«Todo catálogo es una máquina para atrapar la realidad”, observa la escritora María Negroni. La metáfora es útil. La realidad que se intenta atrapar en este caso es extraordinaria, copiosa, multiforme: la totalidad de las canciones grabadas por Bob Dylan durante más de medio siglo de carrera (son 492 hasta la publicación del libro; luego se sumó el LP Fallen Angels).
Para atrapar semejante monstruo, Margotin y Guesdon escribieron Bob Dylan. Todas sus canciones, una máquina fenomenal que registra, estructura y trata una por una, de forma cronológica y haciéndola pasar por diversos mecanismos, la historia detrás de cada canción de Dylan. La empresa es ambiciosa; conviene ir por partes.
El capítulo correspondiente a cada álbum empieza con una introducción general que contextualiza y reflexiona acerca de la etapa de su carrera que se va a abordar. Posteriormente se aboca a la descripción de cada canción: su génesis y sus letras, sus características estructurales y la exploración de los determinados tratamientos líricos o musicales dados.
En este punto se pone muy interesante, porque nombra y explica las muchas influencias de Dylan en la composición o versiones de otros artistas, y en sus elecciones estéticas, desde el esencial Woody Guthrie y la generación beat, William Blake y el simbolismo de Rimbaud, hasta la música de los Apalaches, el blues del Mississippi y las baladas antiguas de las islas británicas.
Explica […] sus elecciones estéticas, desde el esencial Woody Guthrie y la generación beat, William Blake y el simbolismo de Rimbaud, hasta la música de los Apalaches, el blues del Mississippi y las baladas antiguas de las islas británicas.
Asimismo, los autores exploran los diversos tipos de material que usó el músico para componer sus canciones, donde se ponen de manifiesto una vez más su inquietud inagotable y su condición de lector y oyente omnívoro. Las hay que tienen claras referencias bíblicas (All Along the Watchtower), literarias (Desolation Row), históricas, periodísticas (algunas de ellas mediante la técnica de cut-up utilizada por William Burroughs, como la inmensa Gates of Eden), de actualidad (Only a Pawn in Their Game), populares y personales.
Después de la génesis y la letra, tiene lugar el análisis de la realización y producción de cada tema, en el que se le da un justo lugar de relevancia a héroes y visionarios de la producción musical como John Hammond y Tony Wilson, y se posa el estetoscopio sobre el vinilo para contar los detalles de la grabación: sonido, datos técnicos, músicos de la sesión e instrumentación. Aparecen los detalles de minutos y segundos de la grabación (silencios, errores, golpes, desafinaciones), y las observaciones sobre las performances de armónica, guitarra y de la banda –cuando hay–, como así también se menciona la utilización de afinaciones abiertas, los modelos de micrófono y un gran etcétera.
Margotin y Guesdon derraman y clasifican una enorme cantidad de datos de interés e incluso de hipótesis fundadas, por lo que este ladrillo macizo y fantástico, esta iniciativa enciclopédica sobre un artista exuberante, profundo y misterioso es una buena noticia editorial y musical.
Las secciones “para escuchar” y “para los adictos a Dylan” aportan datos nimios y coloridos que gustan al curioso y al fanático. Al finalizar cada capítulo-disco, se historizan de manera más acotada los outtakes y se buscan los motivos por los que quedaron afuera del master final. Bob Dylan. Todas sus canciones está ilustrado por una miríada de fotos que acompañan los textos, los sustentan y los disgregan con imágenes variadas y fundamentales en la galería de la obra de Dylan. Se lamenta, por otro lado, que el volumen no incluya las imágenes de las portadas originales de los discos, si bien estas son descritas y explicadas.
El desfile de músicos y personajes de la cultura de la segunda mitad del siglo 20 que atraviesan el libro es interminable: Lennon, Harrison, Ginsberg, Joan Baez, Luther King, W. H. Auden, Benny Goodman, Mick Taylor, Al Kooper y el imprescindible Robbie Robertson, por mencionar algunos, forman parte activa en esta suerte de suma de todos los conocimientos alrededor de la obra de Bob Dylan. Alrededor, claro está, puesto que su música y sus letras revisten ese rasgo de impenetrabilidad que es señal y atributo de su grandeza. Ardua tarea la de quien se propone hacer exégesis de las letras de Bob Dylan; al decir de Lou Reed, “un pozo sin fondo”. Hay párrafos enteros en los que se aventura si una canción fue escrita pensando en tal o cual chica.
Así y todo, Margotin y Guesdon derraman y clasifican una enorme cantidad de datos de interés e incluso de hipótesis fundadas, por lo que este ladrillo macizo y fantástico, esta iniciativa enciclopédica sobre un artista exuberante, profundo y misterioso es una buena noticia editorial y musical. Este es un libro de consulta, exhaustivo, para leer y escuchar, y volver a leer y escuchar, una vez más, a Bob Dylan.