Para los seguidores de una banda como Alt-J resultaba difícil imaginar la visita de este cuarteto británico a las tierras argentinas. Por su poca reputación en este país y por su particularidad sonora, difícil de clasificar y englobar en alguna categoría que funcione como comercial a la hora de ser promocionados.
Fue gracias al Lollapalooza 2015 que estos chicos vinieron por primera vez al país, y casi como si hubiesen caído del cielo, el lunes 23 de marzo la gente los recibió con frenetismo y esperanza. Bandas así saben cómo crear y abrazar a la música en su máxima expresión.
Las luces de Niceto se apagaron a las 22.30. Con el boliche colmado, los gritos aislados de «We love you!» y palmas eufóricas, los chicos de la ciudad de Leeds aparecieron sobre el escenario para abrir con Hunger of the Pine.
Alt-J tiene la capacidad de poner a la música por delante de todo: apenas se les podían ver las caras o los cuerpos. Sólo imágenes abstractas de fondo (lisérgicas, pero precisas), y la música, que estallaba de manera espectacular no sólo por la destreza de los que la ejecutaban, sino también por la acústica del lugar.
Con tan sólo dos discos de estudio, Alt-J presentó el lunes en Niceto el mejor repertorio posible: Fitzpleasure, Taro, Dissolve Me, Every Other Freckle (corte de su último trabajo This Is All Yours), la dulce Matilda (cuya letra hace referencia a la película The Professional) y la inigualable Breezeblock para cerrar. Con apenas 5 segundos de silencio entre tema y tema, con cambios de instrumentos incluido, y con una prolijidad típicamente inglesa, la banda se retiró rápidamente tras despedirse de un público ardiente.