Por: Majo García Moreno
La gente tiene ganas de salir, está clarísimo. Y la oferta, por suerte, es cada vez más variada. Aunque se sospechaba que iban a pasar años para que los artistas internacionales volvieran al país y la sociedad, tras la Pandemia que mantuvo al mundo en vilo y encerrado entre cuatro paredes, se animara a asistir a eventos masivos, las ganas de girar y tocar de un lado y la de ir conciertos en vivo del otro fueron más fuertes que cualquier suspicacia.
Todo bien con los streamings que durante un tiempo se convirtieron en lo más parecido a tener a nuestros músicos cerca, con los vivos de Instagram que nos sacaron un poco de la embolia de la cuarentena, pero el vivo es el vivo. Estar cara a cara con los músicos, saltar en cada beat, hacer silencio, conmoverse, revalorizar el salir a la calle con amigos, abrazarse… no hay sofá, por más cómodo que sea, que le gane. Para los amantes de la música, del ritual del vivo, no hay nada que supere el día que llega el concierto para el que meses atrás sacaste tu entrada. Salir de casa con ropa cómoda para saltar, gritar, escuchar, cantar, bailar y hasta poguear es el antídoto contra todo.
Este fin de semana la Ciudad de Buenos Aires confirmó que recuperó su pulso, y hasta lo intensificó. Colectivos, subtes, autos llenos de gente trasladándose al anochecer en caravana feliz fueron la postal de un fin de octubre de grandes conciertos en los principales escenarios de la ciudad.
Para los aficionados a la música en vivo no hubo manera de hacer malabares y cumplir con todo. Hubo que elegir.
La variada oferta nacional e internacional que se congregó entre viernes y domingo en la Ciudad de Buenos Aires se tradujo en un hecho curioso que confirma que la capital tiene resto para cobijar a grandes figuras de la escena musical actual, en sus principales escenarios, a capacidad colmada y en simultáneo: Coldplay en River, Wos en Argentinos Jrs., Maluma en Vélez, Babasónicos, Soledad y Nicki Nicole en Movistar Arena y Callejero fino en el Luna Park.
En todos los barrios.
Pasó poco más de un año y medio desde que se decretó la cuarentena estricta en Buenos Aires y casi un año desde que, con timidez, los primeros valientes se animaron a volver al show en vivo, con capacidad restringida y un meticuloso protocolo de cuidado para hacer frente al Coronavirus. Pero volver al vivo era una necesidad física, mental y casi vital.
Esas primeras salidas, con distancia social, sillas vacías alternadas entre las ocupadas, burbujas y barbijos, encontraban las calles desoladas, la gente mirándose con perspicacia por arriba del tapabocas, todos y todas éramos sospechosos de tener el virus. Esas iniciáticas y atrevidas salidas al exterior nos mostraban una ciudad abandonada, silenciosa y temerosa, más parecida a la de una película de George Romero que a la vibrante Buenos Aires.
Por eso, ver que la ciudad se llenó de anuncios de conciertos, Internet de banners de publicidad y las redes sociales de promociones de bancos, además de ser muchas veces un agotador súper estímulo visual también se convirtió en la esperanza de que todo, de a poco, vuelve a la normalidad. Y con más vigor que en la Pre Pandemia. Este fin de semana, hacia los barrios de Núñez y San Nicolás, a Liniers y a Villa Crespo se vivió la peregrinación de centenares de personas con la misma ansiedad: escuchar música, fuerte, a veces más prolija, a veces con acople, pero siempre codo a codo y sin distancia con los otros miles de asistentes.
Vivo en cifras
Si sumamos, a grandes rasgos, los números de concurrencia al vivo del último fin de semana en los importantes escenarios que mencionamos, podemos arriesgar que hubo más de 250 mil personas distribuidas en los conciertos que se llevaron a cabo en tres de los estadios más importantes del país a cielo abierto y en los dos principales cubiertos de la capital.
Wos llenó viernes y sábado el estadio de Argentinos Juniors en La Paternal con alrededor de 60 mil personas distribuidas en las dos fechas; Maluma congregó a 30 mil almas el sábado en la cancha de Vélez; Coldplay que se presentó viernes y sábado en River convocó a 110 mil personas en ambos shows (serán 10 conciertos en total en el país); Callejero Fino agotó el viernes el Luna Park con 10 mil tickets cortados; Babasónicos – que también estuvo el miércoles-, Soledad y Nicki Nicole que se presentaron el viernes, sábado y domingo en el Movistar Arena a estadio lleno llevaron entre 12 y 13 mil personas cada día. Cabe aclarar que, de todos los shows mencionados, el de Nicki fue con entrada libre y gratuita como parte de una campaña de la compañía de telecomunicaciones.
Las entradas para los conciertos, en promedio, rondaron los 10 mil pesos más el famoso costo por servicio. El más austero en los precios fue Callejero fino, con tickets que arrancaban en los 2500 pesos y llegaban hasta 5000 y, por supuesto, las entradas más caras son las de Coldplay con un concierto de grandísimo despliegue que consta de una megaproducción de pantallas e iluminación para una puesta en escena pocas veces vista en el país. Para ver a Coldplay, con entradas agotadas para su decena de conciertos, los fans invirtieron de 9500 a 23000 pesos. Los tickets de Maluma se conseguían de 7000 a 12000 pesos y los de los locales Wos, Soledad y Babasónicos arrancaban en 4500, 4000 y 7000 respectivamente.
El día después de este fin de semana de vivos, las redes son el álbum perfecto del fin de fiesta con fotos, videos e historias de amigos, familia, parejas bailando, cantando, queriendo captar y compartir algo de lo vivido. Las historias dan cuenta de perreos, saltos de canguro, gritos desaforados, luces en sincro, pulseritas de colores, cantantes volando… y hasta pedidos de casamiento. De a poco, la ciudad va recuperando la calma y buscando el impulso para alguna nueva seguidilla.
Es cierto que con tanto show en vivo no hay bolsillo que aguante, pero después de varios meses de encierro y de angustia sin saber cómo seguía la cosa… quién nos quita lo cantado. Octubre termina y nos demuestra que la música, está más viva que nunca y que Buenos Aires y su gente, vibran a su ritmo.