En esta tarde de enero, Santiago Moreno Charpentier entra al balcón de un 23° piso en la zona del Abasto, en la Capital Federal. Desde allí, la ciudad parece una maqueta a pequeña escala, frágil ante cualquier amenaza. Si uno fuerza un poco la vista, hasta se puede ver el Obelisco asomado por detrás de otros edificios. “¡Wow! Este es el Buenos Aires real. ¡Hola! No me presenté. Yo soy Chano”, dice el recién llegado.
El artista, que tiene 36 años, sonríe. Es optimista frente a su nuevo proyecto solista, después de dejar atrás a Tan Biónica en abril de 2016. Ya sacó cinco singles con potencia radial y metáforas que encuentran su gracia en los adjetivos: Carnavalintro, para el que viajó al norte argentino en busca de los sonidos del carnavalito (el tema es Doble Platino por sus más de 41 millones de streams e hizo que el músico supere su propio récord de permanencia en el Top 50 de Spotify con más de nueve meses consecutivos); Naistumichiu, que grabó y compuso en Madrid, y tuvo a Coti Sorokin como productor; Claramente, que grabó en los Estados Unidos con producción de Pepe Céspedes; Para vos, producido por Cachorro López; y La noche. “Todo el tiempo me doy cuenta de que para escribir tengo que tomar distancia de Buenos Aires”.
Chano está contento porque la entrevista se realiza de manera tradicional, sin cámaras, y además puede elegir su propio vestuario para las fotos. Durante toda la sesión, hace chistes. Dice, por ejemplo, que esta va a ser “la mejor tapa de Billboard en la historia”. Es tímido, a su vez. Cuando alguno de los presentes espía desde atrás del fotógrafo Guido Adler –que conoce al cantante desde hace diez años–, desvía la mirada de la cámara.
—No puedo si está ella. Me da vergüenza —dice sobre una de las editoras de Billboard.
—Pero ella tiene que estar acá —le responde Guido.
—Bueno.
—¿Podés dar un paso más hacia atrás?
—Agarrá mi celular. Sacame una foto para Instagram.
—¿No lo podemos hacer después?
Entonces, Chano saca su celular del bolsillo y se toma una selfie. “Mirá. No te necesito. Lo hago yo solo”, lo desafía. Guido revolea los ojos y le acepta el teléfono. Ahora tiene una cámara distinta en cada mano.
—No puedo creer lo que me hace hacer. Es inhumano trabajar así —bromea y le cumple el pedido—. Ahora sí. Da un paso hacia atrás.
—Ni una galletita de chocolate me ofreciste —le contesta Chano.
—Si te parás ahí, te doy un paquete de Bridge que traje de Punta del Este.
—¡Sííí!
La picardía infantil de Chano destila cierta ternura, pero a veces encuentra un dejo ruin; más tarde, cuando el equipo mira las fotos, su amigo confirma, entre chistes, la contradicción: hay una imagen en la que su gesto es angelical, donde ríe ingenuamente, como un niño que acaba de hacer una travesura que considera inofensiva. “¿Esto un ángel? Es un demonio”, dispara el fotógrafo.
Cuando Chano habla, da la sensación de que su cabeza es un caos, que las ideas vuelan en distintas direcciones y que rebotan contra las paredes de su cráneo en un intento de salir todas a la vez. Sin embargo, dentro de ese alboroto, mantiene un orden. Parece un guardabosques que conoce cada camino escondido en la espesa vegetación: si se desvía de un tema, no se olvida de que quedó un concepto incompleto; puede volver a algo que dijo hace diez minutos como si nada.
Elige cada palabra con paciencia mientras fuma con nerviosismo, como si de ese cigarrillo dependiera su vida. En ocasiones, se embala con una idea y se levanta del sillón para terminar la frase de pie. No le importa si los sobresaltos toman por sorpresa a los demás. De vez en cuando, esa velocidad es interrumpida por pensamientos en voz alta. “Ayer me mandó un mensaje Clara, como a las cinco de la mañana”, dice en medio de una charla que nada tenía que ver.
Entonces, Clara es real… [la chica a la que le dedica Claramente, una canción sobre un amor frustrado].
− Sí, obvio. Al amor de pareja lo veo muy objetivo, porque no lo tengo. No lo puedo tener ahora, en esta nueva etapa. Si me preguntás, no me gustaría tener hijos ahora. No quiero quedar como un antifamilia, pero no le puedo agregar más quilombo a esto. Al menos por el momento.
¿Todas tus letras son autobiográficas?
