“Quiero tener un estudio-casa como el de Ryan Tedder”, dice Charlie Puth con un suspiro. El muchacho de 26 años mira la fogata junto a la piscina de la bella casa, una estilizada mansión de mediados de siglo situada entre una arboleda en Beverly Hills, donde actualmente se ofrece una recompensa de 10.000 dólares por un pomerania robado. “Compartimos el mismo mánager, así puedo vislumbrar el potencial de mi carrera –continúa Puth refiriéndose al líder de OneRepublic y compositor-productor de estrellas como U2 y Taylor Swift–. Tiene otra casa para su estudio. Y velas, así que yo también tengo velas”.
Luego abraza sus rodillas y continúa: “Me gustan las velas”. Puth –cuya carrera arrancó con el hit de 2015 See You Again, con Wiz Khalifa, y ahora incluye Attention, el hit de 2017 que alcanzó el Nº 5 del Billboard Hot 100– está levantado desde las cuatro en esta mañana de enero. Completó tres horas de entrenamiento con el gurú del fitness Harley Pasternak, quien lo está preparando para la gira de este verano, y pasó otras dos horas en la oficina del alergista. Con su cabellera peluda y su espigado metro ochenta envuelto en ropa deportiva (buzo Adidas fluorescente, shorts Lululemon y leggings), Puth parece más un atleta de escuela secundaria que una estrella pop. Desde que encontró la fama se volvió algo más hogareño. “Me gusta mucho estar en casa”, dice. “O salir con Adam Levine, con quien compartimos los mismos gustos –sonríe–. Vos sabés, frutas frescas, baños con recibidores y Porsches”.
“Charlie es uno de los artistas más integrales y talentosos del momento”, afirma Levine, su amigo y colaborador. JKash –Jacob Kasher, un exrapero de Virginia Beach que colaboró con Puth y coescribió We R Who We R, de Kesha, y Good Girls Go Bad, de Cobra Starship– dice que ni bien conoció a Puth en 2014 supo “que este chico tenía un talento único. Quizá también lo tiene Max Martin. Hay pocas personas en el mundo como Charlie”.
Puth y JKash compusieron juntos mientras viajaban por los suburbios de Los Ángeles en el lujoso Range Rover Autobiography de Kash. “Los Range Rovers simbolizan el éxito para mí, o el éxito por venir –explica Puth–. No tengo uno, pero lo quiero. Y aun cuando lo tenga, voy a pensar: ʽQuiero ser miembro de un country club, y quiero escribir canciones cuando esté allíʼ. ¿Qué puedo decir? Me inspiran las cosas materiales”.
Pero manejar alrededor de Burbank y Glendale con Kash es para Puth un modo de revivir los tiempos en que hacía mixtapes para chicas. “Creo que en secreto nos gusta mezclarnos con gente normal; como que si estamos cerca, podemos alcanzarlos”, confiesa Puth.
“Cuando salgo de gira, tengo un chofer y hago de cuenta que vivo en el área. Si veo un grupo de adolescentes, sé que probablemente están escuchando algún tipo de hip hop, y quiero hacer un disco que les dé la misma emoción que Mask Off”, dice sobre el hit de Future.
Puth aún no había lanzado su disco debut cuando See You Again, el himno de Rápido y furioso 7 que sirvió de homenaje al fallecido Paul Walker, se puso mano a mano con Lose Yourself de Eminem y Boom Boom Pow de The Black Eyes Peas como el rap que más semanas pasó en el Nº 1 del Hot 100. Nine Track Mind, que salió a inicios de 2016, lo posicionó como un pianista y soulman rubio mientras Justin Timberlake grababa su nuevo álbum y Robin Thicke tenía asuntos legales por su tema Blurred Lines. El álbum alcanzó el Nº 6 del Billboard 200 y pasó 92 semanas en los charts, reapareciendo periódicamente en los siguientes dos años.
