
No hace falta ser un peluche gigante, cantar con voz bajita ni a los gritos sobre una media pista, ni tratar de emular el lenguaje de los niños y niñas para que éstos se diviertan. Si bien muchas de estas ideas todavía perduran y siguen siendo bien recibidas entre las infancias, por suerte, desde hace varios años hay muchísimas más alternativas que ayudan, también, a potenciar las diferencias y preferencias. Para ir a un recital de rock ya no hay que ser grande. Koufequin, Raviolis y Rayos y Centellas son tres grupos integrados por docentes y músicos que se proponen hacer de sus presentaciones verdaderos recitales de rock. Y lo logran, cada uno en su estilo, tocando instrumentos en vivo con formaciones que podría tener cualquier banda “para adultos” y con composiciones tan ingeniosas como poderosas.
“Hacer rock surgió de la necesidad de identificarnos más con la música que nos gustaba escuchar y tocar a nosotros y desde ahí dirigirnos a los chicos, chicas, y las familias”, dice Gustavo Libedinsky, voz de Rayos y Centellas, banda que también integran Fernando Kabusacki (guitarras), Pablo Zagare (bajo), Gustavo Braga (teclados) y Martín Paladino (batería).
Ernesto Algranati, guitarra y voz de Koufequin, explica que en los comienzos no fue del todo fácil romper con los géneros más tradicionales que se pensaba para las infancias. “Había una mirada un poco más conservadora de lo que era la música para la niñez. Se pensaba que si les ponías baterías los volvías locos. Hubo discos que nos influenciaron como Piojos y piojitos´, con una mirada más abierta, con versiones de rock nacional o los Cantacuentos de Uruguay. De los cuatro integrantes de Koufequin, tres somos maestros de sala, profes de música, y probábamos pasarles temas de Los Beatles o de rock nacional y los pibes se recontracopaban. Siempre buscamos un repertorio que fuera lindo, poético con una propuesta estética interesante».
Estas influencias también están presentes en la propuesta de Raviolis, liderada por Gabriel «Gabichu» Wiszna. “Yo entiendo que lo que hicimos fue ser auténticos con los que somos y con nuestra historia. Nosotros somos hijos de padres que escucharon folklore o música clásica o los principios del rock o los Beatles. Somos papás que cuando les tenemos que mostrar algo a nuestros hijos que creemos que está bueno les mostramos Pearl Jam, Sumo, Los Redondos, el Flaco Spinetta, Charly García, Nirvana. Es lo que nos formó, entonces, a la hora de ponernos a hacer música no nos sale otra cosa. El rock es nuestro lugar natural”, dice el guitarrista y vocalista.

No es difícil ver estas referencias del rock local en las composiciones de estos grupos. En “Robot de cartón” de Koufequín, no habla y solo canta rock nacional. “Me sigue aquí, me sigue allá, cantándome Manal. Ya no lo quiero escuchar más cantando Pastoral”, “Solo rock nacional, aguante Serú Giran”. El hit más celebrado de la banda, que además de Ernesto, integran Mauro Conde (guitarra y voz), Leandro Gajate (voz) y Federico Castro (Guitarra) es “El tiburón Kanishka”, un mash up de “Kanishka” y “El Pececito” de Los Brujos, icónica banda en los 90′.
Raviolis, en tanto, incluyen “Cheques” de Spinetta en una de sus canciones, presentan a sus músicos con temas de Sumo, Divididos y Fabiana Cantilo y terminan sus conciertos, saludando a la gente, mientras se escucha la versión de Joey Ramone de “What a wonderful world”.

Con la herencia de “Papando Moscas”, creación de Libedinsky, Rayos y Centellas ofrece un “tornado de rock” en cada show. La poderosa banda en vivo puede completarse con un actor/bailarín/contorsionista que interpreta a un marciano y con un gran trabajo de puesta en escena. “Hay visuales, vestuario, iluminación, coreografías y gags humorísticos. El ritmo del show es muy vertiginoso (pero no histérico), donde además de las canciones, se van sucediendo situaciones que van contando otras historias. Si bien se evitan las consignas dirigidas de participación, el show invita a saltar, a bailar, a reírse o quedarse escuchando”, detalla Gustavo. Y agrega: “Por otro lado, la banda suena increíble, el tratamiento musical no se guarda nada “pensando que es para chicos”, al contrario, pensamos que hay que jugársela a fondo con los arreglos y la sonoridad, porque al estar dirigido al público “novel” la responsabilidad de llevarles algo superador es muy grande”.