− No lo sé. Uno no tiene tanta conciencia de lo que escribe. Escribo algo y una vez terminado, recién ahí lo entiendo. No escribo bajo los efectos de las emociones, porque primero hay que atravesarlas. Sí me gusta hacerlo bajo los efectos del recuerdo. Por ahora no sé cuál es mi nuevo público, quién me está esperando del otro lado ni qué esperan que diga. Solo sé que pronto voy a poner la obra en riesgo, no sé cómo, pero lo voy a hacer.
Fuiste a los Estados Unidos a componer, grabar y producir. ¿Cómo te resultó trabajar ahí?
− Los productores me pidieron que volviera, pero yo no quiero. Yo trabajé a mi gusto, pero me deprime mucho ver cómo lo hacen en general. Es como un supermercado de canciones. Hay artistas urbanos que ahora son número uno que laburaron ahí que me parecieron muy berretas. Quieren hacer la letra en un día. Quizás los tipos tienen talento, pero eso no se hace en un lugar y en un momento que arregla tu mánager. Tipo “¿A qué hora vienen las musas, mánager? ¿A las 4?”. Un mensaje no lo podés construir en one shot. Nadie lo logró, ningún músico de la historia. No quiero puntualizar, porque vos decís “Ella tiene un look”, y me parece tan berreta como lo otro. Sí lo podés hacer una vez, pero ¿todo un disco así? No es honesto. Ponele, Felices los 4 tiene como siete autores. Hay algo que requiere una intimidad, probar palabras, y no da hacerlo con más gente. Es como esa cara que hacés cuando llorás que solo vos conocés. ¿Vos te pensás que esos reggaetoneros están todo el día así, de fiesta con zapatillas doradas? ¿Que no tienen obsesiones, tristezas? Así no es. Que se vayan a sonar a la discoteca. Ese es el lugar para ellos, donde entran 400 personas. No tienen un mensaje para sostener al público. En cambio, yo soy fan de Fito [Páez], por ejemplo; puede hacer y decir lo que quiera, y yo voy a escuchar su próximo disco. Porque son años de construir un mensaje.
¿No creés que esos artistas urbanos puedan llenar un estadio?
− Es muy raro lo que pasó. De un día para otro, aparecieron los músicos urbanos con números uno en todo el mundo, y nadie lo puede entender. Que J Balvin le gane a Justin Bieber es cosa de hace un año nomás. Lo que pasa es que se emparejó la tecnología, todos tienen streaming, entonces los números de reproducciones de esos artistas son demenciales. Pero después, esa gente no está acostumbrada a comprar tickets. Me parece bárbaro que surjan fenómenos efímeros, pero es algo que ya conozco. Ahora puedo cortar más tickets que cualquier número uno del momento.
Carnavalintro y Naistumichiu tienen dejos urbanos.
− Sí, fue divertido. Lo puedo hacer porque se me canta el orto, para joder. Pero no todos los temas son así.
«Ahora puedo cortar más tickets que cualquier número uno del momento».
No cualquiera llena un estadio…
− Lo que le está pasando a Valen Etchegoyen ya lo viví. Me encanta que haya nuevas generaciones que tengan muchos seguidores y que se puedan escuchar en Spotify, pero después se van a tener que sostener en el tiempo. Yo también quería que viniera U2 y me pusiera de soporte, y al otro día dejar mi laburo y surgir, pero no funciona así. Hay que ir de a poquito. Creo que yo vengo construyendo un mensaje. Todos los artistas que llenan un estadio tienen ese aval. Cuando escuchás a Luciano Pereyra, te das cuenta de que el chabón está ahí hace mil años. En el under muchos se quejan de por qué no los siguen. Tienen que entender que hay que romperse el alma y dejar de preguntarse eso. Que La Beriso llene el estadio de La Plata es la consecuencia de lo que generaron los mismos que van a verlos desde hace un montón de años. Me acuerdo hace diez años que mi seguridad en el Luna Park era el mismo que el de Rolo [Sartorio], y me contaba que ya era imposible controlar la cantidad de gente que llevaban. Lo mismo Abel [Pintos], a quien quiero mucho, que con el apoyo de León Gieco ¡tiene contrato discográfico desde los 12 años! Por eso entiendo que toque en River. Lali también, me llamó una vez por teléfono hace años y me dijo que lo iba a hacer a la vieja usanza. Armó ella su propio proyecto con sus músicos y se fue a tocar como le dije, al interior, y le puso todas las fichas a esto. Estaba en la tele y la peleó con su show como pudo, porque tiene doscientos laburos.
¿Qué esperás que pase con tus canciones?
