
En la última postal de abusos en el rock de 2016, hay dos mujeres encerradas en una casa durante diez horas. Un hombre rompió sus celulares, les pegó, las filmó mientras lloraban y las amenazó con matarlas si contaban algo. El hombre de la casa es Cristian Álvarez. Pity, de Viejas Locas. Pity, de Intoxicados. Pity, el que escribió Tornillo eterno, Qué vas a hacer tan sola hoy, la frase “Si la amas, déjala ser; si la quieres, déjala volar”. Pity, que hace unos años, en el programa de Juan Di Natale, dijo que no andaba más con armas porque “la violencia física es debilidad mental”, y apoyó en la mesa una réplica que usaba para “espantar giles”. Ni las secuencias más bizarras hicieron ver a Pity como otra cosa que un loco lindo, un “buen drogadicto”, como dijo Carca en Vorterix, y así se hizo público este caso, el 8 de noviembre. Las mujeres, que trabajaron en la producción de una fecha de Viejas Locas y fueron a su casa a cobrar, lo denunciaron en la comisaría 48 de Villa Lugano y en la Oficina de Violencia Doméstica de la Corte Suprema, dice el portal de música Silencio. Pero no hicieron escrache público y se desconocen sus nombres. La descripción de arriba la hace por WhatsApp Carca, amigo de ellas, una de las cuales, además, fue pareja de Pity.
Viejas Locas volvió a tocar el 19 de noviembre en Tandil. Forasteros Blues, la banda que los iba a telonear, suspendió la presentación en solidaridad con la lucha contra la violencia de género. El 24, Pity estuvo invitado en el especial de La nave del rock, el programa de Juanse Gutiérrez por Nacional Rock, grabado en el auditorio de la radio con público. “La gente te quiere como músico y te aprecia como persona”, le dijo Juanse, con una causa abierta en Jujuy desde 2014 por abuso sexual que involucra a seis hombres más entre músicos y técnicos. Una mujer de 26 años denunció que a la salida del recital de Las Fieras Lunáticas, subió a la camioneta del equipo, tomó alcohol y al rato se desvaneció. Dijo que despertó sola en la zona sur de la ciudad con dolores pélvicos y la ropa interior manchada de sangre. Juanse, convertido en ferviente católico, lo negó y casi como coartada declaró en Clarín: “¡Obvio que fue una cama! No fue en Mónaco, fue en Jujuy, ¿entendés? La mina más alta es como esta parrilla”. Después, pidió disculpas porque lo citó el INADI. Esto fue en agosto de 2015, a tres meses de la primera marcha Ni Una Menos. Hoy, Juanse es uno de los varios músicos con programa propio en la radio pública, donde solo hay tres mujeres conductoras; el resto son locutoras y productoras.
En agosto, al menos dos programas de Nacional Rock dejaron de pasar a Gustavo Cordera después de lo que dijo en la Escuela de Periodismo TEA, en el marco de un ejercicio de conferencia de prensa. Los alumnos le preguntaron su opinión sobre las denuncias de abuso sexual contra Cristian Aldana y José Miguel Del Pópolo –La Ola que Quería ser Chau–, y Cordera respondió: “Es una aberración de la ley que si una pendeja de 16 años con la concha caliente quiera coger con vos, vos no te la puedas coger. Hay mujeres que necesitan ser violadas para tener sexo porque son histéricas y sienten culpa por no poder tener sexo libremente”. La construcción tiene un leve parecido al “había que darles una paliza de vez en cuando para que laburen” de Pocho La Pantera hablando de las mujeres que regenteaba en los 80. El punto es el mismo de Ciro Pertusi en la nota de Inrockuptibles de 1997 que se recordó: “Me da un poco de bronca tener que andar cuidándome. Te pueden meter en cana”.
Se supone, por reglamento de TEA, que el contenido de las prácticas no se difunde, tal vez por eso el revuelo no se armó en vivo en Twitter y arrancó más tarde en Facebook. Un millennial no podría dormir si dejara pasar algo así. Por parte de la escuela no hubo represalias. Cordera, por otro lado, atravesó el peor bochorno de su carrera. Lo repudiaron desde el Senado hasta Catalina Dlugi. Lo denunciaron el Consejo Nacional de las Mujeres y el INADI. En todas las redes citaron Muero por esa nena y Abúsame, y se acordaron del momento de Hociquito de ratón en los recitales de Bersuit, cuando subían chicas a bailar en tetas. Se desenterró El señor de los venenos, donde el fundador de Cerdos & Peces, Enrique Symns, recuerda que en los camarines de Cemento Cordera y el resto de Bersuit “se han apoderado del culo de pendejas vírgenes como si fueran lechones”. Cordera se explicó con Jorge Lanata: dijo que se había puesto en personaje para provocar y que “se sentía un pelotudo”. En una serie de tuits, la periodista Ingrid Beck, directora de TEA Arte y referente de Ni Una Menos, dijo que las declaraciones fueron impactantes y que varias alumnas reaccionaron y repreguntaron correctamente.
