springsteen y Don Henley . «Me cuestionaba muchas cosas: ‘¿Por qué siguen haciendo esto?’ Y ellos decían: ‘Esto es lo que hacemos’. Y dije, ‘¿Sabes qué? Tienen razón. Yo sé cómo hacer esto. Esto es lo que hago. Tardas un poco en darte cuenta».
Luego del 12-12-12, estaba listo para considerar seriamente una idea que Arfa había abordado unos años atrás: un residency show en el Madison Square Garden. Un residency en Las Vegas no tenía atractivo alguno (“Ni siquiera me gusta Las Vegas”), ¿pero el Garden? “Ese es mi estadio”. Para empezar, Arfa anunció solamente seis shows, pero los tickets se siguieron vendiendo, y el venue hizo de Joel, una franquicia, como los Rangers y los Knicks. Según Arfa, solo el 20% de la taquilla de Joel es repetir el negocio.
“El público peregrina para ver a Billy Joel”, dice Darren Pfeffer, el vicepresidente ejecutivo de MSG Live. “Se ha convertido más en un evento que en un concierto”. La presencia de al menos un fanático de alto perfil en Wembley, Niall Horan de One Direction, habla sobre la forma en la que Joel y su repertorio apela a aquellos oyentes que ni siquiera habían nacido cuando Joel lanzó su último álbum. Pero independientemente de la edad, hay una audiencia para la cual Billy Joel en el Garden se ha vuelto una atracción esencial en Nueva York, como lo son los shows de Broadway. “Billy es como un adorno de Nueva York”, dice Cohen.
Esto tiene beneficios más allá de lo financiero. Con tan solo un show en el Garden por mes y un puñado de estadios cada verano, Joel puede pasar la mayor parte de su tiempo en su finca de 26 hectáreas en North Shore, Long Island, donde se ocupa de su local de motocicletas y de un negocio de construcción de barcos. “Es un tour muy tranquilo”, dice Joel. “Como una semijubilación. Solíamos hacer cinco o seis presentaciones en una semana. Cuando recién estás empezando y estás girando con tus amigos por el mundo. Eres como una pandilla de adolescentes. Muy emocionante. Luego de un par de años, eres Willy Loman en Muerte de un Viajante”.
En otras palabras, el calendario de un guerrero de rutas exigía un precio. “Este es mi cuarto matrimonio. No es bueno para una relación irse por tanto tiempo”, continúa. “Así que me convertí en una persona hogareña”. Mientras hablamos, la esposa de Joel, Alexis Roderick, se acerca con su hija de un año, Remy. En la prueba de sonido, su otra hija de tres años, Della, se trepa al gran piano y se pone panza abajo con la pera entre sus manos, mientras Joel la mira a los ojos y canta “Don’t Ask Me Why”.
Joel pasa la mayor parte del espectáculo sentado frente al teclado: da un paso adelante para tocar la guitarra en unos pocos temas, pero saltando sobre el piano en su juventud le valió unas caderas rotas. Sin embargo, no es un artista menos entusiasta ya que intercala los tracks de sus álbumes y covers entre los hits emblema, lo que lo ayuda a mantenerse interesado. A veces, prueba con interpretar sus canciones preferidas como “Laura” o “She’s Right on Time”, pero si no va con la audiencia, “tan solo las sacamos y las pasamos rápido”. En la prueba de sonido en Wembley, la banda recorre los temas de Beatles para interpolar “River of Dreams”. Joel rápidamente descarta “Can’t Buy Me Love” (“es extraña”), “She Loves You” (“No, no lo compro”) y “Twist and Shout” antes de quedarse con “I Feel Fine”.
“Esa me gusta”, afirma con un halo de satisfacción. “Es buena”.
Antes de encarar el Oxford Union, Joel quiere salir y fumar un cigarro. Nos sentamos en un banco en un jardín aislado, y enciende un Hoyo de Monterrey. “Tan solo oler un cigarro me recuerda a mi abuelo”, dice.
Joel está en un estado de reminiscencia. Recuerda su primer show con una banda, tocando canciones de los Beatles en una iglesia de Long Island en 1965. “Había una chica de la que estaba enamorado y era tímido para hablarle”, dice de aquella mujer a la que luego recordaría con cierta licencia poética en “Only the Good Die Young”. “Y pensaba: ‘Oh Dios, ¡Virginia me está mirando!’ Y los chicos estaban bailando y estaban aplaudiendo. Luego viene el sacerdote y nos da a cada uno 15 dólares. Ni se me había ocurrido: ¿Te pagan por esto? Ese fue el día que decidí que esto era lo que iba a hacer”. Se asombra de que todavía “está haciendo el mismo trabajo que hacía a los 15 años. ¿Cuánta gente puede decir eso a los 70?”.