− Que suenen en la radio. Me hace más feliz escuchar mi canción ahí que tener grandes números en el streaming. Seré de la vieja escuela. La historia de Tan Biónica con la radio es muy linda. En 2007, en Rosario, tres tipos de Radio Boing –Cachete, Franco Merlo y el Oso– empezaron a poner Arruinarse, e instantáneamente se volvió un hitazo. En ese momento no había streaming, así que sonaba todo el día eso. Era más lindo así, se sentía más. Con Carnavalintro yo sentí que era un hit, pero no tanto en la calle. Ya no hay un tema que esté dominando todo. La radio crea hits. Entonces, en un show en Rosario que esperábamos meter 100 personas, terminaron yendo 700. Nadie lo podía entender. “Che, ¿qué pasó, boludo?”. “Y, el poder de la radio”. Me acuerdo de que después de ese recital se desinfló un poco todo y fue durísimo. Sin embargo, luego logramos el concierto más grande en la historia de Rosario: primero fueron 700 personas, después 1000, 2000, 3000 y terminamos con 60.000 en el show gratuito frente al Monumento de la Bandera. Estos chabones, Cachete y el resto, lloraban, boludo. Lloraban de orgullo.
¿Y vos qué escuchás?
− No lo quiero decir en la nota. Si querés te lo digo después.
***
Hecha la fama
Chano ya no maneja. Desde agosto de 2015 a marzo de 2017, chocó tres veces: la primera vez, golpeó a nueve autos que estaban estacionados en Belgrano y se estrelló contra el galpón de una casa. Los vecinos rompieron la ventana de su camioneta, lo sacaron del vehículo y le pegaron. Llegó a la comisaría casi inconsciente por los porrazos. En aquel momento, el abogado del cantante, Gabriel Iezzi, dijo que su cliente demandaría al Sanatorio de La Trinidad por filtrar los resultados de un supuesto examen toxicológico que confirmaba que Chano había consumido marihuana, cocaína y alcohol antes del incidente. A principios de 2016, se estampó contra un camión con acoplado en la ruta 3, y el control de alcoholemia le dio cero. En su último incidente, chocó contra dos autos que estaban estacionados en Saavedra. También le dio negativo el resultado de la alcoholemia, pero tenía el registro vencido.
Entonces, Chano ya no maneja. Tiene la licencia, sin embargo, no la usa. La decisión de privarse del volante fue tomada tras haber escuchado una entrevista en televisión a una mujer que forma parte de la Asociación Civil Madres del Dolor, que pedía que el músico no condujera más, y él decidió respetarlo.
«Que yo haya chocado no significa que la banda se tuviera que romper. Pero… si me va tan bien como me iba con Tan Biónica, prefiero mil veces ser solista».
Hablando de responsabilidad, además del piberío biónico, ahora también te siguen muchos chicos que vieron las noticias sobre tu salud. ¿Qué les dirías?
− Que lean a Borges, que no les crean las boludeces a los medios y que escuchen buena música. Yo les agradezco a las personas que se preocupa por mí. Son muy buenas conmigo, me quieren mucho y me piden que me cuide. A veces me quejo y después pienso que tengo que estar agradecido. No puedo decir nada. Hazte la fama y echate a dormir, viste… Hice muchas cosas y entiendo que cuando suena la sirena de una ambulancia, todo el mundo se preocupa. Ahora vivo una vida sana, trato de hacer ejercicio y mucha música.
¿Cuándo te pesan más las críticas? ¿Cuando apuntan contra tu vida personal o contra tu carrera?
− Las dos. En realidad, no les doy mucha bola. De verdad. Pero no sé, en general no me pongo a leer todo lo que sale, porque tampoco estoy de acuerdo con lo que digo algunos días.
Después de pasar por la clínica de rehabilitación, dice que ya superó su adicción a las drogas. Está convencido de que se tiene que cuidar, sobre todo si planea una carrera ascendente en su nueva etapa como solista: por ahora son cinco los singles, pero para el Luna Park contará con ocho en total. “Los singles tienen como una suerte de engaño. Parece que uno ofrece menos que con un disco, aunque termina ofreciendo más. Los artistas no pueden hacerse los despistados con eso, no pueden ignorar que al single le dan un tratamiento mucho mayor que a cualquier canción. La gente ya no escucha álbumes, porque tiene que elegir a un solo artista: escucha playlists. Un álbum es como ir al supermercado, querer comprar mayonesa y que te vendan una bolsa gigante llena de paquetitos de mayonesa. Que mis canciones las agrupe otro, yo no las voy a encerrar en ningún lado. Es el mejor momento de la música en la historia, la era de los millennials: ahora, la mejor conducta es la vanguardia, no el vinilo o el LP. Qué loco me parece que antes tenías que esperar a que la canción que te gustaba apareciera en la radio. Es como esa chica linda que se va en el subte y no sabés si la vas a volver a ver”.
«Con Tan Biónica yo no quería hacer River porque decía ‘¿Y al otro día qué hago? Tengo que bajar'».
