Pasadas las veintiuna horas, se prende la pantalla central del predio de Complejo al Río, de Vicente López, en el que quedan varios lugares por llenar. Como si la ansiedad de las fanáticas no fuese suficiente en la noche fría del 23 de octubre, un reloj advierte en cuenta regresiva que en cincuenta segundos podrán conocer a Ariana Grande en persona. El público, en su mayoría femenino, entra en la etapa de efervescencia previa a desbordar en gritos y llantos de júbilo. Fue en el momento cero, entonces, cuando la diva pop irrumpe en el escenario al ritmo del hit Bang Bang, que a pesar de ser un tema que cuenta con la colaboración de Jessie J y Nicki Minaj, lo defiende sin que se note ninguna falencia.
En el marco de su gira mundial, The Honeymoon Tour, la estrella teen se presenta en Argentina para promover su segundo álbum de estudio, My Everything (2014). Ariana Grande luce su clásica vincha de orejas de gato —al igual que gran parte de la audiencia—, botas largas negras y un vestido futurista a tono. Se la ve majestuosa, no obstante, se distingue un detalle desconcertante: viste un buzo deportivo. Quizás, por ser el aniversario de nacimiento de su difunto abuelo, Ariana estuvo distraída y olvidó sacárselo.
Luego de la primera pausa, Ariana vuelve sin buzo. En sus diferentes cambios de vestuario, hay lugar para el charleston de los años 20 y para orejas más grandes que las anteriores. Después de la primera canción, sigue Hands On Me. El recital se divide en seis bloques, separados por pequeños intervalos en los que el DJ anima la fiesta —por ejemplo, bailando tap—. No se aprecia una escenografía imponente ni un juego de luces digno de admirar. Solo las pantallas y una escalera conforman el decorado. Es claro que el concierto apunta a que toda la atención se centre en la carismática Ariana. La acompañan DJ Dubz, que simula tocar las pistas que suenan en el show, y once virtuosos y sincronizados bailarines —entre los que se encuentra su novio, Ricky Álvarez—.
La ex chica Nickelodeon sabe cómo ser una showoman. Con movimiento felinos, maúlla sus letras con cara tierna, desfila por todos los rincones del escenario, sigue los bailes con zapatos de tacos aguja, y ofrece la demagogia esperada: un par de versos de The Way en castellano, levanta los regalos que le tiran, alza la bandera argentina, coquetea con los fans e incluso le dice a uno que le gusta su pelo. Asimismo, exclama en nuestra lengua: “¿Te estás divirtiendo, Argentina? Te amo mucho, Argentina”.
Es indiscutible el talento de la joven de 22 años, especialmente cuando entona la balada Tattooed Heart —de su primer álbum Yours Truly— con un registro vocal conmovedor que puede extenderse hasta cuatro octavas. Sin embargo, en otras canciones, hay playback con la voz de Ariana —que la cantante no intenta ocultar—. Cuando llega el momento de interpretar What Do You Mean?, el cover de Justin Bieber, se escucha directamente la voz del canadiense y ella canta algunos coros encima de la pista. A medida que el show continúa, suenan temas tales como Best Mistake —su exnovio Big Sean aparece en pantalla para cantar sus estrofas—, One Last Time, My Everything —que dedica a su abuelo entre sollozos—, Love Me Harder, Honeymoon Avenue, Break Free y un breve adelanto de Focus On Me, single de su próximo álbum Moonlight.
Luego de una hora y media de show, cierra con Problem mientras se pavonea con un vestido blanco y negro que hace alusión al videoclip. Iggy Azalea figura virtualmente para rapear su parte de la canción. Y de este modo, Ariana Grande se retira sin conceder el bis, tras la huella de un concierto en el que no sobró nada, pero tampoco faltó mucho.
Fotos Gigriders