Está feliz de sentir cierta nostalgia sobre su vida como artista. Pero nunca tuvo tanto interés en recolectar sus recuerdos fuera de los escenarios para el público. En 2011, terminó unas memorias con el escritor Fred Schruers y las envió a HarperCollins pero cuando el editor le pidió de aumentar el contenido de los asuntos más escandalosos, Joel pensó “Vete a la mierda”, y devolvió la cantidad de dinero que había recibido del adelanto de los 3 millones de dólares. Sus canciones le proporcionaron la partitura al exitoso show de Broadway Movin’ Out, pero rechazó las ofertas de convertir su historia de vida en un musical (lo llaman el Piano Man) y tiene poco apetito para una biopic del estilo de Rocketman (que seguramente se llamaría Piano Man).
“Hay cosas en mi vida que podrían ser buen material para hacer una película”, dice. “Se casó con esta supermodelo, tuvieron un hijo y después se divorciaron, luego se estrelló con el auto, después entró en rehabilitación. Eso fue como cinco minutos en mi vida. No fue todo sensacional. Solo espero que no contraten a alguien de baja estatura, gordo y feo para interpretarme”.
Todos excepto Joel mismo parecerían encontrar esto extraño. Contemporáneos como John y admiradores más jóvenes como P!nk lo incentivaron a retomar las grabaciones, pero él se niega a hacerlo. “Yo sé que ciertos artistas luchan con la idea de ser relevantes: ‘Tengo que hacer cosas nuevas y lanzar hits’”, dice. “Yo dejé de comprar eso hace un tiempo”. Le gusta señalar que grabó 12 álbums como Los Beatles, y no tiene nada que probarle a la gente. “He escrito buen material. También alguna que otra basura. Pero algunas cosas realmente son buenas”.
De todos modos, parece que la vida artística de Joel no terminará pronto, aunque cuando pase, piensa que sucederá de repente. “Mi teoría es que una noche voy a apestar”, dice. “No seré capaz de darle a las notas, olvidaré las letras y la música. Amo este trabajo lo suficiente como para no hacerlo bien”.
Hay dos canciones en el set de Joel, ambas escritas antes de saltar al estrellato, que ahora muestran cierto contraste. “The Entertainer”, un tema que se posicionó en el top 40 del Hot 100 en 1973, trata sobre un ataque de ansiedad acerca de volverse obsoleto. “Vienna”, un track de The Stranger que nunca fue un single pero que lo sorprendió al convertirse en uno de sus temas más amados y transmitidos, le advierte a un joven ambicioso de ir más lento y ser paciente porque, según dice Joel, “tienes toda una vida por vivir”. Resulta que el hombre de “Vienna” tenía razón. Y aquel de “The Entertainer” estaba equivocado.
“Es una ironía”, dice Joel. “Yo era tan pesimista sobre eso, e igualmente funcionó todo”.
Dennis Arfa conoció a Billy Joel en 1967 mientras joel tocaba en The Hassles. En 1976 se convirtió en su agente de booking y apenas diez años atrás sugirió la idea de hacer un residency show en el Madison Square Garden. “Él estaba siempre pensando ‘¿Cuál es el próximo paso?’” dice Joel sobre Arfa, quien fundó el Artist Group International en 1986. (Su lista ahora incluye a Neil Young, Elvis Costello, Metallica y The Strokes). Antes del show reciente de Joel en Wembley, Arfa recordó cómo surgió el residency show, el mayor logro de la asociación entre ambos.
¿Cómo se originó la idea de un residency show en el Madison Square Garden?
Yo cené con el presidente de aquel entonces del Garden, Jay Marciano, en Turks and Caicos una noche en el 2009 o 2010. Allí fui con esta idea. Habíamos tocado en el Estadio de Shea en Queens, en 2008, que resultó ser una gran presentación. ¿Cómo sigues después de eso? La antena siempre estaba atenta ante lo que podías hacer luego.
¿Y cómo respondió Joel?
Hubo un par de años en los que estaba inseguro. Iba a haber una conferencia de prensa y recuerdo a Billy llamándome y diciéndome: “¿Estás seguro de que esto es lo correcto?”. Ni siquiera estaba realmente seguro de lo que encaraba. Luego se emocionó sobre todo esto.
¿Ahora está más involucrado?
Billy le tiene mucha confianza a su gente. Básicamente, no lo arruines. Él confiará en mí y en sus confidentes y en los expertos de otras áreas y cederá, pero últimamente, es su decisión el cómo quiere que lo representen ante el mundo.
No parecería importar que ha dejado de lanzar nueva música. ¿Por qué crees que ocurre esto?
Creo que mucha gente mayor que lanza nuevas canciones lo hacen más por ellos mismos que por los demás. Las posibilidades de que tengan éxito, excepto dentro de su propio hemisferio, son mínimas o nulas. Solo los más incondicionales quieren escuchar nuevo material. Las masas quieren escuchar los hits.
¿Podría algún otro artista hacer un residency show como este?
Sé que muchas otras personas han hablado acerca de ello. ¿Pero a este nivel? Creo que reconocen la unicidad de lo que está logrando. Él puede tomar un espacio grande y volverlo muy íntimo. Es simplemente una combinación mágica que funcionó.