Sin dudas, la gran sorpresa de la entrega de los Grammy’s este año la dio Beck, quien se llevó el premio al mejor álbum por Morning Phase.
El primero en dar cuenta de ello fue Kanye West, quien amagó con subirse al escenario mientras el rubio recibía la estatuilla, seguramente para demostrar su descontento con la elección (ya había hecho lo mismo en los VMA’s de 2009, cuando se manifestó en contra de que haya ganado Taylor Swift en detrimento de Beyoncé).
Justamente, Beyoncé era una de las favoritas a ganar este año por su disco homónimo, que alcanzó el récord de ventas más rápidas de iTunes y muy buena críticas. De hecho, todos tenían a priori más chances que Beck, tanto Ed Sheeran por X (el más escuchado en Spotify el año pasado), como Sam Smith por In the lonely hour (Nº1 en Reino Unido y más de un millón de copias vendidas) y Pharrell Williams por Girl (comandado por su hit Happy).
En el caso de Morning Phase, no contaba con ningún antecedente estadístico que le diera chances. A todo esto, un hashtag se hacía trending topic en las redes sociales: #whoisBeck (¿Quién es Beck?), se preguntaba el público, ignorando que se trata de un músico con más de 20 años de trayectoria y autor de discos como Odelay, Sea change y Guero, y de singles exitosos como Loser y Sexx laws.
Que haya ganado Morning Phase es una demostración de que la calidad artística aún prevalece en la Academia, porque si nos guiamos por las ventas, el de Beck ni siquiera hubiese estado entre los cinco elegidos. Esta vez, el premio le llegó después de haber sido nominado dos veces sin poder ganar en años anteriores: en 1997 por Odelay y en 2001 por Midnite Vultures.