
“Wow, es como ‘Les dije todo’”. Ariana Grande se hamaca en su asiento detrás de la masiva consola en el estudio Record Plant de Los Ángeles, y una gran sonrisa revela su hoyuelo en la mejilla izquierda. Su nuevo single, “Thank U, Next”, no será oficialmente su primer N° 1 del Billboard Hot 100 por otros tres días, pero su éxito explosivo ya está causando titulares. Para Grande, el mojón es especialmente significativo. Es la clase de música con la que ella buscaba realizarse. “¡Es un single de Tommy Brown!”, exclama, golpeando el brazo de la silla con énfasis. Brown, un productor y cantautor, ha estado trabajando con Grande desde su debut en 2013, Yours Truly, y Grande está embelesada con la perspectiva de compartir este éxito musical. “No puedo creerlo, pero es cierto. Es como yo y mis mejores amigas alegres de champagne –y yo con un corazón roto– saliendo y divirtiéndonos. Amo esta canción más que cualquier otra que haya hecho”.
Tener esta clase de alegría fue duro en los meses pasados para la Mujer del Año de Billboard, pese al hecho de que nunca tuvo un pico tan grande en su carrera. Sweetener, el cuarto álbum de Ariana, fue su tercer N° 1 en el Billboard 200 en agosto último, rompió récords de streaming y ganó elogios de la crítica. Hasta ahora ha producido dos singles top 10 en el Hot 100, con un tercero, “Breathin’”, ahora en el puesto N° 13. Pero mientras estaba sumergida en la promoción de su proyecto, su querido amigo, colaborador y exnovio Mac Miller murió por una sobredosis accidental. Justo un mes después terminaba su compromiso con el comediante Pete Davidson.
En esta tarde de noviembre, todavía es temprano para hablar sobre lo que ha pasado más que de un modo general. “Soy muy afortunada y muy desafortunada al mismo tiempo”, dice la cantante de 25 años. Pero cantar sobre esto es otra historia. Poco después de la muerte de Miller, Grande empezó a pasar más tiempo con sus amigos y colaboradores más cercanos, incluyendo a Brown, para grabar un álbum (que, dice, también se llamará Thank U, Next) en un estudio cruzando la calle de su departamento en Nueva York. Aunque ha estado haciendo terapia desde niña, lidiando con el divorcio de sus padres, en este momento su mayor curación aparece cuando está frente a un micrófono.
“Cuando me encontraba diciendo ‘Porque su nombre es Ari’, sabía que era una línea especial, pero una parte de mí decía ‘Ay, Dios, eso es muy cursi’”, dice Grande refiriéndose a la letra de “Thank U, Next”, una declaración de autoestima. Ella mete sus piernas dentro de una capucha celeste que dice “beau souci” (“hermosa preocupación” en francés) y las toma con sus brazos. “Pero la otra parte de mí piensa como ‘Es algo bello y necesito conservarlo’. Sé que alguna vez puse algo en una canción, entonces es real”.
De manera acorde, la sala de control está decorada como un refugio: un pequeño florero con flores blancas, una vela solitaria, una luz proyectando olas sobre el cielorraso. Con su característico pelo recogido en una cola, Grande bebe un café de soja helado de Starbucks mientras charla animadamente sobre la música que está haciendo, lo único que le interesa discutir, lo único que en este momento le importa. Tal como ocurrió, una serie de tragedias le dieron a la estrella dos dones inesperados: la libertad para canalizar su dolor en la música más cruda y temperamental de su carrera, y la audacia para derribar al establishment del pop –que, como apunta Ariana más rápida que ninguna otra, está particularmente atrincherado cuando se trata de mujeres–.
Ella contaba con el talento: el rango de cuatro octavas y la agilidad vocal que llevaron a que Gloria Estefan le dijera, tras escucharla a sus ocho años cantar “My Heart Will Go On” en una noche de karaoke en un crucero, que tenía todos los dotes necesarios. También contaba con el soporte: una familia unida, hecho notorio para cualquiera que siga a la cantante en las redes sociales. Y tenía la ética del trabajo, cantando regularmente en público antes de los diez años y en Broadway cuando cumplió 15. “A los seis años ya había decidido qué iba a hacer con mi vida –dice Ariana, que creció en Boca Ratón, Florida–. Lo manifesté, lo sabía. En mi mente nunca hubo la menor duda”.