Bueno, para encontrar a esas chicas existe Happn.
− ¿Qué es eso?
Después de explicarle cómo funciona la aplicación (si uno se cruza con alguien que también tiene descargada la app, y los dos se gustaron, pueden contactarse), Chano, sumergido en un impulso, abre sus ojos y propone: “A que no me lo probás. Vamos ya. Yo me camuflo y me lo demostrás. Dale, vamos ahora. Yo lo hago”.
¿Estás satisfecho con los singles?
− En la calle se nota que los recibieron muy bien. Es como un cuento. La gente me dice “Capo, maestro”, cosas relindas. Yo sé que hago algunas cosas bien, pero no es para tanto. Puede ser que a mí me asocien con el placer, pero no se compara con un tipo que opera a un chico de seis años y le salva la vida… Ese chabón es realmente un capo. Y yo estoy esperando que me escuche ese tipo. No quiero que venga y que me diga “ídolo” o que se vuelva loco por mí, porque la vida ya le hizo entender a quién tiene que agradecerle todos los días. Me encantaría que me escuche, que compre entradas para mis shows, que me respete. Sabiendo que existe gente así, no me la puedo creer.
¿Cuál pensás que es la razón de tu éxito?
− La perseverancia. El trabajo duro. Ayer le dije a mi tour mánager, que es una chica: “Mirá, si vos tenés una buena idea, llamame a cualquier hora y despertame”. Insistí hasta despertarme. Probablemente, si es tarde, yo esté haciendo una buena idea, porque duermo muy pocas horas. Además, analizo mucho la industria. Por ejemplo, tuve el primer Facebook de la Argentina y supe que eso iba a servir: un chabón que conocía en ese tiempo había viajado y me lo había mostrado. Ese Facebook era mi usuario personal, que después lo cedí para que fuera de Tan Biónica. También tuve la primera cuenta verificada de Instagram de la Argentina.
«En los pueblos éramos los Beatles. Te lo juro. Yo pasaba de ser camarero a ser John Lennon».
Cuando Tan Biónica apenas era un embrión de la banda que consiguió reunir a multitudes, Chano ya depositaba una fe ciega en el grupo. Visualizaba el triunfo. Incluso, en 2009 –cuando él todavía trabajaba de mozo−, alquilaron agentes de seguridad para ir al pueblo de Daireaux, en Buenos Aires, y que los patovicas les abrieran las puertas de la combi cuando se bajasen. “Hacíamos el show que soñábamos; todo desafinado, aunque era el show de nuestras vidas. Allá éramos estrellas, pero hacíamos como 2000 pesos. Alcanzaba para la nafta, una cena y ya. El lunes, volver a la realidad era durísimo. De hecho, con Tan Biónica yo no quería hacer River porque decía “¿Y al otro día qué hago? Tengo que bajar”. Pero volviendo a lo de antes, de esas giritas llegábamos cansado, sin un mango, y nuestras novias pensaban que nos habíamos garchado a todo el mundo”, recuerda Chano con nostalgia. Si uno no lo conociera, pensaría que ya no se dedica a la música.
¿Por qué elegían pueblos?
− Habíamos ido a La Pampa, pero solo vinieron a vernos como 70 personas. No pasaba nada. A pesar de que era divertido el viaje, era medio depresivo. Yo sabía que no podíamos controlar todo y que el universo nos podía sorprender. Un día, uno de los pibes que nos había ido a ver a La Pampa nos contó que su viejo tenía un boliche y que el mejor momento de la noche era cuando ponían nuestro disco debut, Canciones del huracán. ¿El disco entero, entendés? A él le vendimos nuestro primer show, en Daireaux, sin saber cómo hacerlo. Nunca habían llevado a un artista ahí. Y fuimos. Éramos los Beatles en el pueblo. Te lo juro. Yo pasaba de ser camarero a ser John Lennon.
¿Y ahora cómo está la banda? Bambi asegura que se encuentra en un impasse.
− ¿Bambi te dijo eso? Dice eso porque él fue el que decidió… no sé… ahora que lo pienso, fue lo mejor. Pero este impasse va a durar muchos años; yo ya me metí en otra cosa. Me lo repregunto: si yo rompí el grupo, si el impasse lo hizo mi hermano, si yo empecé a destruir todo… Que yo haya chocado no significa que la banda se tuviera que romper. Pero… si me va tan bien como me iba con Tan Biónica, prefiero mil veces ser solista.
¿Estás preparado?
− Mi misión es crecer mucho. Todas las veces que me veas, voy a estar gastándome toda la plata para ir a Latinoamérica. Es un proceso que va a costar un montón, quizás diez años, pero yo quiero ser el músico más grande de América.
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