Googlear “cabeza flotante” se ha convertido en una trampa que lleva a uno de los absurdos más divertidos de la cultura pop argentina modelo 2017. “Cabeza flotante de Cande Tinelli” es el primer resultado sugerido. Y los Cabeza Flotante, una de las bandas más calientes de la actualidad under, han perdido lugar a merced de un tatuaje demasiado oscuro en el cuello de “la hija de”.
Sin embargo, vale la pena pasar por ese equívoco ridículo para descubrir a la banda de los hermanos Lamothe. A decir verdad, la familia de Antonio, Manolo y Nacho conforma solo tres quintos de la banda, que se completa con Marcos Canosa y José María Muriel. Y de esa conjunción emerge un sonido con dos influencias ineludibles, que no tienen necesariamente que ver con la música: la amistad y su propia generación.
Es un grupo más en el colectivo Laptra, la discográfica que nuclea a casi todos los que deben ser escuchadas para entender el under. Y, se sabe, ese punto de referencia también funciona como una máquina en constante retroalimentación: todas las bandas, desde Él Mató hasta Atrás Hay Truenos, suenan en el mismo compás, en armonía y en amistad.
Pero, claro, como cada uno de esos grupos tiene un link que los une, también está aquello que los diferencia. Grabaron Ningún lugar –el primer disco– en un departamento de dos ambientes, con una placa de sonido de solo dos canales y con dos micrófonos de batalla. No hacía falta más, la canción podía vivir en esa mínima expresión. Y eso es lo que importa en Cabeza Flotante.
Con la ayuda de un cuarto Lamothe, en este caso Esteban, son los creadores y desarrolladores de la Rucho Fest, un encuentro de esas bandas que cumplen los requisitos ya mencionados: ser grandes influencias y buenos amigos. Ya en los 90, en su ciudad natal de 5000 habitantes, habían organizado una serie de festivales en los que tocaron Peligrosos Gorriones, Martes Menta, Los Brujos y Los Visitantes. Y de esos encuentros, de hecho, también se sugirieron y se terminaron de conformar las influencias de la banda. Pero también se creó algo más importante: la búsqueda imparable de esa comunión estética y fraternal con su entorno. Porque Cabeza Flotante es música para saltar, cantar y bailar, sí, pero también para abrazar al que tenés al lado.