La cantante procedió a hacer todo lo posible para alcanzar el estrellato y agendó todo su tiempo en las trincheras para adolescentes de Nickelodeon. En 2011 fichó con Republic Records; no mucho después conoció a Mac Miller. Él tenía 20 y ella 19, de modo que naturalmente primero hablaron por Twitter. Rápidamente los dos se hicieron amigos, y ella lo invitó a cantar un verso del single principal de su álbum debut, el noventoso “The Way” (2013). En su momento, Grande le dijo a Billboard que Miller le dio herramientas de Pro Tools mientras grababan. Y añadió: “Si querés motivar a Mac Miller, cociná galletitas”.
Ahora, ella recuerda la canción como el primer momento en que capturó su estilo musical, algo que había perseguido desde muy chica, cuando idealizaba a India.Arie. “Cuando hicimos ‘The Way’, me dije ‘Guau, encontramos algo aquí’”, cuenta Grande. Su rostro se apaga levemente; justo antes de la entrevista, estaba trabajando en una nueva canción que, cuando la tocó más tarde para mí, advirtió que era sobre Miller. “Se siente como ‘Haría esto por siempre’”.
“The Way” alcanzó el N° 9 del Hot 100 y, como el resto del debut, se mantuvo razonablemente bien. Babyface, uno de los productores del álbum, ayudó a legitimar las aspiraciones de Grande. De todos modos, cuando lanzó Yours Truly todavía era vista como un ídolo para adolescentes, gracias en parte a su historial televisivo y su diminuto tamaño (mide exactamente un metro y medio). De modo que en sus siguientes dos álbumes fue haciéndose aún más grande, empleando a Max Martin y persiguiendo el tipo de hit pop que es irresistible para cualquier oyente.
“Empezamos en el cuartel general –Ariana dice de Yours Truly–, y después fuimos a este lugar donde jugué un poquito y después hice los enormes discos pop. Luego de a poco fuimos incorporando mi alma en mi música, y ahí es donde volvimos a aterrizar con ‘Thank U, Next’”. Ariana Grande puso todo el trabajo, hizo todo lo que se le pidió –todos los pequeños compromisos que se vinculan con jugar el juego– y mantuvo su nariz limpia (con la excepción de un poco de azúcar de una dona, que ella borró de la memoria del público con un brillante sketch en uno de los mejores debuts como host en Saturday Night Live). Tiene canciones hiteras y un alto rating en Pitchfork, por no hablar de sus devotos fans. Las apariciones televisivas de Grande –rutinas promocionales para muchas estrellas– son eventos, gracias a su natural instinto para el humor y su don para impactar tanto con su canto como cuando habla (googleala imitando a Jennifer Coolidge). Ella siguió todas las reglas y arribó a lo que parece la cima.
La cantante no tiene remordimientos. “Estoy en un lugar en donde puedo hacer cosas como lanzar un single sorpresa que sea el mayor single de mi carrera”, dice ahora. Pero en los cinco años de su carrera no había tenido nunca un N° 1 en el Hot 100 y no había encontrado la ubicuidad que sabía que merecía. Después, el 22 de mayo de 2017, un terrorista suicida asesinó a 23 personas e hirió a 139 en un estadio de Manchester, Inglaterra, donde Grande acababa de presentarse como parte de su tour Dangerous Woman. Muchas de las víctimas fueron niños.
En pocas semanas Grande estaba de regreso, no solo sobre el escenario, sino en Manchester, visitando a sobrevivientes en el hospital y presentando el show a beneficio One Love Manchester, que ayudó a recaudar 23 millones de libras (alrededor de 29 millones de dólares) para las víctimas. Ella hizo una versión en vivo de “Somewhere Over the Rainbow” durante la cual rompió a llorar –aunque cerró la performance– y donó las ganancias a la Cruz Roja. “Nuestra respuesta a la violencia debe ser juntarnos más –escribió en el momento–, ayudarnos, querernos más, cantar más fuerte y vivir más generosamente que nunca”.
Ella hizo exactamente eso con el álbum que le siguió este verano, Sweetener, un paseo optimista a su propia sanación; no hay refugio en la tragedia, solo dulzura y positividad. El primer single fue titulado “No Tears Left to Cry”, y el álbum concluyó con la tierna “Get Well Soon”, un tributo de cinco minutos y 22 segundos a las víctimas de los atentados en Manchester. Mientras, fuera del estudio, encontró una nueva contención en Davidson, estrella de la SNL, en una relación de la que ella alardea felizmente, pese al frenesí que los envolvió a ambos en los tabloides. En un tuit de un mes atrás, Grande resumió sus emociones en lo que le vino pasando desde entonces: “Recuerdo cuando no tenía más lágrimas para llorar y el universo era como JAAAAA, perra, vos pensaste”.