Pero las blandas y sentimentales canciones animaron tanto caiditas de ojos como ventas. “¿Tiene el rating más bajo de Metacritic? –pregunta Puth con una carcajada (no es exactamente así: el álbum está en el 15º puesto más bajo)–. Estoy de acuerdo con ese puntaje. En ese álbum no soy yo para nada”.
“Charlie fue empujado al centro de la escena muy pronto –explica Dionnee Harper, vicepresidente de Marketing de Atlantic Records, quien trabajó con Puth desde el inicio–. See You Again tuvo un éxito que nadie anticipó, y debimos capitalizar el momento”. Puth dice que el álbum fue apresurado, que resultó una “mescolanza de música” y lo compara con “usar aluminio como hilo dental” o “limar uñas en un pizarrón”.
“Todo lo que no quería que me pasara, lo típico que escuchás de un pibe cuando firma para la industria musical, me terminó sucediendo –cuenta Puth–. Me decían que hiciera esto y lo otro. Y yo no quería hacer nada de eso, sino manejar mi carrera”. Puth pasó dos años con un hit que no pretendía cantar (había escrito el estribillo de See You Again para Sam Smith) y un álbum en el que no creía.
Después, en abril de 2017 sacó una canción que no sonaba demasiado a Charlie Puth. Impulsada por una base disco bien firme, Attention está meticulosamente arreglada, es un tema uptemo definitivamente nada romántico. “Habla mierdas –dice Puth–. Es una canción muy mala”. Es también su single más exitoso como solista, y el primero en generarle genuina admiración (el crítico Jon Caramanica, del New York Times, la definió como la cuarta mejor canción de 2017; el popular podcast para nerds Switched on Pop la ha alabado efusivamente). En octubre, entregó How Long, un funky similar que alcanzó el Nº 21 del Hot 100.
Puth tomó el control de su carrera y no va a soltarlo: está produciendo la totalidad de su segundo álbum, VoiceNotes, y corrió su lanzamiento de enero a mayo para perfeccionarlo. “Charlie es un músico increíble –dice Shawn Mendes, amigo y compañero de ruta–. No se compromete por nada que no sea perfecto”.
“No me sentía un artista hasta que salió Attention –se sincera Puth mientras el fuego chisporrotea–. Y presiento que la gente está empezando a entenderlo. No me preocupa que la mayoría aún no lo haya captado; están encontrando el mensaje que antes no podía decir. Attention soy yo diciendo ‘Hago esta canción del modo que quiero’”.
Esta es la clase de vida que Puth siempre quiso, desde los días en que viajaba de Rumson, Nueva Jersey, a Nueva York, para estudiar piano de jazz en la Manhattan School of Music. Caminando por la ciudad un día junto a su padre, un empresario de bienes raíces, Puth visitó a una psíquica. “Ella me dijo: ‘No vas a ser famoso, pero está OK’. Yo estaba como: ‘Mierda, papá, devolvele la plata y pedile que vuelva a chequear. Yo voy a ser superfamoso’”.
Si Puth tiene lo que ahora llama una “humilde arrogancia”, es por una buena razón. Creció en relativo confort, con dos hermanos menores mellizos que actualmente viven con él (Mikaela, que solía trabajar en Refinery29, ahora administra su día a día; Stephen es también compositor), su padre, que construyó un próspero negocio durante la infancia de Puth, y una madre que cuando a los 12 años Puth tocaba de memoria la misa católica en el órgano decidió buscar un profesor de música que le explicara cómo lo hacía. La respuesta: tiene oído perfecto, probablemente desde los tres años, cuando cantaba de memoria Breaking Up, de Neil Sedaka, en la misma clave en que estaba escrita.
“Yo era un infante terrible –dice Puth–. ¿Viste cuando en los dibujos animados alguien sonríe y hace ‘¡ding!’? Yo tenía esa clase de sonrisa”. A los nueve años compró The Marshall Mathers, de Eminem, y se volvió aficionado al hip hop. “Nunca había escuchado una canción con hi-hat fuera del beat”, explica, para luego hacer una versión de The Real Slim Shady con una caja de ritmos y una trompeta (Puth es por default el hombre orquesta). En séptimo grado había conectado su estéreo a un Korg Triton Studio y hacía mixtapes para las chicas de su clase. “Podía combinar Candy Shop con Drop It Like It’s Hot –recuerda–. “Ellas decían ‘¡Oh, mi Dios!, ¡Puth es tan raro, pero es también tan amoroso!ʼ”.
