A las 21:29, un minuto antes de lo pactado, se apagaron las luces del estadio de Vélez. En las pantallas, apareció una bandera argentina que flameaba, y sin solución de continuidad, imágenes satelitales desde el espacio llegaron al planeta y recorrieron las calles de Buenos Aires hasta llegar al estadio Amalfitani. De entrada, las reglas del juego quedaron marcadas: Jon Bon Jovi como frontman, siempre sonriente por la puesta en escena que le devolvía el público, mientras la banda lo apoyó con sólidos aportes vocales. Además, Phil X no dudó en tomar la delantera en cada solo, haciendo que la pregunta por Sambora sea sólo símbolica.
La banda se trasladó los años 80 con el protagonismo de los teclados en Raise Your Hands, seguida de Knockout, otra de su nuevo trabajo. Después de que cantante salude al público que colmaba el estadio, llegó el primer golpe: el doblete ochentoso You Give Love a Bad Name de Slippery When Wet, y Born to Be My Baby de New Jersey, sendos álbumes consecutivos que conocieron la cima del Billboard 200.
Entre los clásicos y las nuevas canciones, llegó el turno de Lost Highway, del disco homónimo de 2007, mientras las pantallas recorrían las áridas rutas de los desiertos norteamericanos. La idea estaba plasmada: nadie se iba a retirar del estadio sin escuchar la canción que había ido a buscar; niños, jóvenes y adultos de más de 40 iban a tener su momento en el show.
Después continuó con We Don’t Run, antes del segmento acústico de Someday I’ll Be Saturday Night y un intento poco exitoso de cantar la segunda mitad de Bed of Roses en español. Un poco consciente del bajón del show, Jon tomó el micrófono y dijo “Ok, es el momento de subir la temperatura”, y dio el kick off para It’s My Life.
Con God Bless This Mess en la pantalla se proyectaron imágenes de la epitome del disco This House is Not For Sale: recortes periodísticos con severas críticas hacia la banda recibidas en los últimos años. El propio Jon Bon Jovi declaró que muchas de las letras fueron inspiradas por la lectura de los periódicos. La canción cerró con un artículo en la pantalla que revelaba cómo se lo habían tomado: “Nadie compone himnos de rock como Bon Jovi”.
El escenario contó con una pasarela que el cantante se animó a usar tímidamente, pero en Bad Medicine no solo la exprimió, sino que bajó al pit y caminó hasta la consola de sonido saludando a todos los fans que atónitos disfrutaban estar a centímetros del ídolo.
El cierre fueron dos bises de cinco grandes hits, uno tras otro −In These Arms, I’ll Be There for You, Livin’ on a Prayer, These Days y Keep the Faith −, como si fuera un boxeador que dosifica la energía para el knock out final.