Esta tarde, Ariana está casi sumida en llanto, un hecho que reconoce: “Espero que no tengas problema con que llore, porque es algo que dudo que no vaya a pasar”, dice, riendo mientras caen las lágrimas, al hablar de cómo debió lidiar con tanta tragedia en un corto período de tiempo. “No puedo siquiera decirle a alguien ‘Buen día’ sin llorar”. La bendición, tanto para la artista como para sus fans, es la música. “Creo que ya no hay nada a lo que le tenga miedo”, dice, constriñendo su aterciopelada voz. “Cuando la vida te trata con una mierda tan seria, tus prioridades cambian. No me importa nada. Solo quiero ser feliz y saludable –algún día– y hacer música”.
Donde está ahora sentada –detrás de la consola de mezclas– es el único lugar donde Grande siente que tiene el control. Y ella es, en sus propias palabras, una maniática del control. Aunque nunca va a decir que tiene el tono perfecto (“Me lo dice la gente, pero yo no me voy a sentar aquí y afirmar ‘Sí, lo tengo’”), cuando habla de su música Ariana trasluce una obsesión de orfebre con los arreglos y las armonías vocales. “Si escucho algo que suena en una pista entre miles, le escribo un e-mail al ingeniero de sonido”, dice. Martin y Pharrell Williams la dejan “manejar”, y esa es una de las razones por las que ella los convocó repetidamente. Pero no todos los hombres con los que trabajó le cedieron el control tan fácilmente.
“Me he retirado elegantemente de muchas sesiones –confiesa Grande–. Ha ocurrido. Soy una mujer pequeña. La gente tiende a desestimar eso. Pero yo puedo componer mis propias vocalizaciones y producir mi propia sesión, y ellos responden –aquí hace una excelente imitación de un turulato– ‘Uy, no sabía que podías hacerlo’. Yo les digo ‘Créanlo o no, hay un montón de mujeres pequeñas que pueden hacer esto”. Esta es la Grande que busca la grandeza, versionando canciones del ecléctico bajista Thundercat e intercambiando DM de Instagram con el legendario trompetista de jazz Arturo Sandoval (el dúo hizo un track junto a Williams).
Esta es también la Grande que se manifestó públicamente contra el sexismo. Su reciente single “God Is a Woman” puede ser el más obvio ejemplo, pero incluso en 2015, en un manifiesto que citaba a Gloria Steinem, ya criticaba el hábito de los medios para definir a las mujeres por su estatus marital. “Me encantaría ver un top ten con tantos hombres como mujeres –dice–. Está tan dominado por los varones. Es fácil para ellos. Hay un montón de artistas femeninas increíbles tratando denodadamente de salir a la superficie”. Pese a las barreras de la industria que Grande está quebrando –ella es la única artista que tuvo el primer single de sus cuatro álbumes debutando en el top 10 del Hot 100, y la primera mujer en tres años que contó con un single debut en el primer puesto del Hot 100– a menudo siente que está lidiando con una audiencia que la quiere encasillar en estereotipos específicos. “Son incapaces de entender el hecho de que las mujeres son un millón de cosas, no solo dos –asevera–. Podés ser adorable y brillante. Podés ser amigable y tonta, pero aun así, fuerte e indestructible. Podés ser profesional, pero también sexy y divertida”.
“Mi sueño siempre ha sido ser, obviamente no una rapera, pero alguien que haga música del modo en que lo hace una rapera. Siento que hay ciertos estándares que aplican a las mujeres; y a los hombres, no. Tenemos que realizar los adelantos antes de cada single, después hacer el single, esperar que haya una preventa, y la radio tiene que impactar antes del video, etcétera. Yo quiero hablar con mis fans, cantar y escribir la música del modo que lo hacen los muchachos. ¿Por qué ellos pueden hacer discos así y yo no? Así que intento hacerlo, lo hice y lo seguiré haciendo –Ariana pausa brevemente, se pone seria–. Y si no ocurre del modo que ocurrió con ‘Thank U, Next’, ¡está bien también! Es excitante ver que algo se recibe tan bien. Es hermoso. Pero es aún más lindo ser honesto y hacer algo –explica y moquea, sus ojos se humedecen–: lanzar un disco un sábado a la noche porque lo sentís, porque tu corazón explota si no lo hacés, si te guardás la narrativa”.