Puth descubrió que haciendo mixtapes y tocando el piano en las fiestas llamaba la atención. “Siempre me gustó… no manipular a la gente, sino ser refinado –aclara–. Me gusta estudiar las reacciones de la gente, y el mejor modo de verlo es haciendo música”. Más adelante, “con una beca para estudiar Producción e Ingeniería de Sonido en el Berklee College of Music, iría a fiestas en donde sabía que había algún piano y haría [se arrastra desmañadamente]: ‘Oh, ¿quién conoce esto?… Tiny Dancer, de Elton John’”.
Sin tener mucha experiencia como cantante, en Berklee, Puth empezó a postear videos en YouTube, cantando canciones como Someone Like You, de Adele, a dúo con su amiga Emily Luther. Lo siguiente marcó las bases para la leyenda de Puth: Ellen DeGeneres tomó nota y fichó al dúo para su sello de artistas emergentes; no funcionó; Puth volvió a Berklee y, postgraduación, tuvo una oferta para viajar a Los Ángeles y escribir sesiones. La primera, coescrita, resultó el hit de 2015 para Meghan Trainor, Marvin Gaye, que originalmente era para Cee Lo Green. La segunda fue See You Again.
“Tenía algo de dinero, un contrato y una cadenita Versace que acabé regalándole a Kehlani –dice Puth riéndose al referirse a la cantante, amiga de larga data–. Ella dijo algo así como ‘Gracias, pero no’”. Soñaba una vida como la descripta por John Mayer en el video Who Says. “Es él caminando alrededor de su departamento en Nueva York, y yo siempre quise ese ambiente –dice Puth–. Tipo hago una fiesta con gente fumando y hay una tabla de quesos con uvas y vasos de vino por todas partes”.
También empezó, como él dice, “a ser un poco una superestrella”. “Trabajando con Wiz Khalifa –agrega–, nunca había visto tanta marihuana en mi vida”, y en 2014, cuando Jason Derulo lo llevó de gira y le presentó a JKash, terminó “fumando más que muchos raperos”. Un día, después de comer “como un kilo de galletitas de marihuana”, Puth tuvo un ataque que duró seis horas. “Tendrían que haberme sedado –recuerda–. Pensé que me moría”. No volvió a tocarla desde entonces, y tiembla al evocar esos días. “Pensaba que tenía que ir a fiestas y salir con un montón de chicas y ponerme loco –dice–. Que eso era lo que se esperaba de un músico. Mi madre era de las que decía ‘Estás perdiendo la noción de por qué llegaste hasta ahí’”.
Según Puth, la única canción de Nine Track Mind que hace soportable el disco es We Don’t Talk Anymore, un dúo con Selena Gomez. “Es sobre un momento particular de mi vida, cuando alguien muy cercano a mí quería la atención de alguien más. Cuando me di cuenta de eso y terminamos, es probable que haya hecho cosas oscuras y que ella me haya preguntado ‘¿Cuánto tiempo llevás así?’”. Después se sincera algo más. “No ando revelando nombres, pero el único modo en que una canción así puede parecer real es mostrando la trastienda –dice–. Y eso fue lo que pasó [con Gomez]. Y para mí fue un desastre. Estoy tratando de decirlo de la mejor manera: yo no era el único en su mente. Y creo que sabía lo que pasaba, en lo que me estaba metiendo”.
Puth respira hondo y se despatarra. “Vos tomás un montón de emociones con la pala de la vida, las tirás en un balde y mezclás –dice encogiéndose de hombros–. Y ella evoca muy buenas emociones en esa canción, fue un placer trabajar juntos. Por eso siempre me pone feliz cantarla, aunque provenga de un período oscuro de mi vida”.