A partir de su fundación en 1998, la Red Bull Music Academy se erigió como una propuesta anómala de innovación artística. El concepto es simple: reunir en una ciudad a músicos de distintos lugares del mundo para experimentar con el sonido, colaborar y al mismo tiempo presenciar seminarios y workshops. Aquella propuesta se sostuvo en el tiempo, incubó a nombres como Aloe Blacc, Flying Lotus y Oddisee, y se expandió hacia otras ramas que la transformaron en una nueva cultura de apreciación musical.
Basta con entrar a YouTube y ver las lecturas de distintos artistas en el marco de los seminarios: desde el encantador boicot de Madlib en NYC a la candidez de Iggy Pop en Montrreal, pasando por otras memorables como la de Questlove, Erykah Badu, MF Doom, James Murphy de LCD Soundsystem y Will Butler de Arcade Fire. En su quinceavo aniversario también aprovecharon para publicar un libro de conversaciones (For the Record), un documental (What difference does it make?) y varios think tanks y shows globales (los históricos de Seun Kuti y Giorgio Moroder en Niceto Club, por ejemplo).
Subido a ese enorme caballo de troya, RBMA aterrizó nuevamente en Buenos Aires, esta vez dando contexto al lanzamiento de Halo, el séptimo disco de Juana Molina. La cantautora habló sobre cómo descubrió la forma de trabajar con loops (“Me volví loca tratando de encontrar una máquina que hiciera eso”, dijo), detalló su viaje a los estudios Sonic Ranch en Texas (“Fue bueno porque aparecieron texturas que solo podían darse en ese lugar”), la importancia de King Crimson y The Beatles en su vida (“Ahí empecé a ser alguien”, comentó) y hasta se dio el lujo de contar chistes. Quienes asistieron, fueron además testigos de una suerte de avant premiere. Echados sobre almohadones en la imponente cúpula del Centro Cultural Kirchner, sonaron varias de las canciones que el 5 de mayo verán la luz en un nuevo capítulo de una de las artistas locales de mayor proyección internacional de los últimos años.