Grande se larga a llorar y seca sus lágrimas con cuidado de no correr su delineador de ojos. “No quiero hacer lo que la gente me pide, no quiero conformar la agenda de la estrella pop. Quiero hacerlo en mis propios términos de ahora en más. Si quiero sacar de gira dos álbumes a la vez, voy a hacerlo. Si quiero lanzar un tercer álbum mientras estoy de gira [en 2019], lo haré también. Social House [el dúo que produjo ʽThank U, Nextʼ] es mi número de apertura, así que ¿vos pensás que no voy a tener un estudio de grabación en el micro? ¿Que no vamos a estar haciendo discos en la ruta? ¡Por supuesto que sí! Quiero ser capaz de hacer lo que es auténtico, honesto y natural. Es el único modo en que soy capaz de sobrevivir”. Ariana apoya su rostro sobre las manos, descansando sus dedos –adornados con uñas blancas ovaladas, perfectamente recortadas– en su frente.
Hablar explícitamente sobre los hombres en su vida es imposible. Ella aún ama todas sus canciones, incluso “Pete Davidson”. (Ella envió “Thank U, Next” a Davidson antes de lanzarla: “No voy a tomar por sorpresa a nadie”, dice). La herida que dejó la muerte de Miller está, lógicamente, aún latente. Ariana piensa que el Día de Acción de Gracias será particularmente duro, ya que pasó sus últimas fiestas en la casa familiar de Miller, en Pittsburgh. En este punto, esta es la clase de detalles que sabe que encabezarán noticias en los sitios de chismes. Su ascenso a la fama estuvo rodeado de una serie de romances públicos que ella define como efecto colateral de su adicción al trabajo. “Es el modo en que conozco gente. No puedo, digamos, conocer a alguien en un bar –explica–. Vivo rápido y a pleno, y cometo errores, y aprendo de ellos y lo agradezco, pase lo que pase”.
Grande no tiene planes de tomarse un descanso, pese al hecho de que ha estado trabajando constantemente más o menos desde el inicio de su carrera. Cuando nos encontramos, a inicios de noviembre, ella estaba finalizando la grabación de “Thank U, Next”, armando el video para el single y preparándose para el tour Sweetener World, que empieza en marzo de 2019. “Siento que solo arañé la superficie de lo que quiero ser, y deseo seguir creciendo, practicando y siendo mejor –afirma–. No me quiero dormir en los laureles”. El nuevo álbum es la terapia de Ariana Grande y su catarsis. Ella invita a sus amigos y colaboradores –Brown, Social House, Victoria Monét, Tayla Parx y Doug Middlebrook– para escucharlo en la sala de control. Brown aparece con una botella de Veuve Clicquot rosado. “Creo que nunca consumí tanto alcohol como el mes pasado –bromea Grande, animada por la presencia de tantos amigos–. Yo soy de champagne. ¿Viste que la gente dice que somos un 60 por ciento de agua? Yo soy 60 por ciento Veuve Clicquot rosado”.
Thank U, Next fue casi todo escrito en una semana, con los colaboradores de Ariana en la sala de control, y grabado en dos semanas. Ahora viene la etapa de pulirlo y la adición de algunos tracks con Martin y su equipo. Fue el producto de un montón de “energía femenina, champagne, música, risas y llantos. Este álbum no es particularmente animado –dice ella–. Algunas cosas suenan un poco arriba, pero es realmente un capítulo bastante triste”. La música es desafiante –partes festivas de bajo profundo con beats de trap, alternando con baladas tristes, etéreas– y estéticamente más aventurada que todo lo que hizo hasta la fecha. Algunas letras son directas y personales, y aunque la cantante estuviera dispuesta a un interrogatorio, muchas preguntas serían redundantes. Pero una de las canciones más celebratorias, “7 Rings”, tiene por detrás una historia sobre la que Ariana está feliz de dialogar.
“Fue un… día de otoño desafiante en Nueva York –arranca diciendo, con una risa–. Fui junto a mis amigos a Tiffany’s, porque necesitábamos una terapia de rebajas. ¿Sabías que cuando estás esperando en Tiffany’s te invitan con montones de champagne? Nos marearon un poco, así que compramos siete anillos de compromiso, y cuando volví al estudio les di a todos un anillo de amistad”. Ariana muestra un anillo de diamante en su mano derecha; Monét y Parx también lo tienen puesto. “Por eso tenemos estos anillos, y de ahí vino la idea de la canción”, explica. La cantante agarra su teléfono, presiona “play” y una versión fiestera de “My Favorite Things” suena por los parlantes. Grande susurra palabras a sus amigos, que se mueven al ritmo de la canción. Después empieza a bailar alrededor de la habitación con los pies descalzos, sola y sonriente.