La anécdota es legendaria. Frank Zappa estaba de gira por Alemania en 1978, con un joven Adrian Belew como guitarrista estrella de su banda. Cuando tocaron en Berlín, mientras Zappa hacía un solo y la banda aprovechaba para descansar en el backstage, David Bowie se acercó a Belew y le propuso dejar el grupo de Zappa para irse a tocar con él. Quedaron en ir a cenar, y en el restaurante donde entraron tras el recital, una de las mesas estaba ocupada por el propio Frank y su entorno más íntimo. Zappa se dio cuenta de la situación y maltrató a ambos, pero no pudo evitar que al terminar esa gira Belew lo abandonara y se uniera a las huestes del Duque Blanco. Cuando por teléfono se le pregunta a Belew sobre la veracidad de la historia, la carcajada no se hace esperar: “La historia es real. ¡David me ofreció tocar con él en medio de un show de Frank! Parece un delirio, pero así fue como me sumé a su banda primero, y luego a la grabación de Lodger”. Un mito del rock que, en este caso, se confirma por la voz de uno de sus protagonistas desde su casa en Nashville.
Celebrating David Bowie es el espectáculo que recorre la carrera del desaparecido inglés con Belew como director musical, y que se presentará en Museum Live el próximo 20 de octubre. Y es la excusa para que el guitarrista recuerde hable de Bowie, de sus numerosas visitas a Buenos Aires y de King Crimson.
¿Cómo surge la idea de Celebrating David Bowie?
– Es una idea que tuvimos junto al productor del show, Angelo Bundini, dos años atrás. Hemos tocado hasta el momento en diecisiete países de los cinco continentes. Y todas las veces el show es diferente. Recorremos toda la trayectoria de David Bowie. Y solemos tener invitados especiales cada vez que tocamos. No sé exactamente quienes serán en Sudamérica, pero sé que serán grandiosos.
¿Qué recordás de la grabación de Lodger?
– Antes de la grabación de Lodger, David y Brian Eno habían decidido que el disco se llamara Planned Accidents (Accidentes planeados). Y en función a esa idea ambos decidieron que mi aporte fuese accidental. No me dejaron aprender ni escuchar las canciones antes de grabarlas: ellos se ubicaban en un lugar del estudio en donde me podían ver pero yo a ellos no. Entonces la canción arrancaba, yo veía que era lo que podía hacer con ella, y tocaba arriba. Hacía a lo sumo tres tomas, y luego eso se editaba. Así es que todo lo que toqué en Lodger no suena como fue interpretado.
¿Cómo te enteraste de su muerte?
– Era por la mañana, y mi esposa me lo comentó. Ella me contuvo: supo que se vendrían una seguidilla de días duros, con entrevistas a las que no me iba a poder negar. Cuando pasó todo escribí una canción llamada “You Never Know”. Fue una catarsis acerca de darme cuenta que jamás lo iba a volver a ver.
¿Por qué no estás en la formación actual de King Crimson?
– Porque Robert (Fripp) decidió que yo no encajaba para el sonido de este line up de cuatro bateristas. Y creo que su decisión fue correcta: es muy distinto para mí que la formación de los dos tríos con la que tocamos en los 90.
¿Cuáles eran las diferencias entre Bowie y Fripp en el rol de jefe?
– No considero que Robert haya sido un jefe conmigo: creo que éramos pares. Por supuesto que es un tipo difícil para trabajar (risas), pero tenemos una relación de amistad y eso hacía las cosas más fáciles. Con David en los 70 sí fuimos “jefe” y “empleado”. Pero en 1990 no: en esa gira nos hicimos amigos, cenábamos juntos y nos llegamos a conocer muy bien el uno al otro.
Estuviste muchísimas veces en Buenos Aires. ¿Qué recuerdos tenés de la ciudad?
– Amo Buenos Aires. El show final del Sound + Vision Tour de Bowie en 1990 fue allí, y con King Crimson estuvimos viviendo en la ciudad más de un mes: compusimos Thrak (1995) y grabamos un disco en vivo. Me encanta la gente, me encantan sus restaurantes, y me encantaba el lugar donde ensayábamos, una discoteca que no recuerdo su nombre…
Esa discoteca se llamaba Prix D’Ami, y ya no existe más: hoy es un supermercado chino…
– (Risas) No puedo creerlo, pero veo que Buenos Aires no escapa a lo que pasa en todo el mundo. Es una pena.