Axel Fiks sale a mostrar sus canciones al escenario de La Tangente, en su tercera o cuarta presentación en vivo. Sin más armas en la mano que una compu y una Stratocaster, este veinteañero de Núñez genera una mezcla de ternura y humor, como si fuera uno de los entrañables personajes de Super Cool. Enfundado en una chaqueta de leopardo y con dos hebillas en el pelo, Fiks empieza a cantar y los que están del otro lado no tardan en moverse con ritmo y constancia. Se lo nota nervioso, y algunos acordes lo delatan. Pero eso no impide que el joven sea capaz de atravesar la sala con su voz hasta dejar una marca indeleble en los presentes. No es casualidad ni un golpe de efecto. Uno de los discos más conmovedores de este 2018 se llama Idilio y es el primer LP de Fiks, uno de los cantautores jóvenes que más ha florecido en esta última temporada musical.
A no confundirse, la palabra “cantautor” no remite a guitarra criolla, fogón y un prototipo de segunda mano de “Muchacha (ojos de papel)”. Spinetta se pasea fantasmalmente por este conjunto de canciones, y sin embargo es el hip hop y su presencia lo que marcan la diferencia sustancial con otros contemporáneos. Las armonías jazzeras linkean directamente con King Krule, los sampleos piden protagonismo y se ganan una sección propia. Por allí también resuenan Nebbia o Miguel Abuelo y hasta una versión soñada del bolero “Sabor a mí”. Pero cuando aparece el hi-hat multiplicado al infinito y el pulso del trap, todo cobra sentido. Lejos de impostar ese recurso, Fiks lo incorpora con naturalidad, del mismo modo en el que frasea con sustancia en “Fotocopias”, pela la voz en “Casita es donde sos feliz” o se desliza melódicamente junto al bajo de “Para Julio”. Por eso también su diagnóstico generacional en “Instanena” suena tan vívido y realista. “A mí me encantaba ella, pero a ella la encantaba Instagram”, dice, y la sensación es que ese pibe tiene más de una verdad escondida en ese corazón atravesado por las ganas de volar.
Además de Idilio, Fiks acaba de editar Florama, un simple que refuerza lo alcanzado en su primer largo y confirma aquello que a otros artistas les lleva décadas de trabajo sostenido. Sus pequeños himnos urbanos tienen un componente emotivo que supera cualquier referencia o atisbo de novedad. Una suerte de esqueleto interno que funciona como sostén de un mantra de psicodelia digital en el que cualquiera puede sumarse a corear. Axel Fiks hace canciones universales, que podrían convertirse en estribillos de cancha. En realidad, son ejercicios furtivos de alguien que quiere cantar el mundo tal cual como lo ve. Hoy, en medio de un oscurantismo recalcitrante, eso no deja de ser una buena noticia para el pop nacional.