Desde la Chicago argentina, como alguna vez llamó Charly García a Rosario, una amistad forjada sobre adolescencias punk y noches de bares pide permiso con sus violas y saluda: Buenas Tardes. Sebastián Amorelli y Felipe Araujo se juntan seis años atrás en un departamento rosarino y en silencio empiezan a crear una probeta de rock. Guitarras, una computadora, letras escritas entre cuatro paredes, birras en el bar de la vuelta, un poco de flores y muchos colores; mezclan todo en un tubo de ensayo. Por cuatro años se juntan religiosamente en su búnker, sin decirle ni una palabra a nadie de lo que están tramando. Están creando música y le están dando vida. Casi de manera artificial, yendo contra los fundamentalistas del rock nacido en garajes. Pero por sobre todo, en silencio. Y los ríos más profundos son siempre los más silenciosos.
En 2015 rompen con el hermetismo y su embrión artificial de rock toma forma de disco. Las 11 canciones convencen al bajo de Marcos Prieto y al bombo de Ignacio Simunovich para que se sumen al proyecto. A su álbum debut, Buenas Tardes, le basta un saludo para irrumpir en todas las radios durante el 2016. Canción de luna, su primer single, tiene más de un millón de reproducciones en Spotify y YouTube. Sin embargo, ellos se ríen en clave irónica cuando un tercero lo llama “hit asqueroso”. “Los números nos aplastaron un poco al principio. Estamos agradecidos por la respuesta, pero ahora arrancamos de cero de vuelta”, se sincera Araujo. Aunque llegaron al dial en poco tiempo, saben que no pueden componer buscando reventar YouTube, y a la hora de la creación prefieren dejar los números de lado.
Tocaron solo cuatro veces en vivo antes de sonar en la radio. ¿Por qué piensan que llegaron tan rápido al éter?
Sebastián Amorelli: Tocamos pocas veces y tardamos en presentar el disco oficialmente porque no podíamos hacer el show que queríamos. Es decir, con el escenario, las luces, las visuales y la puesta que queríamos. Pero nunca diseñamos la canción para llegar a la radio, creo que fue más bien el producto de habernos metido en la música de lleno. Desde 2011 venimos creando en silencio, y la música terminó hablando por sí sola.
Felipe Araujo: Fueron cuatro años de composición y nadie, ni siquiera nuestras familias, sabía qué hacíamos cuando nos juntábamos. Yo laburaba de arquitecto y Sebas tenía un local de ropa. Es más, creo que sentimos que ese logro se dio después de 15 años… nosotros estamos tocando desde los 13. Cada uno tenía su banda y de ahí nos conocimos. Hacíamos punk.
Su sonido es más pop rock, pero no le escapa a lo electrónico. ¿Dónde se ubican en la escena nacional?
SA: Todavía no lo sabemos, pero vamos en camino a una senda más moderna y que tenga que ver con el rock que se puede bailar, sin ser del todo pop. No sé bien si nuestro estilo va a ser siempre así, creo que podemos mutar. Vamos a hacer lo que necesitamos, recién tenemos un disco.
FA: Crecimos escuchando al Charly de los 80, de bases sólidas, y nos gusta mucho la vuelta de tuerca que los Strokes o Arctic Monkeys le dieron al punk, con los riffs de guitarra. De ahora estamos atentos a lo que hace The 1975. Nuestro sonido está más cerca de lo internacional. Si se puede soñar, estaría bueno que mañana hubiera una rama del abanico, como la hay con el rock chabón, que sea “rock Buenas Tardes”.
¿Qué les dejó el primer disco?
SA: Cuando arrancamos hubo muchos momentos de frustración y locura, por eso, la respuesta que tuvo nos trajo mucha alegría. Nos dimos cuenta de que somos comunicadores, de alguna manera. Es muy loco pensar que la gente puede tomar algo que escribiste para vos y hacerlo suyo también. Entendí que podemos hacer el bien con la música.
FA: Siento que tuvo muy buena respuesta de dos bandos. Primero, de mucha gente cercana, de oído fino. Y por otro lado, creo que ayudó a mucha gente a adentrarse en el mundo de la música. Salir de las canciones que uno puede escuchar todo el día en el boliche. Creemos que rompió la barrera del tiempo, hicimos las canciones hace cinco años y todavía no nos aburrimos.