Los shows de Raviolis, banda que además de Gabichu integran Valeria Donati (voz) Bruno Delucchi (teclados), Juan Pablo Esmok Lew (guitarras), Esteban Ruiz Barrea (bajo) y Brian Ayliffe (batería), son considerados por sus seguidores como una “misa raviolera”. Por si quedaban dudas, Gabichu describe: “Somos una banda de rock arriba del escenario, no está ni suavizado ni matizado, podría ser Divididos o Los Abuelos o Los Rodríguez. Los músicos de Raviolis son muy capos, tienen un manejo de los estilos musicales muy afilado y laburado, son profesores, tienen otros proyectos muy buenos. En nuestros conciertos, además, proponemos mucho juego e interacción, mucho de ir saltando y contagiando a los demás, todo esto se traduce en calidad de vinculo, de tiempo en familia, de pasar un rato juntos divirtiéndonos”.
-El desafío es doble, gustar a las infancias y que los adultos también quieran llevarlos a los conciertos y los disfruten ¿Cómo trabajan esa tarea de “ganar” ambos públicos”
Gustavo: – Siempre arrancamos un nuevo proceso creativo con la premisa de que nos guste y divierta a nosotros que somos adultos, que no pensamos como niños sino que nos divierte compartir y convivir con ellos. Entonces, es algo natural, es como hablar con ellos, escucharlos y hacernos chistes o tocar temas más sensibles; como en la mesa de casa o en la sala del taller de música. Hay muchísimos lugares en común entre el universo infantil y el universo adulto, y ahí navegamos.
Ernesto: -Al ser adultos, padres, docentes y trabajar con niños tenemos nuestra propia mirada del mundo infantil y lo que nos interesa del lado del adulto. El imaginario infantil o el mundo de las infancias es un mundo compartido. Como adultos, siempre que nos conectamos con el disfrute y el juego y el arte aparece algo ahí que tiene que ver con las infancias. La nuestra no es una mirada prejuiciosa, es integradora, no subestima a los pibes pero tampoco a los padres. Creemos que el encuentro entre el niño y el adulto es en el territorio de la infancia, del juego y del arte, esa es nuestra filosofía.
Gabichu: – Manejamos dos líneas discursivas simultáneas durante todo el show, una para los niños, otra para los adultos, pero conviven en las canciones. Es difícil de resolver esa ecuación. Lo primero que nos exige es no salir de nuestro lugar de adultos, es decir, no cantar como si fuéramos niños o personajes: “Soy un pirata “. En todo caso, la mirada es sobre un chico que está jugando a ser un pirata, nosotros pensando cómo se prepara para ser el pirata y, en esa preparación, el kilombo de la casa y los problemas que nos genera como adultos el desorden o que haya usado la crema de afeitar para hacer las olas y haya manchado el sillón. Pero al mismo tiempo nunca vamos a dejar de rescatar que el pibe haya hecho eso, es re bueno e importante para su crecimiento. En algún momento de la canción también lo vamos a decir. “Che, nos re molesta pero te bancamos”. Es como hacer dos canciones cada vez que hacemos una, es muy desafiante. Nos pone a pensar todas las veces desde qué lugar.
Como buen público infantil y rockero, cuentan los músicos que durante los conciertos no dejan de escuchar los distintos pedidos de canciones. En Pandemia, revela Ernesto, se terminaron de dar cuenta la importancia de contar con esa euforia del vivo. “El tiburón”, “¿Por qué no te mandé al turno tarde?”, “Fichines”, cada banda recibe varias veces por show el pedido de rigor. Y por supuesto, el enojo posterior si alguna de las canciones favoritas de algún niño no sonó en el concierto.
A Rayos y centellas, un pequeño fan habitué, de ir tantas funciones seguidas a un ciclo, ya les gritaba en los silencios cuál era la canción que seguía. “Ahora viene Levantateeeeee, Ahora viene Pioliiiiiinnn. Hubo un show que por un problema técnico tuvimos que cambiar algunas cosas y el pibe que gritaba al segundo cambio de lista se quedó con mala cara y cuando saludamos al final gritó: ´No vengo nunca más. No tocaron la de Marte. Le dijimos a la familia que nos espere, lo invitamos a venir al camarín, le explicamos lo que pasó y, por suerte, nos perdonó”.
Para ir a rockearla en vacaciones:
Rayos y Centellas:
19 de julio en La Usina del Arte
20 de Julio en Tecnópolis
Koufequin:
15 y 28 de julio en Tecnópolis
25 de julio en el Konex
26 de julio en Helios.
Raviolis:
15 de julio Teatro La Comedia, Rosario
20, 21 ,22 y 23 de julio La Trastienda.