En 2017 no es muy probable que una banda se ponga de nombre “Los Violadores”. O que Los Guarros reunidos llamen a un disco Prostitución y vagancia. Ni sucedería la escena entre Pappo y la periodista Alicia Barrios en 1987, en el programa Noche de brujas: con tono sensual y divertido, Barrios le recuerda a Pappo –“Pappito”– la vez que la acorraló en el subsuelo del Luna Park, y le pregunta si alguna vez violó a una mujer. “La violación vos sabés cómo es, es un poco el tira y afloje de ambas partes”, dice Pappo. La escena fue rescatada en agosto pasado por el programa TuMuch en su especial sobre abusos en el rock y violencia de género. Después del tape, los conductores presentan una mesa debate con Paula Maffia, Barbi Recanati y Giuliana Bonello, exintegrante de La Ola que Quería ser Chau. En un momento, la cantante de Utopians cuenta que de chica eligió no usar ropa ajustada ni maquillaje para evitar miradas y comentarios asquerosos. Dice Barbi: “Creo que todas las mujeres que estamos acá tenemos traumas de la cantidad de pitos arrugados que tuvimos que ver en la calle”.
El video de Mailén Frías contando los detalles de la madrugada en que su ex, José Miguel Del Pópolo, la violó dos veces, entre otras torturas, supera las 400.000 vistas. Se publicó el 15 de abril, dos días después del último disco de La Ola en Bandcamp, donde hay una canción que dice: “Me gusta pensar que te gustan mis defectos, juro que no es una estrategia para no cambiar”. Del Pópolo, un chico de actitud aniñada, teñido de colores, con stickers en la guitarra, tan fuera del estereotipo rocker, también abusó física y psicológicamente durante años de su otra ex, Rocío Marques, quien también lo contó por YouTube. Como reacción, surgió el movimiento Basta de abusadores y violadores en el rock, a lo que siguieron denuncias públicas contra el tecladista de La Mississippi, Gastón Picazo, y el líder de Los Gardelitos –ya muerto– Korneta Suárez. La primera, de una expareja; la segunda, de una fan. También, Carolina Luján se animó a hacer pública su denuncia contra Cristian Aldana por el maltrato físico y psicológico que recibió a lo largo de cinco años de vínculo, entre los 14 y los 19 años de ella, hoy de 26. El cantante de El Otro Yo y presidente de la UMI (Unión de Músicos Independientes) tiene 45 años y acumula nueve denuncias penales de chicas que lo conocieron siendo menores de edad, además de la cantidad de testimonios que se reunieron en la página de Facebook Víctimas de Cristian Aldana, que fue dada de baja. Al cierre de esta edición, Aldana continuaba en prisión preventiva en el penal de Marcos Paz.
“Vos sos mi putita”, le decía Aldana a Carolina Luján. “Cristian me pegaba diciéndome ‘te amo’”, contó en el programa Pura vida. No es cuestión de hacer retrospectiva lírica, pero es imposible no pensar ahora en la literalidad de una canción como No me importa morir: “Estás bajo mi control, solo yo puedo tocarte, y puedo ahogarte en el vértigo del sadismo”. De los casos de abuso en el ambiente que no llegaron a femicidio, como el de Wanda Taddei –prendida fuego por el exbaterista de Callejeros, Eduardo Vázquez, en 2010–, el de Aldana resulta el más grave y el más mítico. Pero todos agrupan los elementos de este lenguaje anacrónico que nos atraviesa llamado “machismo”, y encarnan el también obsoleto imaginario del músico como ser superior, cuando el rock era justamente el mundo sin padres, de rebeldía, amistad y libertad. “Siempre las chicas son las groupies y a las que les cabía. No ellos, los adultos que se aprovecharon de adolescentes fascinadas. Las declaraciones de ellas se tienen que verificar, pero las casas de ellos no se allanan aunque la denuncia incluya material pornográfico infantil, como en el caso de Migue de La Ola. La ley de educación sexual no se cumple cuando se sabe que la información es la primera herramienta de autoprotección. Pero dicen que van a multar a los piropeadores, como si una mujer hoy en día no tuviera otra cosa que hacer que ir a la comisaría a contar lo que un tipo le gritó que haría con ella”, dice Sabrina Cartabia, abogada de Red de Mujeres y referente de Ni Una Menos.
Cuando en mayo se hizo el encuentro Ya No Nos Callamos Más en el Obelisco, Cristian Aldana fue con guitarra vestido de monja y tocó, alejado de la concentración, rodeado de policías, una canción llamada Solo el amor disipa al odio. Su novia actual lo filmaba y cantaba con él. Enseguida, varios respondieron a la provocación. Aldana, entonces, empezó a caminar de la mano de Guillermina Bolig, y respondía a los insultos con una sola palabra: “feminazis”. Sucede que esa palabra ya no ofende porque existe el tema de Vicu Villanueva, escrito poco antes de que surgiera la movilización masiva Ni Una Menos. Como respuesta al insulto que más recibía por sus canciones Publicitame esta y Disney miente, la artista de 23 años se puso en el lugar de esos trolls y cantó todos sus prejuicios: “Quieren llamar la atención”, “Son exageradas, háganse coger”, “El feminismo es una moda” y finalmente la verdad: “No sé cómo argumentar, así que reduzco todo a ‘feminazi’.