“Está todo el día haciendo música ese chabón”, dice Franco Sorgio en un parate en la costanera cordobesa. El DJ marplatense, mánager de Guli y productor emergente en la ciudad de las diagonales, conoce bien a ese pibe que no para de crear. Primero como baterista de Bautista Viajando, luego como parte de proyectos como AntuAntu y Violeta Castillo, hoy también como quinto músico de Un Planeta. Y, en paralelo, con un proyecto inclasificable que tiene como referencia principal su nombre propio y cuenta con dos discos en su haber. En esa línea temporal, Dial –segundo álbum publicado a fines de 2018– es un quiebre definitivo con su obra anterior en materia de audio. Un perfeccionamiento evidente de esa alquimia entre creación musical y producción artística.
“Barazu”, la primera canción, comienza como un track promedio de LCD Soundsystem. Va ganando cuerpo y expresión de a poco, coquetea con el sonido de Morbo y Mambo, pero no termina de explotar. “Zumo”, en cambio, propone de entrada un entramado de líneas de teclados y guitarras que distienden la atmósfera y estimulan la imaginación. Para “Suave”, todo está listo para que la música empiece a derretirse y sea capaz de crear una realidad virtual de sonido hecho forma, materia en movimiento. El solo de guitarra española sirve para refrescar la atención y entrega uno de los momentos más bellos del álbum. Por lo menos, hasta la llegada de “Fake”, una pieza atravesada por el imaginario Radiohead, que despliega un concierto de programaciones y arreglos finamente orquestados. “Dedos en dos”, “Toto” y “Vivero mood” amplían aún más el horizonte creativo. Da la sensación de que cualquier cosa que suene se va a sentir bien en el cuerpo.
Ese es, en definitiva, el efecto que tiene la música instrumental del artista platense. Sin una voz que protagonice y capitanee la estructura de las composiciones, las melodías cantables se multiplican, pero solo hacen su entrada cuando es momento de dar un volantazo. Cada canción está diseñada al detalle, con una economía de recursos a la altura de la vanguardia internacional del pop. Se trata de una especie de laboratorio de sensaciones musicalizadas, al punto de que las bases transmiten una calidez que se aprecia como cercana, casi tangible. Dial es un disco surgido en pequeños espacios, donde la claustrofobia parece acechar desde las sombras. Sin embargo, el corazón y la aventura presentes en la obra convierten la atmósfera global en un pequeño parque de diversiones sonoro, ideal para salir a caminar con auriculares y entregarse al momento.