Angry Zeta and The Hillybullys es uno de esos casos para observar de cerca por devolverles el entusiasmo a las presentaciones en vivo de una manera paradójicamente novedosa, que encierra diversas razones: por lo llamativo de su música, su instrumentación y su presencia escénica. Se trata de un escuadrón de entrenados músicos que han decidido acercarse a lo más profundo del rock n’ roll, es decir, a sus raíces más gruesas: toda variación posible que responda al country y al bluegrass. Los instrumentos son aporreados con agilidad y violencia, pero sin una sola seña de amateurismo; de a momentos, su sonido roza lo más extremo del psychobilly británico, pero sin olvidar su foco: recuperar en suelo argentino la tradición más arcaica del folklore musical estadounidense. Incluso su instrumentación –absolutamente acústica– responde a las viejas agrupaciones de Apalache: Angry Zeta & The Hillybullys está conformado por Zeta Vaccaro en voz y guitarra, Pablo Ferrando del fiddle, Martin Bobrik en banjo, Dany Boy Wechs en mandolina y Mariana Suárez del Cerro en contrabajo. Prácticamente todos sus integrantes tienen un background musical ligado a formas primitivas de rock n’ roll como también de músicas folklóricas: desde garaje, psychobilly y country hasta música irlandesa y gitana.
Al carecer de percusión formal, el grupo logra resolverla de modos ingeniosos, a puro pataleo contra el suelo, en el repiqueteo del contrabajo o en los veloces golpes de cucharas, en un uso similar al de las castañuelas, como solían hacer las antiguas jug bands que armaban su instrumentación con elementos hogareños, como tablas de lavar la ropa y dedales.
En tan solo dos años, Angry Zeta ha tocado insaciablemente por toda Buenos Aires, desde clubes de barrio hasta encuentros de motociclistas, desde ferias de arte hasta jardines de infantes; incluso con más de una presentación en el mismo día, separada una de la otra por varios transportes públicos. Actualmente se encuentra en medio de su primera gira europea, donde repasará clásicos de su primer LP compuesto de frescas versiones que asombrarían hasta al mismísimo Alan Lomax.