La carrera de los hermanos Gibb es uno de los fenómenos pop más asombros y más infravalorados en la historia del rock. Barry, Robin y Maurice son y serán injustamente recordados por sus trajes blancos con lentejuelas y sus voces con falsete de la etapa disco, quiebre musical realizado luego de casi dos décadas de trayectoria. Sus inicios se dieron con The Rattlesnake, grupo surgido durante la explosión del rock and roll hacia mediados de los 50. Pero su verdadero primer paso lo dieron en 1958, cuando se vieron obligados a migrar a Australia junto a sus padres. Durante casi una década, pudieron imponerse en el mercado aussie bajo el nombre con el que serían recordados: The Bee Gees. En esa primera instancia, su sonido se embarcaba al fenómeno beat británico, con lo que lograron hacerse su espacio y dejar registro en dos álbumes editados exclusivamente para Oceanía, el primero bajo el título de The Bee Gees Sing and Play 14 Barry Gibb Songs –lo que denotaba la supremacía compositiva del hermano mayor, caso similar al de los Beach Boys–; la siguiente obra se llamó Spicks and Specks, y la canción homónima fue un pequeño éxito comercial que se logró infiltrar en Europa.
Es imposible pensar en The Bee Gees y correrse del trío de los hermanos Gibb, pero cuando hacia fines de 1966 migraron nuevamente a Inglaterra para desarrollar su carrera profesional, se convirtieron en un verdadero combo beat de cinco integrantes junto al baterista Colin Peterson y el bajista Vince Melouney, ambos australianos.
La psicodelia estaba en boga y no tuvieron complicación alguna en acoplarse a esta nueva fórmula musical con una verdadera soltura y capacidad creativa. Su manager, Robert Stigwood, era empleado de Brian Epstein, mente detrás de The Beatles, lo que ayudó a que The Bee Gees tuviese una transición menos ripiosa del continente oceánico al europeo. El 14 de julio de 1967 entregaron The Bee Gees 1st , que desde el título se encarga de negar su oscura carrera australiana, postulándose como su primer trabajo real dedicado a conquistar Inglaterra, Europa y el mundo. Esta obra inicial británica juega al pop barroco, nueva expresión musical a la que lograron acoplarse con soltura, pero sin dejar en evidencia los discos previos que forjaron este sonido, es decir, específicamente Pet Sounds, de The Beach Boys. Tampoco hacen asco al tributo explícito: In My Own Time simplifica el inicio de Taxman, de The Beatles, como base constante y la reescriben a gusto. To Love Somebody profetiza la capacidad de los hermanos en componer baladas con un gancho pop y un arraigo soul que los distinguiría muchos años después.
Este primer álbum británico cuenta con todos los artilugios que imponía la psicodelia barroca: canciones orquestadas, instrumentos de antaño como armonios y clavicordios, y voces armonizadas; una obra de manual pero no por eso replicada como una receta, sino que se sostiene desde grandes canciones que se articulan a estos instrumentos. Es decir, las canciones parecen ser pensadas con la instrumentación siendo funcional a ellas, y no meras ideas para aprovechar los recursos estilísticos de la época.
Stigwood no dejó pasar un detalle para que el inicio británico fuese un éxito: la portada fue realizada por el artista alemán Klaus Voorman, quien un año antes había sido responsable de la tapa de Revolver, de The Beatles.
El gran mérito de los hermanos Gibb fue que pudieron sostener una carrera lógica, creativa y sobre todo entretenida (factor no menor y muchas veces ligado a un segundo plano) durante muchos discos y muchos años, manteniendo una vigencia sonora y compositiva que los posiciona por encima de muchos de los grandes nombres de la época que no lograron ajustarse con esta facilidad a los cambios.
Horizontal fue su siguiente producción, lanzado en febrero de 1968, donde diluyeron levemente la instrumentación barroca para presentar una obra un poco más desenmascarada y roquera, aunque cuenta con arreglos orquestales. Idea salió hacia septiembre del mismo año y contó también con la participación de Bill Shepherd en los arreglos orquestales, mientras que la portada de la edición estadounidense estuvo nuevamente a cargo de Voorman. Odessa fue un ambicioso disco conceptual que cerró la década del 60. Recreaba la historia de una embarcación hundida, pero las diferencias creativas no tardaron en presentarse y Robin abandonó al grupo. Cucumber Castle (1970) fue una obra volcada hacia el folk y el country rock que había tomado fuerza gracias a The Band, pero el grupo tuvo fuertes cambios de integrantes que los desestabilizaron. Hacia fines de ese año, Robin volvió a la banda y registraron 2 Years On, último trabajo con búsquedas instrumentales de tanta elaboración antes de volcarse a un sonido más apaciguado.
The Bee Gees continuó su carrera como trío con mayor y menor éxito, hasta convertirse en una desbocada máquina de hits gracias al fenómeno de la música disco, sumado al soft rock. Van a ser recordados innegablemente por canciones como Stayin’ Alive, pero no se puede ignorar la etapa previa de su carrera hasta llegar a ese punto de popularidad.
Bee Gees y la fiebre disco
El éxito mundial de The Bee Gees llegó con la explosión disco a mediados de los 70, género cristalizado en la película Fiebre de sábado por la noche, dirigida por John Badham, en la que se narra la vida de Tony Manero, un joven trabajador que durante las noches es el rey de las pistas de baile. El argumento fue tomado de la crónica apócrifa de 1976 Tribal Rites of the New Saturday Night para New York Magazine escrita por el periodista Nik Cohn. La banda sonora de Saturday Night Live fue un álbum doble constituido principalmente por composiciones de los hermanos Gibb. The Bee Gees había hecho un cambio sonoro radical en 1974 con Mr. Natural, obra en la que se deslizaban por géneros como el soul y el funk R&B, y ratificaban su costado de soft rock.