Diego Schissi está en el limbo. A pesar de sus profundos estudios de jazz –vivió y estudió en Miami, y ya en la Argentina conformó el revelador Quinteto Urbano–, el músico afincado por los barrios de Buenos Aires siempre supo que había algo que lo llamaba desde el centro de la ciudad. Una música que arrancó con un cassette de Horacio Salgán y fluyó en el impacto de Astor Piazzolla. Tomando el tango como punto de partida, entonces Schissi formó un quinteto hace casi nueve años y encontró un lenguaje propio. Una música arrolladora, un tipo de vanguardia en un género acusado de supervivencia zombi, pero que resiste como barricada de acero. El trance de Schissi es como el transiberiano, hace rato que empezó, pero aún no termina.
En ese camino, y más allá de la superación técnica de su música, Diego deja pistas en su construcción. Va una de ejemplo: todos sus discos empiezan con la “T” de “tango”: Tongos (2010), Tipos y tipas (2012), y el destacado Timba (2016). “Para nosotros, internamente, es como una continuación de nuestro primer disco en el sentido de explorar la sonoridad del quinteto y buscar una cierta densidad narrativa. Musical y un poco también jugando con la simbología del tango y la de la ciudad”, explica Schissi sobre su último trabajo.
Definitivamente, la formación de Quinteto es una fórmula inapelable de desarrollo. El tango lo vivió en la disrupción con Astor Piazzolla y ahora con Agustín Guerrero y el propio Schissi. “En mi turno era como un lugar de reaseguro, más allá de si es la agrupación ideal, si remite más a Piazzolla que al tango. Para mí era como encontrar el color del tango, me lo garantizaba. Eso sigue siendo importante. En un primer momento era todo descubrimiento, y ahora, casi llegando a los diez años, es ver cómo seguir encontrando posibilidades con los mismos timbres. El desafío ahora cambió bastante”, explica el pianista.
Cambió. Y eso sugieren las tangentes que está consiguiendo el Quinteto. Una ya tuvo la prueba en La Usina del Arte, hay registro y posibilidades de disco. Se trató de una idea de Adrián Iaies pensada específicamente para el Quinteto: la interpretación de músicas de Mariano Mores. La otra se está gestando y es de carácter implosivo: tocar canciones de Luis Alberto Spinetta junto a Liliana Herrero. Cumbre de triple frontera en la música popular argentina. “Estoy muy emocionado con este proyecto, siempre quise hacer algo con Liliana, y Spinetta es pilar fundamental en mis influencias”, afirma el compositor.
Schissi necesita seguir con este tema: “Visto desde un grupo de tango, queda lejos, pero visto desde seres humanos, músicos, que viven en la Argentina, todo esto es al lado. Spinetta, Herrero, Mores… es lo mismo, no hay contradicción posible. La discusión de un país a veces me resulta prescindible”.
Y como músico popular, y partiendo de su explicación sobre la imposibilidad de las fronteras, es que Schissi parte del tango, pero está en el centro de la música argentina. “A veces veo ejemplos como Atahualpa Yupanqui. Alguien que simboliza una tradición musical muy profunda. En ese sentido, nosotros tenemos que dar como una vuelta más larga. Piazzolla es un buen ejemplo. Alguien que tuvo que dar una gran vuelta para llegar a una síntesis. Ese camino es el que estamos dando nosotros y el que me hermana mucho con gente como el Negro Aguirre, Aca Seca, Escalandrum, entre otros. Cómo hacemos para mezclar nuestros gustos: Davis, Stravinski, Troilo, Cuchi Leguizamón, Yupanqui, Gorillaz, Spinetta. Cómo hacés para componer música con todo eso en la cabeza. A la hora de ponerlos en actos musicales genera un montón de dilemas. No es tan directo como el músico que se enrola en una tradición, pero lo estamos intentando”, asegura rotundo, revelador, en el árbol más grande del bosque argentino del limbo.