Durante la segunda mitad de los 60, la psicodelia parecía imponer una sola dirección estética a la que se resignaban la gran mayoría de las agrupaciones de rock ‘n’ roll, tanto en Estados Unidos como en Gran Bretaña. Sin embargo, el folk continuaba como un espacio de innovación que se ensanchaba por un camino paralelo. Hacia fines de 1967, Leonard Cohen amplió la escena musical norteamericana al poner a Canadá en el mapa, y abrió la puerta a todo un contingente de artistas como Joni Mitchell, Neil Young y The Band. Este nuevo frente vinculó nuevamente al rock con las raíces del género, al arrancar el exotismo y devolver la cuota folclórica −Young se uniría a supergrupo Crosby, Still & Nash, y The Band sería la banda de acompañamiento de Bob Dylan−. Ese primer disco, Songs of Leonard Cohen − lanzado por Columbia−, inicia una trilogía que se continúa con Songs From A Room (1969) y Songs About Love and Hate (1971); en ella, el cantautor de Montreal exhibe su característica voz barítono con la que desnuda poemas de manera monocorde. La seguidilla de títulos en una primera lectura pueden parecer poco inspiradores, pero encierran un concepto claro de su obra: la intimidad de un hombre que se preocupa tanto por las palabras como por la composición musical, que resulta minimalista, pero que tiene diversos elementos que la adornan de una manera inteligente: sus arpegios acústicos dialogan con pequeñas irrupciones de violín, arpa judía y delicados arreglos de guitarra eléctrica.
La primera canción, Suzanne, había sido originalmente un poema que fue grabado por la cantante estadounidense Judy Collins un año antes. Ese primer esfuerzo continúa con el foco puesto en sus viejos poemas convertidos en canciones, en los que desgarra el lenguaje de una manera austera, pero en los que la melancolía y angustia que se tornan adictivos. Master Song y la afamada So Long, Marianne expresan su poética en una convivencia natural con la instrumentación deshilachada que acompaña a la obra. Hay artistas que tras un primer logro se los presiona con ser una nueva promesa: Cohen cumplió, sus dos siguientes discos mantienen una línea cada vez más apática, cargada de dramatismo. No es que New Skin For The Older Glory sea un disco fallido, pero sí se distancia de la simpleza instrumental que expuso en un principio, lo que da a entender que su intención era hacer que su obra evolucione. Death of a Ladie’s Man (1977) lo presenta en un plan ya distante al pleno folk, con un azucarado Phil Spector como productor, lo que devino en Recent Songs (1979), álbum con el que cerró los 70 de manera correcta. Los 80 fueron, sin lugar a dudas, un período de experimentación donde los resultados fueron bastante erráticos, pero durante los 90 pudo reivindicarse con The Future, su único disco de esa década. Ya en el siglo XXI, Cohen registró dos placas junto con la cantante Sharon Robinson y luego, tras quedar en bancarrota por una estafa de su exmanager, tuvo que volver a los escenarios. Fue una etapa de crisis de la que emergió con claridad en tres discos, el último titulado You Want it Darker, lanzado el 21 de octubre de 2016, diecinueve días antes de su muerte.
La obra discográfica de Leonard Cohen exige ser escuchada de manera cronológica. Para el nuevo oyente, tomar dos discos de épocas distintas puede resultar un ejercicio lúdico, pero también desilusionar si no se hace con cautela. Esto grafica que Cohen no era solamente una voz espectral llena de palabras tristes, sino un artista en constante búsqueda, algunas veces más alineado que otras. Son los altibajos entre sus diferentes discos una cualidad en sí misma, que lo muestra como un hombre que no tuvo temor a innovar, a volver y a replantear.
Leonard Cohen como escritor
Previo a su carrera como músico, Leonard Cohen tuvo una promisoria experiencia como poeta y novelista que se inició a mediados de la década del cincuenta. Mientras que algunos de sus textos se convirtieron en parte de sus canciones, otros se legitimaron por sí mismos: las novelas The Favourite Game (1963) y Beautiful Losers (1966) fueron traducidas a diversas lenguas, entre ellas, al español. Tal es su reconocimiento en las letras que fue galardonado con el Premio Príncipe de Asturias y el Premio Glenn Gould.